De hecho, el Estado es un método de organización social inferior a la anarquía. Si el Estado fuera tan superior, no necesitaría tanta arquitectura para mantenerse en el poder. Por el contrario, el Estado no puede mantener el orden, mucho menos la seguridad. La gente mantiene el orden y vive gastando fortunas en seguridad después de pagar los multimillonarios impuestos para financiar a la ineficiente policía. Las alarmas, las rejas, los seguimientos satelitales, las cámaras de seguridad privada, la policía privada, los alambres de púas y los cercos electrificados privados lo confirman. Esto último es muy fácil de ver con un ejemplo extremo pero simple y potente: el Estado no puede mantener el orden ni en una cárcel pública y una cárcel en Suiza es más ordenada que en Brasil. ¿Por qué? ¿Por qué esos dos Estados son diferentes? No porque la gente en Suiza y Brasil sea diferente.
Además, como dijo Frédéric Bastiat: “Donde entra el comercio no entran las balas”. La división del conocimiento ha crecido exponencialmente en las últimas décadas y siglos, impulsa la división del trabajo y la especialización como nunca, lo cual ha impulsado exponencialmente la producción y el comercio, lo que hace que la esencia del ser humano sea cada vez de mayor orden y paz. Solo el Estado, con su industria armamentista financiada con su monopolio del dinero FIAT, rompe esta creciente paz y armonía esencial del ser humano. De hecho, hay más Estado, hay más muerte. Así lo ilustra la historia del siglo XX, el siglo de las guerras masivas, en el cual hubo 170 millones de muertes por el Estado y 14 millones de muertes privadas. El dinero FIAT, invento estatal del siglo XX, ha brindado financiamiento infinito para la industria armamentista y la creación de armas de destrucción masiva que cambiaron la forma de hacer la guerra. Antes morían mayormente los militares y los soldados en el frente, y los blancos eran puntuales y localizados. Con las armas de destrucción masiva, los blancos dejaron de ser puntuales y pasaron a morir más civiles que militares en el frente.
Además, el Estado tampoco debería proveer la defensa, porque no lo puede hacer eficientemente sin sistema de precios. En este sentido, el punto es que la defensa es un bien subjetivo. Y, sin libre mercado, los ciudadanos jamás podrán revelar cuánta defensa hay que tener, ni mucho menos ponerse de acuerdo en cuánta defensa hay que tener. Es simple, diferentes personas quieren distintos niveles de seguridad. Unas personas quieren defensa, otras no quieren defensa. Algunas quieren riesgo, otras no quieren nada de riesgo. Y la única forma de que este problema tenga solución es con libre mercado de defensa y sistema de precios. Por el contrario, con defensa proveída en forma monopólica por el Estado, sin sistema de precios y dinero infinito para financiar la carrera armamentística, el gobernante decide. A su gusto y a su necesidad. En este escenario, el resultado solo puede ser uno: más violencia, más inseguridad y más muerte. Del otro lado, ya comentamos que el aumento de la producción y del comercio había vuelto a la gente más pacífica, y que esto parecía irreversible. En otras palabras, los Estados han fomentado la violencia cuando la gente es cada vez más pacífica, toda una dialéctica que pone en evidencia que el Estado va contra la esencia del ser humano, mientras que la anarquía es el camino que la enaltece.
En este marco, y a partir de todo lo que hemos explicado en este capítulo, está más que claro que el Estado es nuestro único enemigo, porque es nuestro amo esclavista, y un esclavo tiene un solo enemigo: su amo. Y ese esclavo no será libre mientras esté bajo el yugo de su amo. En otras palabras, las personas no tendremos libertad mientras suframos la esclavitud estatal. Y, por ende, la única forma de dejar de ser esclavos es eliminar a nuestro amo. Hoy en día, el hombre actual gasta la mitad o más de su energía, de su fuerza de trabajo y de su tiempo enfrentando, ocupándose, defendiéndose, pagando, resistiendo o sirviendo al Estado, sus impuestos, leyes, normas y regulaciones. Más de la mitad de nuestras acciones, que no son sino la combinación de tiempo y energía, están signadas por el Estado. En otras palabras, más de la mitad de nuestra energía está focalizada en servir y satisfacer las necesidades de un tercero, pero no las nuestras; y para peor, ese tercero tiene el monopolio de la ley, de la fuerza y de la justicia. Ese tercero (Estado) escribe las leyes estableciendo de forma unilateral qué nueva parte de nuestra energía y de nuestro esfuerzo le tenemos que entregar. No tenemos ninguna defensa frente a su violenta esquila. Este amo es el que legisla. “Hasta ayer esto lo gastabas en lo que vos querías, pero a partir de mañana no lo gastarás más en vos, me lo darás a mí, que lo gastaré en lo que yo quiera y no tendré por qué rendirte cuentas”. Es el amo Estado el que escribe las leyes en su favor y en nuestra contra y además es el Estado el que tiene la legitimidad de actuar sobre y contra nosotros, sirviendo sus propios intereses y objetivos a través el monopolio de la fuerza y la justicia. Si no cumplimos con la batería de órdenes que nos impone, tiene la legitimidad del derecho positivo para cazarnos y hacernos cumplir sus vicios. Y no solo eso, después de traernos encadenados y encapuchados diciéndonos “tiene derecho a guardar silencio”, nos cobrará y confiscará parte de nuestro ingreso o riqueza para ser actor y juez en su juicio en contra nuestra, llenándose la boca como administrador de justica, que en realidad es injusticia, debajo de una estatua de una señora con los ojos vendados y la balanza equilibrada. Nunca ha habido un amo esclavista tan tirano y poderoso como el Estado. Tenemos que organizarnos y ser los John Brown contra el Estado, pero no moriremos en nuestra emancipación.(32)
En este marco, la pregunta que debemos responder es la siguiente: ¿qué acciones concretas debemos tomar para ir paulatinamente socavando el Estado hasta herirlo de muerte y eliminarlo?, ¿qué tenemos que hacer para pasar de este sistema sociopolítico y económico actual hacia otro nuevo, sin Estado y con plena libertad para los individuos, en el cual todos estemos organizados solo por medios económicos y sin medios políticos, coordinándonos en forma espontánea y con acuerdos mutuos bajo la justicia del derecho natural, derecho consuetudinario y un esquema legal basado en la reciprocidad?
Todo lo que hagamos para erosionar y eliminar el Estado debe partir de la ética y la moral de las ideas de la libertad, y debe ser plenamente consistente con ellas. Nuestra forma de actuar debe ser consistente y nada contradictoria con respecto a la ética y la moral de la libertad, respetando el principio de no agresión, de libre asociación, la propiedad privada y los derechos naturales. Como sostenía Samuel Edward Konkin III: “El principio básico que lleva a un libertario desde el estatismo a una sociedad libre es el mismo que los fundadores del libertarismo usaron para descubrir la teoría en sí. Ese principio es la coherencia. Por lo tanto, una aplicación coherente de la teoría del libertarismo a cada acción realizada por un individuo libertario termina creando la sociedad libertaria”.(33) Es decir, coherencia entre fines y medios. ¿Más claro? Otra vez Samuel Edward Konkin III: “Si la coherencia fracasa, todo pierde su significado”.(34)
Lo segundo que tenemos que saber concierne al terreno de la acción. Para esto, nunca tenemos que perder de vista qué es el Estado y cuáles son sus consecuencias. Cuando vemos que el Estado nos cobra impuestos para brindarnos bienes y servicios públicos, tenemos que recordar que lo primero es un robo y una confiscación y que lo segundo es proveído sin sistema de precios y, por ende, sin revelación de preferencia de parte del consumidor. Ergo, el Estado no sabe qué, cuánto, de qué calidad y en dónde ofrecer lo que ofrece. En el extremo, el Estado lo provee sin saber si el consumidor quiere ese bien o en realidad le gustaría consumir otro. Teniendo en claro todo esto y considerando tanto el plano (primero) ético y moral como (segundo) el plano utilitarista, nos damos cuenta de que uno de los carriles del camino es dejar de pagar impuestos para que nos dejen de robar (ético y moral), y el Estado se quede sin financiamiento (utilitarista) para gastar en estos bienes y servicios. Este accionar se llama agorismo.
Читать дальше