LA VIDA EN PAUSA
LA VIDA EN PAUSA
Diario de superación de un cáncer
en tiempos de pandemia
María Del Valle
TÍTULO: La vida en pausa. Diario de superación de un cáncer en tiempos de pandemia.
AUTORA: María Del Valle López©, 2021
COMPOSICIÓN: HakaBooks - Optima, cuerpo 12
DISEÑO CUBIERTA: Hakabooks©
ILUSTRACIÓN CUBIERTA: Adán Ramírez©
1ª EDICIÓN: septiembre 2021
ISBN: 978-84-18575-99-0
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A todas las mujeres que se enfrentan a sus miedos,
y por las valientes que nos dejaron.
«Quizás el mejor adorno de Navidad
sea una gran sonrisa».
Jack Skellington
(Pesadilla antes de Navidad)
Prólogo
Cada mañana pasan por el Hospital de Día cientos de pacientes. Cada uno con sus historias, sus problemas y preocupaciones.
Cuando los miro siempre me pregunto que habrá detrás de esos ojos, lo qué dicen sus miradas...
Comenzar un tratamiento de quimioterapia con una persona y su familia siempre es muy duro. Se siente un torbellino de emociones, duele veros llorar, la empatía nos hace conectar.
Seré tu enfermera y también tu compañera en este periodo de tu vida, no estás sola. Durante el tratamiento estaré a tu lado, compartiendo muchos momentos de confidencias, risas, lágrimas y abrazos. Las semanas irán pasando, mucho más rápido de lo que te imaginas, y juntas veremos la luz al final del túnel.
Tu recuperación será mi recompensa, y el enorme cariño que recibo es el combustible para seguir en este trabajo. La ilusión es la chispa que me enciende cada mañana, pero se tiene que ir alimentando y lo hacéis vosotros posible. Es por vosotros, ya que enfermería no tiene, precisamente, gran apoyo y reconocimiento por parte de nuestras propias instituciones y mucho menos, políticas.
¡Es tan importante la autoexploración!, no te asustes si detectas algún bultito en tu mama o en la axila. No te escondas tras un “ya se irá, no será nada, mejor no se lo digo a nadie de casa... “. Acude a tu médico y, si es necesario, correremos todo lo posible por ti. El cáncer de mama se cura.
Y para la que necesite un tratamiento de quimioterapia, ¡¡¡aquí nos tiene!!!
Menos mal que no hay una imagen de mi ahora, escribiendo. No sé cuántas veces he parado para secarme las lágrimas, se me escapan solas pero las acompaña una enorme sonrisa.
Muchas gracias y mil besos de parte de todo el equipo de enfermería.
María Sierra Mancha Moreno
Enfermera del Hospital de Día-Oncología,
Hospital Moisès Broggi.
Diciembre
Diciembre, un mes cargado de buenas intenciones y nuevas promesas. El año toca a su fin y es tiempo de hacer balance y limpieza de todo lo negativo, con el anhelo de que lo mejor esté por llegar.
Yo nací un mes de diciembre. Y ahora sé que, de nuevo, en este gélido mes, he vuelto a nacer.
Soy de esas personas que se emocionan cuando llega la Navidad. Me encanta ver la ciudad engalanada con sus luces y estrellas brillantes, las tiendas decoradas con guirnaldas de colores, enormes abetos, sonrientes muñecos de Papá Noel y representaciones de tradicionales belenes por aquí y por allá.
Desde pequeña esperaba con ilusión estas fechas porque además coincidían con mi cumpleaños, y eso suponía un regalo más en mi lista. Claro que siempre estaba quién veía la ocasión propicia para ahorrárselo con la excusa de: «tu regalo ya te lo daré el día de Reyes».
Luego estaban las vacaciones escolares, las comilonas familiares con sus eternas sobremesas, las tardes de juegos reunidos Geyper con mis hermanos y primos, mi padre poniendo villancicos en el radiocasete y todos cantando desafinados. Infinidad de buenos momentos.
Y en medio de ese escenario tan navideño estaba mi aniversario. Al ser fiesta en la escuela siempre me libraba de invitar a mis compañeros a caramelos, aunque confieso que me hubiera gustado sentirme protagonista por un día y que me cantaran el “Cumpleaños feliz”, como al resto de niños que cumplían los años durante el curso. No quiere decir que me gusten las grandes celebraciones, en realidad prefiero rodearme de mis cuatro amigos más íntimos y disfrutar de una velada tranquila.
Pero reconozco que hay una edad que marca un antes y un después en la vida de una persona: los 50. Es como que da cierto respeto cuando lo pronuncias en voz alta: «50». Sientes sobre tus hombros el peso de los años y lamentas lo rápido que se han pasado. Sin duda, los 50 merecen una especial atención, y, obviamente, un fiestorro.
Diciembre del 2019 tenía una fecha señalada en rojo en el calendario: mi 50 aniversario. Empecé a planear comidas con la familia, cenas de amigos y algún viajecito que reservaba para tal efeméride.
Diciembre iba a ser un mes extraordinario y me fui dejando llevar por la euforia, sin contar con que el destino es caprichoso y que muchas veces se empeña en tocarte las narices cuando parece que las cosas van mejor.
Quince días antes de mi cumpleaños fui a hacerme una mamografía. Un control rutinario que realizaba anualmente desde que me detectaron hace unos cinco años un fibroadenoma (un tumor benigno). Por suerte, aquel día todo quedó en un susto, lo cual no evitaba que pasara unos minutos muy tensos con cada revisión, después de los cuales siempre respiraba aliviada y dando gracias a Dios, al Karma y a la Providencia por encontrarme bien de salud. Pero en esta ocasión parecía que todos ellos se habían marchado de vacaciones y me habían abandonado a mi suerte.
Me detectaron un pequeño bulto en el pecho izquierdo. 50% de posibilidad de que sea malo, dijeron. ¿En serio? Me quedé igual que si me hubieran dado una bofetada, esperando recibir la segunda en la otra mejilla.
Con urgencia me programaron una biopsia y una resonancia que confirmaría el peor de los pronósticos: tenía cáncer de mama. ¡Menudo regalo de aniversario!
Los días que se suceden a continuación tras recibir una noticia como esta pasan a cámara lenta, como reproducidos por un viejo proyector de cine, vas a trompicones sin saber dónde tienes la cabeza. Caminas entre la gente como si fueras una sombra, transparente, un alma en pena, un personaje sin guion. No sabes cómo procesar tantas emociones ni cómo afrontar algo así.
Puedes intentar ser valiente, pensar que las cosas pasan por un motivo que desconoces, que se trata de una lección de vida, una prueba de la que saldrás más fuerte, pero la simple y llana verdad es que te ha tocado un marrón de cuidado.
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