Caryl Férey - Zulú

Здесь есть возможность читать онлайн «Caryl Férey - Zulú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zulú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zulú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una infancia traumática en la que asistió al asesinato de su padre y de su hermano por el mero hecho de ser negros en la Sudáfrica del apartheid, Ali Neuman ha conseguido superar todos los obstáculos hasta convertirse en jefe del Departamento de Policía Criminal de Ciudad del Cabo. Pero si la segregación racial ha desaparecido, se impone otro tipo de apartheid, basado en la miseria, la violencia indiscriminada y el contagio del Sida a gran escala. Tras la aparición del cuerpo sin vida de Nicole Wiese, hija de un famoso jugador de rugby local, Ali Neuman deberá introducirse en el mundo de las bandas mafiosas dedicadas al tráfico de drogas.

Zulú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zulú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Gulethu era el jefe de la banda de desarrapados. Un hombre en quien se podía confiar, según el Gato. Chorradas, como siempre: faltaba un vehículo en el hangar, el Toyota, y los cinco hombres que lo conducían.

– ¿Y qué querían esos polis?

– Bus… buscaban información sobre un tipo -lloriqueó la chica.

– ¡¿Qué tipo?!

– S… Stan.

– Stan ¿qué más?

– Ramphele -gimió Pamela.

– Un pequeño camello local -precisó el Gato desde su rincón en la oscuridad-. Ramphele heredó el negocio de su hermano en la costa. Lo encontraron muerto hace dos días. Una sobredosis, al parecer.

Terreblanche apretó con más fuerza su fusta. Acababa de entenderlo todo.

– Gulethu le pasó la mercancía a Ramphele: ¿es eso? -bufó.

La chica asintió con la cabeza, con los ojos casi en blanco. Terreblanche se tragó la rabia en silencio: encargado del tráfico en los asentamientos, Gulethu conocía de sobra el efecto adictivo de esa droga. Había tratado de jugársela dando salida por su cuenta a una parte del stock por medio de un pequeño camello de la costa, sin saber la clase de mercancía que era: el muy imbécil.

– ¿Y cuánto tiempo lleva haciéndolo?

– Dos… dos meses.

– ¿Cuántos camellos?

– Ramphele… El nada más…

Terreblanche blandió su fusta:

– ¡¿Quién más?!

– ¡Nadie! -gritó la chica, atragantándose-. Gulethu: ¡él lo sabe todo!

Se echó a llorar. Terreblanche conservó la sangre fría: el jefe de la banda se había esfumado, pero no era demasiado tarde. Gulethu seguramente se estaría escondiendo por ahí, todavía estaban a tiempo de acordonar la zona, localizar el Toyota…

– ¿Cuántos han probado la mercancía? -la presionó.

– No lo sé… Había unos treinta clientes… Sólo blancos. Querían cada vez más… Los precios subían cuando los tíos se enganchaban…

A todo gas, podían sacarse miles de rands al día… Una cantidad irrisoria si uno sabía lo que estaba en juego. Terreblanche levantó la cabeza de la putita, que apenas se le sostenía sobre los hombros:

– ¿Qué pasó con los polis?

– Teníamos que engatusarlos… mantenerlos alejados de la casa…

– ¿Qué fue lo que salió mal?

– …

– ¡Contesta!

– ¿Necesitas ayuda? -intervino el Gato.

Pam se retorció, colgada de la cadena. Sus tobillos ya no aguantaban más. Ya no le quedaban fuerzas. El dolor en la muñeca rota le taladraba el cráneo.

– Joey -gimió-. Uno de los polis lo conocía… Intentamos esconderlo, pero sospecharon algo…

La banda de Gulethu estaba compuesta por doce hombres, repartidos en dos grupos. Los polis se habían topado con el equipo de día: tres habían muerto en la playa, los otros tres estaban ahora en sus manos -la chica colgada de la viga y los dos cafres que se contaban los dientes en la habitación de al lado-. Quedaban, pues, seis ovejas negras.

– ¿Dónde está Gulethu? -quiso saber Terreblanche.

– No lo sé… Se fue con los otros sin decirnos Adónde. Nos… nos dijo que nos quedáramos aquí. Que él se ocupaba de todo…

Terreblanche la agarró del cuero cabelludo y, por el grito que dio, la creyó.

Gulethu repartiría el botín entre seis en lugar de doce. Habían registrado el hangar, pero no habían encontrado dinero, sólo sus cosas mugrientas en unas bolsas de tela y los amuletos de Gulethu bajo su colchón. El dinero del tráfico paralelo estaría escondido en alguna parte, en algún sitio donde nadie iría a buscarlo. Había que encontrar al resto de la banda, antes de que lo hiciera la policía… Terreblanche se inclinó sobre las baratijas, las mazas y demás adornos amontonados en un rincón del hangar. Había sangre incrustada en una de las mazas.

– Esto es de Gulethu, ¿verdad? -le dijo a la chica-. ¿Qué hacía con estos amuletos?

– Ha… hablaba de una umqolan que ahuyentaba el mal de ojo…

Una bruja, según la jerga de los townships.

Terreblanche hizo una mueca de desprecio. Había peinado los bantustán lo bastante a menudo como para conocer sus creencias, sus rituales y todas esas tonterías que los negros llamaban su cultura. Pero tenían una pista.

– ¿Sabes dónde se la puede encontrar, a esa bruja?

– ¡No! No… Se lo juro… Se lo suplico…

Pamela sintió náuseas y se dejó caer, retenida tan sólo por la cadena. El ex coronel le levantó un párpado, pero la mestiza había perdido el conocimiento. No aguantaría mucho más así.

– ¿Qué hacemos con ella? -preguntó el Gato-. ¿Nos deshacemos de ella y de los demás?

– No… No: todavía pueden sernos útiles…

– ¿Para qué? ¿Para echarlos de comer a los perros?

La sangre de Pamela había formado un charco negruzco sobre la tierra batida. Terreblanche levantó la cabeza. La casa había sido evacuada, pero a la fuerza tenía que quedar algún rastro…

3

Are you such a dreamer?

To put the world to rights?

La voz de Tom Yorke maullaba en la radio del Mercedes. Desesperación concentrada. El sol de mediodía cocía el asfalto a fuego lento mientras Epkeen acechaba a la salida de la Facultad de Periodismo. David ya no tardaría. Algunos chavales que tenían el mismo aspecto after grunge que su hijo salían del edificio; también chicas, rubitas jovencitas y peripuestas o mestizas que no alegraban nada el ambiente. Fletcher había muerto, en sus brazos por así decirlo, y no habían podido hacer nada para salvarlo.

Brian pensó en Claire, en la escena del hospital, y el corazón se le encogió aún más. Era la primera vez que veía a alguien caerse al suelo de pena. Las piernas habían cedido bajo su peso. Un dolor de tullida, que le atacaba la médula. Ya podía gritar la pobre que la dejaran en paz, se arrancaba el pelo, desplomada en el suelo plastificado del hospital, chillaba, medio enajenada, cuando ya no tenía nada a lo que aferrarse más que una peluca rubia tirada a sus pies y una cabeza calva. Brian la había puesto en pie, Claire, tan menuda, con el peso de una pluma. De un muerto…

Epkeen distinguió entonces la silueta desgarbada de su hijo, que le recordaba a sí mismo, hacía mucho tiempo. Lo acompañaba una rubia sexy, sin duda su novia (se le había olvidado su nombre, Marjorie, ¿no?). Abrió la puerta sin ventanilla del coche y cruzó la calle.

Se le pegaban las suelas al asfalto, calentado por el sol. David vio a su padre y se puso rígido al instante.

– ¡Hola! -lo saludó Brian.

– Hola. ¿Qué quieres?

La rubia mascaba chicle como si estuviera muy duro y se quedó mirando al padre de su amigo con aire insolente.

– Pues nada -dijo, con las manos en los bolsillos-, nada especial; sólo quería charlar un poco…

– ¿Para qué?

Su sinceridad dolía. Brian se encogió de hombros:

– No lo sé: para que consigamos entendernos…

– No hay nada que entender -soltó David, con una expresión definitiva.

Con su diamante en la nariz y dos clavos cromados en los párpados, la rubia del chicle parecía de acuerdo con él.

– Dentro de nada tienes el examen, ¿no?

– Mañana -contestó David.

– Vamos a celebrarlo. Vamos a un restaurante, ¿os apetece?

– Mejor danos dinero: así ahorramos tiempo los tres.

– Conozco un cocinero japonés que…

– Pasa de rollos -lo cortó David-: mamá me ha dicho que la acosabas por teléfono… Estás celoso de su felicidad, ¿es eso?

– ¿Acostarse con el rey de las dentaduras postizas? Gracias, pero paso.

David sacudió la cabeza, como si no hubiera nada que hacer:

– Estás de la olla, tío…

– Sí… Había pensado hacer teatro, esas obras en las que te abres las venas, pero luego me he dicho que no le iba a quitar el trabajo a los jóvenes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zulú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zulú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Caryl Férey - Plus jamais seul
Caryl Férey
Caryl Férey - Plutôt crever
Caryl Férey
Caryl Férey - Utu
Caryl Férey
Caryl Férey - Mapuche
Caryl Férey
Caryl Férey - Haka
Caryl Férey
Caryl Férey - Condor
Caryl Férey
Отзывы о книге «Zulú»

Обсуждение, отзывы о книге «Zulú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x