Caryl Férey - Zulú

Здесь есть возможность читать онлайн «Caryl Férey - Zulú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zulú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zulú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una infancia traumática en la que asistió al asesinato de su padre y de su hermano por el mero hecho de ser negros en la Sudáfrica del apartheid, Ali Neuman ha conseguido superar todos los obstáculos hasta convertirse en jefe del Departamento de Policía Criminal de Ciudad del Cabo. Pero si la segregación racial ha desaparecido, se impone otro tipo de apartheid, basado en la miseria, la violencia indiscriminada y el contagio del Sida a gran escala. Tras la aparición del cuerpo sin vida de Nicole Wiese, hija de un famoso jugador de rugby local, Ali Neuman deberá introducirse en el mundo de las bandas mafiosas dedicadas al tráfico de drogas.

Zulú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zulú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Trozos de carne y de huesos habían chocado contra su cara, pero Neuman reaccionó en un segundo: arrancó el cuchillo que lo mantenía clavado a la caseta y se precipitó hacia ellos. Puro-nervio sintió el peligro. Dirigió su arma hacia el hombre del cuchillo, pero era demasiado tarde: cien kilos de odio se hundieron en su abdomen. El tsotsi retrocedió un metro antes de caer de rodillas en el suelo.

Epkeen recibió un primer disparo, que levantó un poco de arena a sus pies, el segundo se perdió en el aire: detuvo su carrera al pie de la duna y apuntó. A contraluz, el tipo no tenía la más mínima oportunidad: lo abatió de una bala en el plexo.

Junto a la barbacoa, el jefe de la banda se miraba la tripa, incrédulo, con el cuchillo clavado hasta el mango. Neuman no se tomó el tiempo de sacarlo: cogió las manos que crepitaban en el fuego y las tiró sobre la arena.

Epkeen miraba el mundo como a un enemigo, en busca de otro blanco. Entonces vio el cuerpo mutilado de Fletcher al pie de la duna. Neuman se había precipitado junto a él. Se quitó la chaqueta y le tomó el pulso. Dan respiraba todavía.

Epkeen acudió por fin, pálido como un muerto.

– ¡Llama a una ambulancia! -le gritó Neuman, presionando la yugular de su amigo-. ¡Date prisa!

SEGUNDA PARTE

ZAZIWE

1

– ¿Qué tienes, hermano?

– Estoy ardiendo.

– ¿Y tus rodillas?

– Golpean la una contra la otra.

– ¿ Y tu pantalón rojo?

– Ya lo ves, está empapado.

– ¡¿Ytus mejillas, hermano, tus mejillas?!

– Dos surcos de petróleo.

Andy había ardido ante sus ojos: las lágrimas negras se evaporaban como caucho en sus mejillas, pompas mugrientas que reventaban ahí mismo, petrificadas… Los de la milicia habían soltado al chico, ya no era necesario sostenerlo, se mantenía en pie él solo, o más bien buscaba un lugar donde mantenerse en pie. Andy había querido rodar por el suelo, pero la goma ya se había fundido sobre él: por mucho que gesticulara, por mucho que profiriera gritos que rompieran los tímpanos de la Tierra entera, no encontraba un lugar donde desaparecer.

El tiempo se había comprimido en la mente de Ali. Sin duda era demasiado pequeño para comprender de verdad lo que estaba ocurriendo. Todo era vago, irreal, se sentía extrañamente superado por la situación. Distinguía siluetas en la noche, los ojos inyectados en sangre bajo los pasamontañas, el árbol-horca en medio del jardín, la luna resquebrajada, las luces del coche de policía al fondo de la calle, los vigilantes [29] que montaban guardia alrededor de la casa, los policías de paisano que alejaban a los vecinos, pero todo era falso, salvo esas lágrimas negras que resbalaban por las mejillas de su hermano…

Andy se había convertido en un incendio, en una antorcha consumida, un faro vuelto del revés. Ali no oía las voces ni los rumores de la calle, era sordo al caos, y las imágenes seguían superponiéndose, vacías de sentido: su madre estaba detrás de la ventana, con el rostro pegado al cristal, la obligaban a mirar, los gritos, los alientos fétidos de los gigantes, hasta el olor del caucho, todo ello pasaba como flechas por encima de su cabeza.

Los hombres lo sujetaban para que no se perdiera nada del espectáculo: «¡Mira bien, pequeño zulú! ¡Mira lo que ocurre!», pero el miedo a morir lo había dejado fuera de combate. Ali sentía vergüenza, la vergüenza del débil, tanta como para olvidar a Andy, que se estaba quemando vivo: él, Ali, seguía vivo, sólo eso importaba.

No vio lo que ocurrió después: el mundo se había vuelto del revés, la luna había caído del cielo, hecha añicos.

Cuando volvió a abrir los ojos, los gritos habían cesado. El cuerpo hecho un ovillo de Andy yacía en el suelo, parecía un pájaro cubierto de petróleo, y todavía flotaba en el aire ese espantoso olor a quemado… Ali vio entonces a su padre colgado del árbol, y la realidad volvió a él como un bumerán.

No había duda: estaba en su casa, en el infierno.

Una mano lo agarró del pelo y lo arrastró detrás de la casa…

El viento alisaba la hierba y el océano, del color del mercurio, que espejeaba en el crepúsculo. Neuman siguió el camino de piedras hasta lo alto del acantilado. Una gaviota que volaba en el cielo pasó a su altura y lo miró a los ojos antes de precipitarse al abismo.

El faro de Cape Point, desierto, brillaba con su luz roja. Ali rodeó la pared cubierta de grafiti y se acodó en el parapeto. Al fondo, las olas grises rompían contra las calas. El miedo pasaba, pero no el olor a carne quemada.

Dan había sido trasladado al hospital más cercano, en estado crítico. El helicóptero del equipo de socorro había tardado cerca de veinte minutos en aterrizar en la playa de Muizenberg: para ellos había sido como una hora.

Por mucho que apretaran los torniquetes, por mucho que bloquearan el flujo de las arterias y taponaran los agujeros con sus chaquetas y sus camisas, Dan se les iba. Le hablaban, le decían que le volverían a coser las manos, conocían a un especialista, el mejor, le pondrían unas nuevas, más bonitas todavía, más hábiles, manos quirúrgicas, por así decirlo, decían lo que fuera, lo que se les pasara por la cabeza. Claire, los niños, y ellos dos, ellos dos también lo necesitaban, hoy, mañana, el resto de su vida; le hablaban aunque estuviera inconsciente, tendido en el suelo, en coma, con la garganta abierta en un rictus espantoso, y toda esa sangre que la arena se bebía… Neuman volvía a ver su rostro aterrorizado ante el machete, sus ojos claros que le suplicaban, y sus sollozos de niño cuando le cortaron la primera mano… Él lo había arrastrado a esa pesadilla.

El equipo médico, los primeros auxilios en la camilla, la transfusión de urgencia, el helicóptero que se lo había llevado por el cielo, el que le hubieran asegurado que harían todo por salvarlo, nada de eso cambiaba nada. Epkeen no había intervenido demasiado tarde: el que había fallado era él.

Quedaba la vida, aferrada a los jirones, y la esperanza de que se salvara; su corazón latía débilmente cuando se lo llevaban…

Neuman saltó el parapeto que rodeaba el faro y bajó hacia las rocas desprendidas que colgaban por encima del precipicio. Un trozo de luna bostezaba en el azul muerto del cielo; trepó a las rocas, cerró los ojos y se dejó zarandear por las ráfagas de viento. Un paso más y se lo tragaba el vacío. Un descanso acrobático… Pero podía darle la vuelta a la piel de la tierra como se despelleja a un conejo, unirse a las aguas plateadas en un abrazo postrero, al final del vértigo estaba solo.

Neuman contempló cómo caía la noche antes de bajar del acantilado.

La luna lo guió por el camino. Pese a los puntos, volvía a sangrarle la oreja. Se le acercó un babuino, un macho viejo, que el zulú ahuyentó con una mirada asesina. Pensaba en Claire, en los niños, en todo lo que no había hecho para salvar a Dan… Apenas había cruzado las barreras de la reserva cuando Epkeen llamó al móvil. Brian estaba en el hospital, con ellos.

Una probabilidad entre diez, había dicho el médico.

– ¿Cómo está?

Neuman contuvo el aliento, en vano:

– Todo ha terminado…

2

Joost Terreblanche había servido dieciséis años como coronel en el 77° batallón de infantería, la unidad especial encargada de mantener el orden en el bantustán de KwaZulu.

El gobierno del apartheid había delegado el poder en el interior de los enclaves en jefes tribales, bajo tutela del ministerio. Esos jefes «comprados» recibían el apoyo de milicias constituidas por desarrapados locales, los vigilantes, que imponían la ley a golpe de porra. La población negra vivía en un estado de terror permanente, también porque los militantes del ANC o del Frente Democrático Unido (UDF) [30]imponían feroces represalias contra quienes violaran el boicot y contra toda persona que colaborara con el opresor. Políticamente aislado, el apartheid había sobrevivido dividiendo a sus enemigos. Se permitió así que el Inkatha, el partido zulú del jefe Buthelezi, disputara al ANC su papel de jefe de la oposición y criticara después su posible participación en una coalición gubernamental, lo que provocó diez años de guerra civil larvada y la peor violencia de toda su historia [31]. Las manifestaciones degeneraban en baños de sangre: cuando las revueltas amenazaban con convertirse en sublevación, se enviaba a los Casspir del 77° batallón, los famosos vehículos blindados, que traumatizaron a toda una generación.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zulú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zulú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Caryl Férey - Plus jamais seul
Caryl Férey
Caryl Férey - Plutôt crever
Caryl Férey
Caryl Férey - Utu
Caryl Férey
Caryl Férey - Mapuche
Caryl Férey
Caryl Férey - Haka
Caryl Férey
Caryl Férey - Condor
Caryl Férey
Отзывы о книге «Zulú»

Обсуждение, отзывы о книге «Zulú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x