Procesos políticos de América Latina
Una lectura crítica del neoliberalismo
Daniel Vázquez
Julio Aibar
(coordinadores)
Índice
Portada
Introducción
Daniel Vázquez y Julio Aibar
Capítulo 1. La formación del orden hegemónico. Límites y aperturas del neoliberalismo en Perú y México
Jorge Luis Duárez Mendoza y Fernando Munguía Galeana
Capítulo 2. El problema del narcotráfico y las formas de ejercer el Estado en México
Adrián Velázquez
Capítulo 3. Discurso chacarero y disputas hegemónicas en la pampa argentina
Agostina Costantino
Capítulo 4. El conflicto popular de Oaxaca en 2006. Revuelta y comunidad
Guillermo Pereyra
Capítulo 5. El poder empresarial en Argentina: la negociación de la deuda
Daniel Vázquez y Francisco Cantamutto
Capítulo 6. Los linchamientos en México: una tipología posible
Leandro Gamallo
Capítulo 7. La experiencia democrática en el México contemporáneo: variaciones conceptuales y límites de sentido
Javier Contreras Alcántara
Capítulo 8. Populismo y organicismo: ¿un encuentro natural?
Julio Aibar y Paula Valle de Bethencourt
Créditos
Introducción
Daniel Vázquez y Julio Aibar
Este volumen es producto del trabajo realizado en el seminario de investigación “Procesos políticos contemporáneos de América Latina” de la Flacso México. En ese marco, cada uno de los capítulos que lo componen fue exhaustivamente comentado y debatido. Se trata de una obra que, si bien reúne textos en los que los autores presentan miradas e inquietudes particulares, es también un trabajo colectivo.
Mientras el aspecto particular se manifiesta en la diversidad de temas que se tratan y en las diferentes perspectivas desde las que se analizan, el interés colectivo se expresa en el reconocimiento del contexto de producción de los documentos —sobre todo en la ponderación de sus principales rasgos—, así como en la posición crítica que asumimos frente al fenómeno político, social y económico denominado neoliberalismo.
Asumir y anunciar desde un inicio nuestra posición crítica respecto al neoliberalismo no busca establecer una empatía inmediata con otros lectores críticos. Con ello queremos dar cuenta de nuestro lugar de enunciación y de una apuesta política específica que, en lugar de eximirnos de buscar y dar explicaciones, nos exige preguntarnos sin rodeos y más sistemáticamente a qué y por qué nos oponemos. Preguntarnos qué es el neoliberalismo nos permite, por un lado, volver sobre algo que conocemos, pero sólo parcialmente y, por el otro, distanciarnos de los dogmatismos que han hecho de ese término el sinónimo de todos los padecimientos, independientemente de la época y el lugar, o, por el contrario, una nueva versión del paraíso.
Comprender mejor el neoliberalismo no sólo nos ayudará a dar cuenta más sólidamente de una conformación política e ideológica, también —y ése es quizá el interés central de los autores aquí reunidos— nos ayudará a reconocer mejor los problemas de nuestra región. Esto es así porque, en primer lugar, muchos de esos problemas fueron causados por el neoliberalismo, pero también porque en éste se expresan, sintonizan o procesan —de un modo no correcto según nuestra apreciación— otros problemas. Creemos que muchas veces la crítica al neoliberalismo abusa en imputarle problemas de otro orden y época. Por ende, ni los ensalzadores ni los críticos del neoliberalismo han ayudado demasiado a conocerlo.
Buena parte de las debilidades, tanto de las lecturas críticas como de las halagadoras, se debe a cómo caracterizan y conciben el neoliberalismo. Curiosamente, cuando estas caracterizaciones y concepciones se enlazan con ciertos efectos que se le atribuyen, conducen frecuentemente a una verdadera paradoja. Por un lado, reducen el fenómeno aludido a una de sus posibles dimensiones (sobre todo la económica); por el otro, le atribuyen una capacidad inconmensurable tanto para impactar como para configurar el conjunto de la vida social y política. Ello da cuenta de que ambas lecturas comparten el supuesto de que la sociedad y la política están absolutamente pautadas por la economía.
Los autores de este volumen pensamos que, efectivamente, el neoliberalismo produjo un fuerte impacto en nuestros países a nivel económico, en la organización estatal y social, y en los modos en que se configuró la democracia. En suma, el neoliberalismo impregnó de tal modo cada una de las capas y ámbitos de la vida social y política en la región que, como ya se dijo, sus alcances y consecuencias son todavía desconocidos. Pero pensamos también que ese impacto fue posible no porque se tratara sólo de un plan o modelo económico, sino de una política integral de configuración de un nuevo orden social. Se trata de un conjunto complejo y cambiante de ideas y prácticas que, además, contiene una cosmovisión en la que se inscribe una concepción de las personas como individuos racionales autointeresados, de un Estado cuyo cometido central —casi excluyente— es garantizar el funcionamiento del libre mercado; que circunscribe a la política las instituciones liberales, reservándoles el destino único de agregar intereses y que define a la democracia como un conjunto de procedimientos destinados a seleccionar a la élite gobernante.
Aunque compartimos con otras lecturas críticas que el neoliberalismo —en la aplicación de sus políticas— requirió y requiere de un fuerte despliegue represivo —cabe recordar al respecto que el gobierno de Pinochet en Chile fue uno de los primeros en aplicar medidas de ese corte—, creemos también que ha intentado desarrollar estrategias de consenso con un distinto grado de éxito en cada país. No se explicaría de otro modo la aceptación de la que aún goza en amplios sectores sociales y políticos en el mundo. Desconocer esta característica puede conducir al engaño. Tampoco debe soslayarse que, aunque aplicó “remedios” que resultaron peores que la enfermedad, el neoliberalismo se nutrió, sintomatizó, expresó y, en algunos casos, procesó problemas crónicos de la región: de articulación Estado-sociedad, de inoperatividad estatal, de retraso tecnológico, de modernización y de representación política, entre otros. Ésa fue la tierra fértil de la que se sustentó su prédica, por ello, pese al rechazo que nos puede provocar, debe llevarnos a retomar y a darle otro sentido a sus principales promesas incumplidas.
Uno de los aspectos principales para hacer de esta obra un trabajo colectivo fue acordar y compartir una caracterización del contexto de producción. Casi un sinsentido si se advierte que ese contexto está absolutamente dado, ya que es ajeno a la evaluación que de aquél se puede hacer. Sin embargo, en nuestro grupo de investigación consideramos que esto no es así, pues el con-texto (entendido como las disposiciones estructurales, pero también como el marco significativo que no sólo propicia y dificulta ciertas prácticas y no otras, sino que además ofrece un conjunto de referencias para la observación y evaluación de éstas) es, al menos parcialmente, una construcción que los diferentes actores participantes de la vida social y política hacen del neoliberalismo. Ello no implica postular que esos actores manipularían o acomodarían la realidad a su antojo; lo que se quiere decir es que las significaciones atribuidas a la vida política y social —en tanto interpretaciones, reconocimiento de antecedentes, establecimiento de causalidades, delimitación de responsabilidades, etc.— son productos y productoras de esa vida social y política. Éstas configuran, por ejemplo, los límites de lo que se pensaría, creería y esperaría, y así recursivamente establecen las pautas de qué se valora, jerarquiza y pondera.
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