En ese sentido, este libro es una apuesta académica que visibiliza la complejidad de las relaciones de poder y violencia que se tejen hoy en día en los conflictos sociales de la región, abarcando las violencias que se originan en la estructura social, por distintos actores sociales y el Estado. Sin embargo, y quizá más importante aún, muestra cómo estas relaciones se refractan y adquieren volumen en el espacio político, narrativo y cultural de los derechos humanos. Por tanto, enfatiza no solo en el aspecto negativo de las relaciones de poder y fuerza, sino en cómo se reconstruye el tejido social e institucional a partir de las capacidades cognitivas y conativas que proporcionan los derechos humanos y que permiten movilizar mecanismos de ingeniería institucional y resistencia social.
Este resulta ser el aporte más significativo que ofrece este crisol de trabajos, que permite observar cómo, en el caso de Colombia y México, el reconocimiento de los derechos humanos se articula con la violencia criminal como forma de regulación de los cambios sociales. Pero también en qué medida los derechos humanos erosionan los enclaves autoritarios del Estado mexicano, en especial del sistema de justicia penal, y cómo el activismo judicial —en el caso colombiano— deriva, por ejemplo, en la declaración de la sentencia que garantiza y extiende los derechos humanos a la población desplazada por la violencia. Aunque también es posible observar, del otro lado del escenario, es decir de los activistas, cómo estos definen tanto su marco de actuación y sus narrativas sobre la violencia en contextos de violencia —como en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez en México— como las lógicas de los grupos defensores de los derechos humanos nacionales en Colombia y México. Arroja además luz de la forma en que se construyó en el Perú el debate acerca de la debida intervención del poder judicial como regulador del uso de la fuerza pública, en particular del uso de la justicia militar. De igual manera muestra en qué medida actores internacionales —como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte idh)— tratan de establecer una relación entre la violencia-violación y los derechos humanos, o cómo instancias más locales han institucionalizado la producción del discurso de los derechos humanos, como sucede en el caso específico de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Sobre el tema de la institucionalización, sin embargo, el libro es muy cuidadoso en señalar un problema central: la constante amenaza de que el discurso y el ejercicio de los derechos humanos sean víctimas de eso que Giddens (1991) llama el “secuestro institucional de la experiencia social”, es decir el peligro de que ciertas instancias del poder sustraigan el discurso de los derechos humanos de la experiencia social para colocarlo en la órbita de su control, lo cual implica el establecimiento de mecanismos que intentan definir desde el poder si las demandas sociales de protección de los derechos humanos son válidas. De esta manera, la instrumentalidad y racionalización de los derechos humanos pueden devenir en el eje que define su operación, desplazando a un segundo plano la discusión sobre el sentido que los expresa como forma de resistencia y posicionamiento de los distintos actores sociales frente al poder y la fuerza de la violencia, una reflexión que este libro no deja de poner en la mesa de discusión y que sin duda permite apreciar la compleja relación entre la violencia y los derechos humanos.
Nelson Arteaga Botello
Profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), México
Arias, E. (2010). Conclusion: Understanding Violent Pluralism. En E. Arias y D. Goldstein (Eds.), Violent Democracies in Latin America. Durham: Duke University Press.
Arias, E. y Goldstein. D. (2010). Violent Pluralism: Understanding the New Democracies of Latin America. En E. Arias y D. Goldstein (Eds.), Violent Democracies in Latin America. Durham: Duke University Press.
Dubet, F. (2014). La preference pour l’niégalité. Paris: Seuil.
Giddens, A. (1991). Modernity and Self-identity. Stanford: Stanford University Press.
Joas, H. (2013). The Sacredness of the Person: A New Genealogy of Human Rights. Washington: Georgetown University Press.
Palacios, M. (2012). Violencia pública en Colombia, 1958-2010. México: Fondo de Cultura Económica.
Petras, J. y Vieux, S. (1994). The Transition to Authoritarian Electoral Regimes in Latin America. Latin American Perspectives, 21(4), 5-20.
Rosanvallon, P. (1998). La peuple introuvable: Histoire de la représentation démocratique en France. Paris: Gallimard.
Karina Ansolabehere, Sandra Serrano y Luis Daniel Vázquez
Este libro es el fruto del trabajo y la reflexión que llevamos a cabo a lo largo de dos años en el seminario de investigación “Democracia y derechos humanos” de la Flacso México (en adelante el seminario). En este participan tanto profesores como estudiantes de diversas instituciones académicas. Se trata de un espacio amplio y abierto para discutir los temas que nos conforman como grupo de investigación.[1]
En estos dos primeros años el tema que discutimos —y que conforma el objetivo principal de este libro— giró en torno a las diferentes relaciones entre la violencia y los derechos humanos. Es probable que la principal conclusión sea que existen diferentes puntos de contacto entre la violencia y los derechos humanos, según como se les conciba. Un primer punto de contacto está vinculado con el aumento en la región latinoamericana de la violencia directa y abierta durante los últimos veinte años, pero también con el aumento de la violencia estructural y encubierta y con la manera como el discurso, las normas o las instituciones estatales y no estatales conciben los derechos humanos. A partir de ello encontramos diferentes formas de concebir la violencia y los derechos humanos, lo cual también marca diferentes formas de relación entre ellos.
Un segundo punto de contacto entre la violencia y los derechos humanos está vinculado con el rol del Estado. Este aparece como problema y como solución; como organización violadora de los derechos humanos o como dispositivo burocrático a través del cual se moderan las demandas de justicia; o bien como solución a los problemas de derechos humanos producto de las situaciones de violencia ejercida por medio del desempeño de sus instituciones.
Antes de continuar consideramos importante resaltar que si bien esta empresa puede tener múltiples puertas de entrada, la nuestra fue la de los derechos humanos. Nos interesaba reflexionar sobre la violencia desde sus vínculos con los derechos humanos, no como fenómeno en sí. Allí está la principal contribución de la obra.
¿Por qué analizar la relación entre los derechos humanos y la violencia? La respuesta remite a tres razones. En primer lugar, desde un punto de vista general, porque existe consenso en afirmar que América Latina es la región con mayor tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes, después de África, a la vez que es una de las regiones con mayor precarización de las condiciones de vida de la población y desigualdad entre los más ricos y los más pobres (Cepal, 2013).
La violencia abierta y directa tiene como expresiones más extremas tanto el aumento de los homicidios como la existencia de conflictos entre el Estado y los grupos armados (cárteles de droga, grupos guerrilleros, organizaciones paramilitares, entre otros), que han dado lugar a lógicas de priorización de la “seguridad” y al incremento de las violaciones de los derechos humanos. Si bien la relación entre la seguridad y los derechos humanos no necesariamente debiera constituirse de forma tal que la concreción de una suponga la pérdida de la otra (como lo observan Pozas-Loyo y Ríos en su texto), el establecimiento de una concepción específica de seguridad nacional en perjuicio de una idea de seguridad ciudadana ha tenido como consecuencia la rivalidad de estos dos conceptos (Gómez, 2007; Gutiérrez et al., 2011). Sobre esta tensión entre ciertas formas de conceptualizar y ejecutar la seguridad y los derechos humanos se profundiza más adelante. Interesa ahora enfatizar en que, pese a ella, uno de los aspectos más llamativos es que cada vez más se observa un número mayor de intervenciones nacionales e internacionales relacionadas con la seguridad que utilizan como fundamento el discurso y las herramientas de los derechos humanos. De ahí que resulte interesante pensar cuál es la relación entre la violencia y los derechos humanos o, mejor aún, qué procesos se pueden observar en esta relación.
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