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Título original en inglés: Dragonomics: How Latin America is Maximizing (or Missing out on) China’s International Development Strategy
© 2020 Carol Wise
Publicado por Yale University Press
De esta edición:
© Universidad del Pacífico
Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141
Lima 15072, Perú
Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina
Carol Wise
1.ª edición: diciembre de 2021
Diseño de la carátula: Ícono Comunicadores
Traducción: Luis Enrique Bossio
ISBN ebook: 978-9972-57-480-1
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú:
Libro disponible en fondoeditorial.up.edu.pe
BUP
Wise, Carol
Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina / Carol Wise. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2021.
300 p.
1. América Latina--Relaciones--China
2. China--Relaciones--América Latina
3. América Latina--Política económica--Siglo XXI
4. China--Política económica--Siglo XXI
5. Política económica
6. Relaciones internacionales
I. Universidad del Pacífico (Lima)
303.48 (SCDD)
La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.
Derechos reservados conforme a ley.
Prefacio
Este no es un libro sobre China. Se trata más bien de un libro sobre la reacción de América Latina hacia China y sobre la interacción de la región con ese país asiático en términos de economía política durante las últimas dos décadas. Este es ciertamente un tema tanto colosal como relativamente nuevo. Desde el repentino auge del comercio, los préstamos y las inversiones entre la República Popular China (RPCh) y la región de América Latina y el Caribe (ALC) a inicios de la década de 2000, políticos y gestores de políticas en China han procurado caracterizar la naturaleza de esta pujante relación como principalmente económica. No obstante, la propia magnitud de estos lazos económicos está erosionando el giro apolítico asignado por la RPCh. Las cifras son de hecho significativas: en 2018, el total de transacciones entre China y ALC (exportaciones e importaciones) llegó a US$ 306.000 millones: un salto respecto a los pocos miles de millones que estas transacciones habían representado en el año 2000. El total correspondiente a la inversión extranjera directa (IED) de salida proveniente de China hacia ALC en 2018 ascendía a unos US$ 129.800 millones, lo que representa cerca del 15 por ciento del ingreso total de ALC correspondiente a IED. En 2017, el monto total de préstamos para desarrollo otorgados desde 2005 por los dos principales bancos de desarrollo en China a la región de ALC bordeaba la cifra de US$ 150.000 millones. ¿Cómo debemos interpretar estas cifras? ¿Por qué ahora y por qué América Latina? ¿De qué manera una integración económica más estrecha con China desde inicios de la década de 2000 está moldeando las economías políticas de sus socios más importantes en ALC?
Mi primer impulso fue investigar las maneras en que las exportaciones chinas se habían abierto camino rápidamente en el mercado norteamericano tras el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. De la noche a la mañana, en 2003, China hizo que México bajase un puesto en su clasificación como socio comercial de los EE. UU., y la exportación de insumos intermedios manufacturados chinos tanto hacia México como hacia los EE. UU. desplazó a productos y productores en ambos mercados. ¿Fue este solo un fenómeno singular relacionado con el estatus de nación más favorecida obtenido por China en la OMC? En violación de las normas de la OMC, México respondió con la imposición de aranceles de cuatro dígitos a más de 1.000 importaciones chinas, pero la medida tuvo escaso efecto. ¿Se estaba convirtiendo China en un miembro de facto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sin que importaran los esfuerzos de México por cerrarle el paso con altos aranceles? Tales preguntas podían haber sido apremiantes en ese momento, pero las casas editoriales más importantes las consideraron demasiado estrechas. Había que pensar en temas mayores, dijeron todos.
Saltemos ahora siete años hacia adelante. A consecuencia de la crisis financiera global (CFG) de 2008-2009, este cuadro se había ampliado considerablemente. En primer lugar, con una breve interrupción durante la CFG, se hizo evidente que, desde el año 2003, se había venido produciendo el mayor superciclo de materias primas, impulsado por la creciente necesidad de China precisamente de aquellos productos que algunos países en América Latina poseían en abundancia, como cobre, mineral de hierro, petróleo crudo, grano de soya y harina de pescado. Dada la escasez en China de recursos naturales, estas materias primas resultaban esenciales para impulsar a niveles nunca vistos el ambicioso modelo chino de manufactura basado en exportaciones. En segundo lugar, aunque América Latina ingresó al nuevo milenio con un nivel anémico de crecimiento, la demanda de China por materias primas de la región ayudó a impulsar el crecimiento promedio anual para la región en su conjunto entre el año 2003 y el fin del auge, ocurrido en 2013, hasta en un 4,8 por ciento: casi el doble de su tasa histórica de crecimiento. En tercer lugar, aunque la mayor parte de América del Sur se recuperó rápidamente de la CFG, los países de América Central y del Norte apenas estaban sobreviviendo. Las importaciones chinas habían inundado los mercados de México y de América Central, pero estos países no tenían gran cosa que China quisiera comprarles como contrapartida. Los déficits comerciales en Norteamérica se convirtieron en la imagen especular y contrapuesta de los superávits comerciales que se acumulaban en Sudamérica.
Esta mayor complementariedad entre China y los países productores de materias primas en Sudamérica ayuda a explicar la rápida recuperación de estos últimos tras la CFG. En realidad, la crisis financiera afectó a estos países del lado comercial, y una vez que China restableció su crecimiento con un enorme estímulo fiscal, estuvieron nuevamente operativos en 2010. Entre los años 2003 y 2013, debido a su abrumadora dependencia del mercado estadounidense, México sufrió un serio revés tanto en su cuenta corriente como en su cuenta de capital, registrando el crecimiento más bajo de la rentabilidad respecto al ingreso total y per cápita entre los seis principales países en América Latina. Aunque para 2014 ya se había enfriado el ciclo de precios de las materias primas que rigieron durante una década, en el año 2017, los precios del cobre, la harina de pescado y el mineral de hierro se mantenían al doble o triple de los niveles que habían ostentado en 2000. No obstante, esta situación no impidió que Argentina y Brasil entrasen en una caída económica en espiral sin salida aparente, mientras México seguía tratando de mantenerse a flote. Y, sin embargo, dos países sudamericanos más pequeños, Chile y el Perú, se mantuvieron firmes con tasas positivas de crecimiento del PBI total y per cápita.
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