Queda más que claro que volver hacia el liberalismo clásico y a una situación de Estado pequeño es imposible. La evolución es hacia delante, hacia algo nuevo y diferente. A priori , no se puede saber qué formato exacto adoptará el nuevo sistema sociopolítico y económico, apenas se podría esbozar tener una idea. No se puede saber qué formato porque todo sistema sociopolítico y económico es delineado por la acción humana, es decir, por una enorme cantidad de personas interactuando dinámicamente a lo largo del tiempo. O sea, el sistema se va creando, cambiando y evolucionando a lo largo del tiempo y, a ciencia cierta, no se puede saber qué instituciones se terminarán desarrollando porque justamente de eso se trata el proceso de descubrimiento y creación de la Acción Humana. Nadie puede saber qué se va a descubrir y qué se va a crear. Esto último se entiende fácilmente con un ejemplo: hace muchas décadas, se podía imaginar que la desregulación de los servicios de televisión conduciría a un sinnúmero de nuevas posibilidades, pero nadie podría haber anticipado la sucesiva creación de la televisión por cable, el pay per view , el streaming , YouTube, Netflix y la televisión libre de horario y a demanda en teléfonos celulares.(27) Además, en el espíritu de ninguno de nosotros tampoco está la pretensión de anticipar, ni de desarrollar las instituciones del futuro, ya que las ideas de la libertad y la escuela austríaca se encuentran en las antípodas morales y éticas de la ingeniería social. Pero, siguiendo la visión de Lord Acton, que sostenía que la historia constituye el desarrollo progresivo de la libertad y el escenario de la lucha entre el bien y el mal, entre el poder absoluto y la libertad, nosotros pensamos que el próximo sistema sociopolítico y económico deberá virar marcadamente hacia la libertad, ya que en los últimos ciento cincuenta y doscientos años la dinámica fue completamente en el sentido contrario y a contramano del devenir histórico anterior. El liberalismo clásico nos salvó del absolutismo monárquico, luchó por los derechos naturales del ser humano y los derechos individuales del hombre y la mujer como ninguna filosofía y filosofía política lo había hecho previamente, pero final (y paradójicamente) terminó facilitando el crecimiento del Estado como nunca antes en toda la historia de la humanidad. En este contexto, y pensando hacia delante, hay que entender qué pasó con el liberalismo clásico. Simplificando y planteándolo en términos coloquiales, se podría decir que empezó muy bien, pero que terminó muy mal.
En el siglo XVI, Europa estaba caracterizada por un Estado central absoluto y un rey que gobernaba por derecho divino en la cima de una red antigua y restrictiva de monopolios territoriales feudales y de controles y restricciones gremiales en las ciudades. En ese contexto, Europa era burocrática y belicosa, tenía una organización centralizada y un sistema económico mercantilista. El mercantilismo estaba cimentado sobre una red de controles, impuestos y monopolios de privilegios que los gobiernos centrales y locales conferían para producir y comerciar a los productores privilegiados relacionados con los medios políticos. Con este sistema sociopolítico y económico, Europa estaba estancada.
En este marco, las ideas de la libertad nacieron para destronar a los productores y comerciantes privilegiados por el Estado mercantilista del rey y a los terratenientes feudales. El objetivo de los primeros liberales fue recuperar la libertad individual en todos sus aspectos. En la economía, el liberalismo propiciaba reducir drásticamente los impuestos, los controles y las prebendas del Estado mercantilista del rey. Desde la filosofía liberal se sostenía que había que desterrar el yugo mercantilista y feudal asociado con los medios políticos para que la energía humana, la empresa y los mercados quedaran en libertad y para que el ser humano pudiera crear, desarrollarse, producir y competir realizando intercambios que beneficiarían a todos los consumidores, propiciando el progreso y desarrollo de la civilización.
Puntualmente, el libertarismo emergió de la revolución inglesa del siglo XVII.(28) Los levellers , que entre 1647 y 1649 formularon por primera vez en la historia una alternativa liberal y democrática frente a la monarquía, fueron los primeros exponentes liberales. Estos creían que, por derecho natural y desde el nacimiento, todos los hombres estaban igualmente vinculados con la propiedad, la libertad y la independencia. De hecho, proponían la creación de un parlamento representativo del poder popular, elecciones parlamentarias cada dos años, redistribución de los escaños sobre la base de la población, derechos políticos, libertades y tolerancia religiosa para todo el mundo. Además, sostenían que había que abolir todo diezmo y peajes.(29)
Con los escritos de John Locke, que a fines del siglo XVII planteaba que “el gobierno debe estar estrictamente limitado a defender los derechos naturales y, si se excede, el pueblo tiene derecho a alterarlo o abolirlo” y la ejecución de esta idea en la Revolución Gloriosa, el liberalismo logró terminar con la monarquía absolutista de Inglaterra hacia fines de siglo. Pero el liberalismo no se quedó en eso, y, haciendo honor a lo que Lord Acton iba a decir ciento cincuenta años más tarde, cuando sostuvo que “el liberalismo es la revolución permanente”, en la década de 1720 aparecieron los verdaderos whigs (John Trenchard y Thomas Gordon), que eran seguidores radicales de las enseñanzas de John Locke y escribían en las Cartas de Catón (30) que “todo gobierno tiende hacia la destrucción de los derechos individuales” y que “toda la historia de la humanidad es un registro del conflicto permanente entre el poder y la libertad”.
Los verdaderos whigs y las Cartas de Catón expresaban las ideas radicales del liberalismo original, que vio originalmente la luz encarnando las ideas de la esperanza, del cambio de “fondo”. El radicalismo del liberalismo original levantaba a la humanidad de su hundimiento secular, estancamiento y desesperación. El liberalismo de comienzos del siglo XVIII no era otra cosa que las ideas del partido de la esperanza, del radicalismo, de la libertad, de la revolución industrial, del progreso y de la humanidad. Aquel liberalismo original anhelaba lo que debería ser, independientemente de lo que era, convirtiéndose en las ideas de la revolución permanente.
Las Cartas de Catón se reimprimieron a lo largo y ancho de todo EE. UU. El pensamiento liberal nació en Inglaterra, pero alcanzó su mayor desarrollo y expresión en la realidad de EE. UU., porque las colonias americanas no se hallaban sujetas a un (tan extendido) monopolio feudal de la tierra y mucho menos a una casta aristocrática gobernante tan arraigada. Así nació EE. UU. de una revolución que, en sus comienzos, fue explícitamente libertaria. Una revolución contra el imperio, contra el impuesto, el monopolio comercial y la regulación. También contra el militarismo y el poder del Ejecutivo.
Sin embargo, trece años más tarde, los conceptos e ideales de la revolución americana comenzaron (y terminaron) vilipendiados y traicionados en lo más profundo. El problema fue que hubo poderosas fuerzas elitistas, sobre todo entre los grandes comerciantes y agricultores de EE. UU., que deseaban mantener el sistema restrictivo “mercantilista” inglés de altos impuestos, controles y privilegios monopólicos otorgados por el gobierno en su propio beneficio. Estos grupos deseaban un gobierno central fuerte e incluso imperial, en resumen, querían el sistema británico sin Gran Bretaña. Estas fuerzas conservadoras y reaccionarias aparecieron por primera vez durante la revolución y más tarde formaron el partido y la administración federalistas en la década de 1790.
Читать дальше