Los derechos humanos y la violencia:
Estado, instituciones y sociedad civil
Karina Ansolabehere, Sandra Serrano y Luis Daniel Vázquez
(coordinadores)
Portada
Prólogo
Nelson Arteaga Botello
Introducción
Karina Ansolabehere, Sandra Serrano y Luis Daniel Vázquez
Parte I
Estado, instituciones y respuestas frente a la violencia
1. Conflicto social, reformas estatales y crimen organizado: México y Colombia, 1982-2012
Sandra Hincapié Jiménez
2. Democracia, derechos humanos y Estado en México: ¿erosión por deterioro?
Karina Ansolabehere y Francisco Valdés Ugalde
Parte II
Las instituciones judiciales y cuasi judiciales frente a la violencia y la defensa de los derechos humanos
3. Cortes activas en la defensa de los Derechos Humanos: evolución de la política sobre los desplazados en Colombia
César Augusto Valderrama y Andrea Castagnola
4. El dilema seguridad vs. libertad. La jurisprudencia constitucional sobre fuero militar: Perú, 1980-2010
Andrea Pozas-Loyo y Julio Ríos Figueroa
5. Otra historia sobre los derechos humanos: la violencia en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Sandra Serrano
6. Los mecanismos de producción de verdad en el discurso de los derechos humanos de la cdhdf y la violencia en reclusorios de hombres
Cuauhtémoc Rueda Luna
Parte III
Sociedad civil, violencia y derechos humanos
7. Fases históricas de la defensa de los derechos humanos en Colombia y México. Las ong en contextos de violencia 1970-2010
Jairo Antonio López Pacheco
8. “Lo que no te mata, ¿te hace más fuerte?” La violencia y los derechos humanos desde la narrativa de los defensores de los derechos humanos en Ciudad Juárez
Luis Daniel Vázquez y Nacori López
Parte IV
Conclusiones
9. Conclusiones: Los caminos más allá de la suma cero
Karina Ansolabehere, Sandra Serrano y Luis Daniel Vázquez
Notas
Créditos
Contraportada
En los últimos tiempos se ha consolidado en el ámbito académico de América Latina una corriente de trabajos de investigación que subraya el peso central que tiene la violencia en la conformación de las relaciones sociales e institucionales de la región. Una violencia sobre la que se construyen los marcos en los que definen la ciudadanía, la justicia y el derecho, y en la que participan tanto las instancias gubernamentales, las élites políticas y económicas, como los grupos que se encuentran ubicados en los márgenes del desarrollo político o económico (Arias y Goldstein, 2010). Según esta perspectiva, la actual violencia que se vive en América Latina no puede ser entendida, entonces, como un mero defecto en el diseño institucional de la democracia, de las fuerzas del orden y del sistema de justicia, sino como un componente central de su organización social que se expande y diversifica en actores sociales distintos y que no solo emerge desde el poder estatal (Arias, 2010; Petras y Vieux, 1994). Si se está de acuerdo con este argumento, se podría afirmar —siguiendo un razonamiento esgrimido por Palacios (2012)— que en buena parte de América Latina se consolida una violencia pública que se caracteriza por el hecho de que los actores estatales y sociales buscan por medios violentos definir posiciones de dominación, autonomía y control sobre el entorno y frente a otros grupos.
Si bien este tipo de trabajos se destaca por ubicar la violencia como un elemento clave de estructuración del orden social, y no solo como una deriva de procesos inacabados del diseño institucional —como sugieren ciertas teorías de la modernización—, dejan de lado o analizan solo de manera tangencial la forma en que se construyen respuestas —apelando a la narrativa y a las normas de los derechos humanos— a esas violencias desde las propias instituciones estatales, la sociedad civil y las organizaciones sociales. Esta es la virtud del libro Los derechos humanos y la violencia: Estado, instituciones y sociedad civil, coordinado por Karina Ansolabehere, Sandra Serrano y Luis Daniel Vázquez, quienes logran conjuntar una serie de trabajos que dan cuenta de cómo las sociedades latinoamericanas construyen, expresan y articulan respuestas —a través de los derechos humanos como marco de acción social e institucional— frente a los marcos tradicionales y emergentes del ejercicio del poder, la coerción y la fuerza por parte de actores estatales y no estatales. En otras palabras, analizan las distintas expresiones de violencia de acuerdo con el encuadre de los derechos humanos puestos como códigos de actuación definidos que se construyen y articulan en la práctica de los actores y las instituciones.
Esta perspectiva particular del libro les permite a los diferentes autores examinar las violaciones y la defensa de los derechos humanos en conflictos específicos. El objetivo, como los propios coordinadores del texto señalan, es dar cuenta de la relación que se puede establecer entre los derechos humanos y la violencia. Como se sabe, la violencia siempre ha sido considerada como una variable residual en las ciencias sociales: cuando aparece en los análisis se le considera como la sustitución de las relaciones sociales por la presencia de una fuerza que busca suprimir al otro en cuanto sujeto. Sin embargo, en los distintos capítulos del libro se puede apreciar que la violencia expresa formas específicas de relaciones sociales que, a su vez, son refractadas por el crisol de la reivindicación de los derechos humanos.
Esto permite comprender por qué la violencia aparece en algunos apartados como un medio o instrumento, y otras veces como fuerza, pero también como contexto en el que se despliegan la narrativa, la discursividad y el ejercicio de la defensa de los derechos humanos. La virtud del libro es que en el texto la violencia interesa en la medida en que permite expresar una puesta en escena de la práctica y el discurso de los derechos humanos, como proyección pragmática de los actores y las instituciones que tratan de acercar la realidad a un ideal determinado de convivencia social. De esto dan cuenta las experiencias de conformación y reconfiguración de las instituciones en Colombia, México y Perú, tanto en sus distintos sistemas judiciales como en la actuación de sus ciudadanos y de las organizaciones encargadas de defender los derechos humanos.
En estos países el escenario político muestra una rica dinámica institucional y social frente al agotamiento o estancamiento de las reformas democráticas que iniciaron hace más de veinte años. En este sentido, el libro sugiere que, de alguna manera, los derechos humanos se han transformado en una turbina que mueve la democracia contemporánea: su presencia y expansión definen las narrativas y prácticas que se consideran centrales para la modelación de una sociedad en la que se pueden ejercer la libertad y la igualdad, y también vivir la solidaridad. Esto significa, en cierta forma, que la región latinoamericana —quizá no con la intensidad que se quisiera— ha desarrollado una sensibilidad específica y socialmente legítima hacia experiencias que, se cree, cristalizan expresiones de injusticia social. Con ello da pie a la construcción de una narrativa común que da validez universal al reclamo de dichas injusticias pero, sobre todo, hace posible articular reclamos a las institucionalidades del orden nacional, regional y global.
Este escenario describe cómo en la actualidad se está viviendo un momento importante de creatividad social e institucional. Los conflictos pasan por el tamiz del respeto y la protección de los derechos humanos, que saca del marasmo del desencanto el proceso de democratización latinoamericano. La referencia de distintos actores a los derechos humanos es una crítica a los procedimientos de distribución del poder político entre las élites de los partidos políticos, por cuanto muestra la insuficiencia para garantizar que se eviten los excesos de poder y la violación de los derechos humanos. Cuestiona, en otras palabras, que la racionalización de los procedimientos de acceso al poder no ha derivado necesariamente en el desvanecimiento de las expresiones autoritarias y violentas del Estado. Esta renovación de la democracia vía los derechos humanos está resultando ser, sin embargo, mucho más intrincada que los procesos de desmantelamiento de los regímenes autoritarios que vivió la región años atrás.
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