Buhardilla.
La casa se encuentra en la calle «Bastardillos. Esquina a San Cosme, palacio». Como jamás existió una calle con ese nombre, Valle apunta una clara insinuación despectiva, pues «bastardo» significa «que no es hijo legítimo de su padre». San Cosme sí existía en la época, y es la actual Doctor Fourquet, junto a San Cosme y San Damián. La aclaración de «palacio» es ambigua, pues, aunque haya un tono irónico en Max (ya que la miseria de su casa es lo más opuesto a la opulencia de un palacio), guarda un intenso orgullo personal: «Donde yo vivo, siempre es un palacio» (VI). Pero, además, se llama «Palacio» a un barrio de Madrid próximo al Palacio Real, desde la plaza de España y la Gran Vía hasta la calle de Segovia y desde el Palacio de Oriente hasta la ronda de Toledo. Desde su buhardilla se veía la Moncloa (I). En la didascalia inicial de la escena XII, se dice que Max y Don Latino se encuentran en una «rinconada en costanilla». Se puede identificar con la rinconada de la plaza de San Nicolás, muy cerca del Pretil de los Consejos.
La librería del viejo de Zaratustra es una lóbrega cueva en el Pretil de los Consejos. El carácter expresionista, oscuro y negativo de la descripción se refuerza con la animalización permanente y los juegos de luz. El simbolismo impregna el mundo desolador de Max: los libros son viejos; la librería, oscura. Zaratustra es un ratón más de biblioteca que poco tiene de ejemplar. Podemos añadir que los fuertes desniveles de la zona en la que se encontraba la librería («la cueva») favorecieron la construcción de bodegas, algunas de las cuales todavía existen.
Tabernas y cafés aparecen en cuatro escenas. Se ha de tener en cuenta la importancia que estos espacios siempre han tenido en la sociedad española como lugares de reunión y tertulia, a veces, de borrachera, pero también eran lugares para hacer negocios. Lógicamente, encontramos en la realidad tantos modelos como niveles sociales; en la obra, tres.
La taberna de Pica Lagartos aparece en las escenas III y XV. Claudinita ya había anunciado que su padre acabaría en dicho lugar. Es un triste y oscuro tugurio al que acuden borrachos, bohemios y prostitutas. El mismo nombre animalizado ya es un indicio de su baja estofa. En la taberna comienza la desgracia de Max (III), al desprenderse de la capa que lo protegía del frío; y en el mismo sitio se confirma su sino trágico, con el suicidio de su esposa y de su hija (XV). La taberna se encuentra en la calle de la Montera, en la zona vieja y céntrica de Madrid.
La Buñolería Modernista (IV) se ha identificado como la Churrería (ahora, Chocolatería) de San Ginés, en el pasadizo de San Ginés, cerca de la plaza Mayor. El lugar de reunión de la bohemia madrileña era un antro. En él saludan a Max, envueltos en el olor a fritanga, «los epígonos del Parnaso modernista». La visión despectiva es clara: el buñuelo se hace con mucha rapidez, hacer algo como churros, o como buñuelos, es hacerlo fácil, rápidamente y siempre igual, como los epígonos repiten sus consignas.
El café Colón (IX) es un mundo elegante en el que el acetileno del alumbrado de la taberna se sustituye por los arcos voltaicos de la luz eléctrica. Es el espacio adecuado para el exquisito Rubén Darío, representante de la más excelsa literatura, con el joven secretario del modernista Paco Villaespesa. El contraste entre los distintos espacios (taberna, churrería y café) es extremo. El juego de antítesis del autor continúa: a este espacio selecto y luminoso le sigue la oscura zafiedad de la escena X, con las dos prostitutas, La vieja pintada y La Lunares, en lugar de los dos elegantes escritores, el maduro consagrado y el joven secretario. El café Colón es un espacio referencial, pues existió en el actual número 17 de la calle Alcalá de Madrid, junto al Casino, al lado del café Regina. Hay constancia de que Valle-Inclán acudía a las tertulias de los dos cafés junto con el socialista Indalecio Prieto.
Las calles, como lugares de tránsito, aparecen en varias escenas. Algunas se citan con sus nombres reales; otras, solo en función de la acción y del movimiento de los protagonistas. La primera de ellas es Pretil de los Consejos, que todavía existe, cerca del viaducto. Tiene una fuerte inclinación hacia el río. Allí se encontraba Capitanía General, por lo que era factible que pasara algún detenido (II). Montera (III) es una de las más populares del centro de Madrid. La siguiente es marginal, muy apropiada para que en ella se encuentre la Buñolería Modernista (IV). En la escena X la acción se desarrolla en un impreciso «paseo con jardines». En contraste con el ambiente del café Colón y, también, de la apariencia elegante del nombre, se desarrolla la acción más vejatoria de la obra hasta el momento. En esa escala intensificadora que Valle-Inclán elabora, Don Latino acude a una vieja y triste prostituta, La vieja pintada, mientras que su compañero atiende a los ofrecimientos de la Lunares, una muchachita. Del paseo con jardines se pasa a la zona noble, aunque también popular: el Madrid de los Austrias, delimitado por la calle Mayor, el Palacio Real, la calle Arriola y la calle Peña. La acción se mantiene en la acera, en torno al dolor desgarrado de esa madre a la que han matado a su hijo. Cuando Max también se entera de la muerte del obrero que ha conocido en el calabozo, pide a Don Latino que lo lleve al cercano viaducto, puente de hierro que fue demolido para construir uno nuevo en 1934. Era un lugar común para suicidarse. En la escena XII, Max vuelve hacia su casa, pero la localización inicial de los personajes se sitúa en las inmediaciones de su zaguán, en una «rinconada en costanilla». El espacio actúa con valor narrativo, dramático, porque no se cita ningún nombre. La escena VII se desarrolla en la redacción de El Popular. La didascalia describe un espacio igualmente triste y oscuro similar a otros que Valle-Inclán conocía bien por haber trabajado en redacciones. En la escena VIII la acción transcurre en el Ministerio de la Gobernación. El último espacio es el Cementerio del Este (XIV), en la actual avenida de Daroca. Se inició su construcción en 1884 y se terminó en 1925. Por tanto, en 1920 no estaba finalizado, si bien ya se usaba. Desde su creación fue cementerio civil, pues una ley de 1883 obligaba a que en todas las localidades de más de 600 habitantes hubiera una zona para entierros civiles. Es evidente que ni en el duelo ni en el entierro hay sacerdote ni signo religioso alguno, en coherencia con el pensamiento de Max. En la escena XIV, Rubén propone al Marqués que vuelvan al día siguiente a poner una cruz en la fosa de su amigo, pero el marqués desestima la idea.
No solo hay múltiples espacios, sino variados registros idiomáticos. La literatura de Valle-Inclán, maestro de un estilo depurado y escogido, fue retratada por Rey Moliné (Dorio de Gádex) en una tertulia:
El buen literato […] trabaja su prosa o labra su verso con aquella admirable y sabia paciencia usada por los miniaturistas medioevales, teniendo para ello presente estos cinco ineludibles mandamientos:
Primero: Novedad y propiedad en la aplicación de los adjetivos.
Segundo: Originalidad y belleza en las imágenes.
Tercero: Armonía musical.
Cuarto: Pureza gráfica de expresión.
Quinto: Evocación lírica.
[…] Cualquier página de un libro debe hacerse tantas veces como sea preciso, hasta encontrar su forma definitiva: aquella que la crítica más severa halle impecable.
Desde el comienzo de la obra, don Ramón manifestó su voluntad de diferenciación. Esa voluntad se manifiesta en la selección temática que, a riesgo de no ser comprendida o incluso rechazada, se adentra por caminos tortuosos y más propios de la narrativa que del teatro. A modo de síntesis, señalamos ahora aquellos rasgos manifiestos, tanto en las didascalias como en los diálogos: la variedad y multiplicidad de espacios, en recorridos laberínticos y circulares; el gusto, necesario para la trama, por espacios miserables; los usos de la luz con carácter expresivo, expresionista, con empleo de la oscuridad y el tenebrismo; la atracción por lo sensorial; el empleo de la imagen que se distancia del purismo esteticista para adquirir un sentido crítico; el uso de tropos para reforzar la expresividad, y el manejo en los diálogos de un lenguaje extraordinariamente rico que bordea continuamente el límite de lo verosímil, pero que, por otro lado, crea un sorprendente efecto de realidad profunda. Sin ánimo exhaustivo, veremos algunos de estos recursos en los diálogos y en las didascalias.
Читать дальше