Diversos condicionantes y el control ideológico pesaron negativamente en el desarrollo del pensamiento libre y creativo indispensable para la actividad científica. Ello promovió el divorcio entre los matemáticos y los filósofos. En otro lugar he indicado como la separación entre la mecánica, practicada por humanistas como Diego Hurtado de Mendoza y matemáticos prácticos como Herrera, García de Céspedes o Cedillo, y la filosofía natural escolástica impidió que la ciencia de las máquinas se vinculara al estudio del movimiento. 31
En las primeras décadas del siglo XVI, algunos filósofos portugueses y españoles, seguidores de los nominalistas y calculadores de París y Oxford del siglo XIV, que habían estudiado en París, difundieron sus doctrinas en las universidades españolas y desarrollaron el interés por las aplicaciones de las matemáticas a las cuestiones físicas y teológicas. Los llamados «calculatores» ibéricos publicaron en París y en la Península diversos textos de matemáticas siguiendo la tradición bajomedieval.
Así Gaspar Lax publicó varios textos en París y en Zaragoza de Arithmetica Speculativa y Proportiones and Calculationes generales philosophice ; Pedro Sánchez Ciruelo publicó la aritmética y la geometría de Bradwardine y un Curso de matemáticas dedicado a la aritmética, geometría, perspectiva y música; también un tratado de aritmética dirigido a estudiantes de filosofía y astronomía; el portugués Alvaro Thomaz publicó su importante Libro de triplici motu y Margalho, Silíceo y Pedro de Espinosa publicaron también obras similares.
Los calculatores ibéricos también se interesaron por cuestiones de astronomía y cosmografía: Ciruelo, profesor en París y Alcalá, publicó comentarios a la Esfera de Sacrobosco y textos de astrología, y Pedro Margalho, profesor en la Universidad de Salamanca, publicó allí un Physices compendium que incluía un tratado sobre la Esfera basado en Gémino, Arato, Cleómedes y Ptolomeo. Margalho revisó las doctrinas medievales sobre la distribución de las tierras y el agua a la luz de las experiencias de los navegantes. 32
En la segunda mitad del siglo XVI el acercamiento nominalista o terminista a la lógica cayó en similar declive al que había sufrido ya en París y en otras universidades europeas. De este modo, temas tratados en los cursos de filosofía natural como la doctrina de la intensio y remissio de las formas, prácticamente desaparecieron de los libros, o se exponían de manera breve y confusa, o eran simplemente rechazados por mezclar las matemáticas con la física, como hizo Francisco Valles, por ejemplo. Sólo algunos filósofos jesuitas continuaron dedicando alguna atención a estos temas, basándose en particular en Domingo de Soto, en cuyas obras aún se puede encontrar una amplia discusión del tema del movimiento, estudiado tanto desde el punto de vista de las causas como de los efectos.
No obstante, aún no tenemos un estudio amplio y riguroso del status epistemológico de las matemáticas y de la existencia o influencia entre los filósofos españoles, si la hubo, de la quaestio certitudine mathematicarum en España en el periodo que estudiamos. Como ya he recordado, los calculatores ibéricos defendieron la relevancia de las matemáticas para la filosofía natural. En esta línea, Pedro Sánchez Ciruelo, en su comentario a los Analíticos Posteriores de Aristóteles (Alcalá, 1529), consideró que en las matemáticas se encontraba el caso más perfecto de demostración aristotélica y en su comentario a la Esfera de Sacrobosco situó a las matemáticas por encima de todas las otras ciencias y sólo después de la metafísica. Y entre las disciplinas matemáticas el lugar más elevado correspondería a la astronomía, debido a la dignidad de su objeto. Pero la influencia de los calculatores fue disminuyendo progresivamente en España, como hemos señalado.
Algunos filósofos humanistas, tales como Pedro Juan Núñez, uno de los introductores de las orientaciones ramistas en España, afirmaron la importancia de las matemáticas, tanto por su valor práctico como porque eran necesarias para entender a Aristóteles, pero no discutieron las cuestiones epistemológicas implicadas. Por otra parte, en los colegios jesuitas la enseñanza de las matemáticas no comenzó hasta el siglo XVII de manera significativa. Este hecho contrasta con la actividad de algunos jesuitas españoles fuera de la Península en la enseñanza de las matemáticas o en el debate sobre la epistemología de las matemáticas (la quaestio certitudine mathematicarum ). Recordemos en este sentido a Baltasar Torres, el primer profesor de matemáticas del Colegio Romano. O a Jerónimo Hurtado, que enseñó matemáticas y filosofía en Nápoles. O a Benito Pereira, profesor de lógica, filosofía, metafísica y teología en el Colegio Romano, bien conocido por su intervención en la quaestio defendiendo que las matemáticas no eran verdaderas ciencias en el sentido aristotélico. 33
Según lo que hasta ahora sabemos, cabe concluir que el acercamiento que más prevaleció en España en la segunda mitad del siglo XVI entre los profesores de filosofía era opuesto al uso de las matemáticas en cuestiones de filosofía natural.
Al contrario que los filósofos, Jerónimo Muñoz y sus discípulos, que enseñaron matemáticas en las universidades de Valencia, Salamanca y Alcalá (y en Sevilla en una cátedra especial para Pérez de Mesa) defendieron la legitimidad de las matemáticas para tratar cuestiones de filosofía natural, y ello en abierta polémica con los filósofos. Así, en su libro sobre la Nova de 1572 Muñoz se sintió perfectamente autorizado para extraer conclusiones de naturaleza cosmológica (y contrarias a las doctrinas aristotélicas) de sus observaciones y cálculos matemáticos. Por su interpretación de la nova y sus críticas a Aristóteles, Muñoz fue «rociado de injurias por muchos teólogos, filósofos y palaciegos del rey Felipe», según le escribió el mismo Muñoz a un amigo y colega de Viena. 34 A pesar de ello, Diego Pérez de Mesa, un discípulo de Muñoz profesor de matemáticas en Alcalá y en Sevilla, defendió ideas similares a las de Muñoz y afirmó que la astronomía es una «ciencia casi mixta con la filosofía y por eso averigua muchas cuestiones hermosísimas de la misma filosofía». Y el sucesor de Muñoz en la cátedra de Salamanca, Antonio Núñez Zamora, en su libro sobre la Nova de 1604 defendió la naturaleza celestial de los cometas y dijo que los filósofos, en particular los seguidores de Aristóteles, habían atacado a los astrónomos por sus puntos de vista cosmológicos. Contra estas críticas, Núñez Zamora afirmó el carácter demostrativo de las disciplinas matemáticas y la certeza con la que las matemáticas establecen sus conclusiones. 35
CONCLUSIÓN
Ursula Lamb, destacada historiadora de la cosmografía ibérica, concluyó uno de sus magníficos trabajos diciendo que la España de los Habsburgo desempeñó un papel muy importante en el cambio de la manera como se construyeron las ciencias de la naturaleza. 36 Este hecho aún no está suficientemente reconocido por los historiadores de la ciencia extranjeros, como subrayamos el profesor William Eamon y yo en el volumen sobre España y la Revolución Científica, y como hemos visto en el caso de Jim Bennett. No obstante, hemos avanzado mucho en este reconocimiento, a medida que avanzamos también en el conocimiento de nuestro pasado científico, con inventarios, biobibliografías, prosopografías y estadísticas y con estudios monográficos desde una perspectiva comparada. Todo ello de acuerdo con el programa de trabajo que ya planteó Menéndez Pelayo, que también reclamaba cátedras de historia de las ciencias en las Universidades españolas.
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