Usemos de ejemplo el Congreso de Argentina. Este se conforma por una asamblea bicameral con 329 miembros, dividido en el Senado, con 72 butacas, y la Cámara de Diputados, con 257 asientos. Imaginemos que el Partido Libertario logra introducir, en el mejor de los casos, dos diputados, uno por CABA y otro por PBA. En este escenario, el Partido libertario tendría el 0,008 % de los diputados y el 0 % de los senadores del Congreso. ¿Qué poder tendrían los dos diputados del Partido Libertario para impedir que haya nuevas leyes que agranden el poder del Estado y no alimenten su intromisión coercitiva sobre los derechos naturales de las personas? Más importante aún, ¿qué poder tendrían esos dos diputados para derogar las (miles) de leyes que hay que derogar por año? Está más que claro que el Partido Libertario tardaría siglos y milenios en (primero) achicar y (luego) suprimir el Estado. Los datos de la realidad ilustran este último punto. Ron Paul fue diputado federal libertario en EE. UU. entre 1979-85 y 1997-2013. Juró nunca subir impuestos, abolir Ganancias para individuos, nunca aprobar déficits fiscales y prometió intentar eliminar la FED. Nunca logró aprobar ninguno de sus proyectos, ni derogar nada. Sin acción humana previa y sin contraeconomía previa, todo es fracaso. La democracia es el sistema de gobierno con los incentivos contrarios y los anticuerpos más fuertes contra los cambios desde adentro. Los partidos políticos, las elecciones y el voto nunca erosionarán el sistema, sino que, todo lo contrario, lo fortalecerán, ya que son las vitaminas y las proteínas del sistema.
Una vez entendido que los mecanismos institucionales de la política no tienen ninguna posibilidad de cambiar la realidad y de desarmar el sistema imperante, se comprende que el agorismo es el único camino con posibilidades de luchar contra (y de vencer) al Estado. La estrategia del agorismo debe apuntar en dos sentidos: la educación y la acción. Por el lado de la primera, se debe mostrar, comunicar y enseñar la teoría de las ideas de la libertad utilizando todos los medios de información tradicionales, pero sobre todo tiene que estar focalizada en aprovechar todos los canales de comunicación modernos, ya que estos potencian no solo la cantidad de receptores, sino también la velocidad con la cual nuestra filosofía llega. En este sentido, hay que hacer hincapié en que nuestras ideas son las únicas que pueden conducirnos hacia la libertad plena, ya que son las únicas que entienden y, sobre todo, respetan la esencia del ser humano, haciendo foco en eliminar el único enemigo real de la libertad del individuo: el Estado. Luego, hay que comunicar en qué consiste la contraeconomía y cómo llevarla a cabo. Pero, sobre todo, los comunicadores del agorismo deben ser consistentes y contraeconómicos en su accionar, pues de lo contrario serán poco creíbles y nada convincentes. Este es el caso de los candidatos políticos (seudo)libertarios que desacreditan todo lo que dicen de valor (si es que hay algo de valor en lo que dicen) queriendo entrar al sistema político que supuestamente pretenden derrotar. No entienden que, ingresando al sistema, jamás lo derrotarán, sino que lograrán exactamente lo opuesto: lo fortalecerán. Esto es importante. Un libertario que se hace político no solo tiene el fracaso cien por ciento asegurado, sino que debe saber que la probabilidad que tiene de terminar alimentando al propio sistema también es del cien por ciento. Por el contrario, el activista del agorismo tal vez también puede fracasar, pero si tiene, por ejemplo, un uno, un dos, un cinco o un diez por ciento de probabilidad de éxito, su posibilidad de triunfo es infinitamente superior a la del libertario legislador, que tiene cero chances (todo divido por cero da infinito). Y, además, muy importante, el activista del agorismo jamás alimentará al sistema, cosa que el político libertario sí hace.
Las instituciones de los medios políticos son los instrumentos a través de los cuales el Estado nos coacciona, agrede y violenta; no tenemos que pretender entrar en ellos, sino que debemos trabajar desde afuera para erosionarlos y, después de un largo camino, destruirlos e ir hacia un nuevo orden basado en la anarquía de libre mercado, único sistema con libertad plena. Hay que entender que este camino sinuoso brindará frutos en cada paso que se dé, por más pequeño que sea, ya que cada movimiento será una disminución de la opresión. Además, los beneficios de cada uno de estos pasos serán inmediatos. ¿A quién se le ocurre rechazar este camino reformista en serio? ¿Quién puede sostener que traer más y más gente hacia la contraeconomía no es más libertad, no es ético y no sirve? ¿Quién se anima a decir que la reducción del botín estatal que logra la contraeconomía es inmoral y no sirve?
Sin duda, este camino de la contraeconomía es largo y lento, pero trae beneficios constantemente, trasladando actividades y personas desde la opresión del Estado hacia la libertad de los medios económicos. No hay duda de que sin contraeconomía el Estado sería mayor y su opresión y coacción más violentas. La contraeconomía avanzará a paso seguro, transformando la actual sociedad en una sociedad sucesivamente más libre, “convirtiendo más contraeconomistas en libertarios y más libertarios en contraeconomistas, integrando finalmente teoría y práctica”.(36) A medida que la contraeconomía avance, los medios económicos avanzarán a expensas de los medios políticos, exactamente al revés de lo acontecido durante las últimas (muchas) décadas. Gracias a la contraeconomía, el poder social crecerá y el poder político disminuirá, lo cual potenciará el sector privado e irá debilitando el sector público. La contraeconomía del agorismo, al potenciar el sector privado y su crecimiento, fomentará el ahorro y la acumulación de capital, retroalimentando positivamente el sector privado y el crecimiento. En este punto será crucial no detenerse. Cuando la contraeconomía vaya erosionando el Estado, es crucial ir por más, no detenerse, y acrecentar la contraeconomía de manera de acelerar el proceso. Al enemigo lesionado no se le debe dejar tomar aire hacia una esquina del ring, sino que hay que ponerlo contra las cuerdas e intensificar el castigo hasta que caiga a la lona. Si se levanta tambaleante, ir por más y redoblará la apuesta. En términos matemáticos, la contraeconomía debe tener derivada primera positiva y, si es posible, derivada segunda positiva también. Es decir, la contraeconomía siempre debe avanzar. Si es posible, acelerarse también. Lo que nunca debe tener es primera derivada cero o, peor aún, primera derivada negativa, o sea, detenerse o, en el peor caso, disminuir. Esto último es fundamental, ya que es más fácil ampliar las prácticas contraeconómicas cuando todo el mundo las practica y también las incrementa alrededor. Y todo el mundo sabe en su actividad, negocio, empresa, profesión, sector y mercado cómo practicar la contraeconomía.
Obviamente, practicar el agorismo no será sencillo, ni estará libre de riesgos, amenazas y castigos, sino todo lo contrario. El camino desde el Estado hacia la libertad de la anarquía demandará mucho esfuerzo, ya que es ir contra las fuerzas físicas del actual ordenamiento político, social y económico, que tiene todo el esquema de incentivos para ir en el sentido opuesto al agorismo. Metafóricamente, practicar la contraeconomía del agorismo sería como luchar contra la ley de gravedad. Difícil, pero no imposible. El ser humano estuvo miles de años sin volar, pero hoy en día surca los cielos. Además, la contraeconomía del agorismo, al igual que volar, no está libre de riesgo, sino todo lo contrario. Volar tiene altos riesgos. Sin embargo, el hombre se sube a aviones y vuela, ya que el beneficio de hacerlo supera su costo. El agorismo y la contraeconomía también tienen riesgos. Pero subirse a la contraeconomía traerá más beneficios que costos. Hay que hacerlo. En este sentido, Samuel Edward Konkin III dice: “El principio fundamental de la contraeconomía es canjear riesgo por beneficio”,(37) y luego brinda un pie de página con un ejemplo en este sentido, en el cual muestra los beneficios de contrabandear, evadir y violar la ley sopesándolos contra los riesgos de caer preso.
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