María Del Valle - La vida en pausa

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¿Cómo cambiaría tu vida si mañana te dijeran que tienes cáncer?La vida en pausa es una historia de superación, que comienza justo en el momento en que todo mi mundo se detiene al recibir una noticia así. Trato de explicar todo el proceso, sin sentimentalismos, sin tabús, de manera directa y clara. Cómo me enfrento a una enfermedad que me aterra e intenta devorarme, cómo me afecta el tratamiento y cuáles son sus efectos secundarios.Hablo del día a día: las sesiones en el hospital, los cambios físicos, la gestión de las emociones, la búsqueda de la motivación y la fuerza para afrontarla y superarla. Y cuando empiezo a tener el control, irrumpe un virus que colapsa el sistema sanitario y provoca una pandemia a escala mundial. Un libro que apuesta por dar visibilidad y normalizar el cáncer, con una mirada que se aleja de la compasión y el estigma que sufren las personas que lo padecen.

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Me siento en una butaca de color azul, desde donde observo expectante el continuo ir y venir de las enfermeras comprobando los monitores de los pacientes cada vez que suenan unos «bips» que se repiten por todo la sala como una mala sinfonía. Algunos de ellos parecen estar dormidos, otros miran el móvil o la tablet, o bien charlan con sus acompañantes, o bien con las enfermeras que los atienden.

–Las enfermeras son ángeles –oigo que dice una de las pacientes.

Me la miro incrédula, todavía es pronto para que comprenda el verdadero valor de todo lo que hacen por nosotros.

Me pongo cómoda. Estas sillas no están mal, puedo incluso estirar las piernas, están pensadas para pasarte varias horas lo más confortable posible mientras recibes la medicación, conectada mediante una vía a un gotero o porta sueros. Llevo un catéter subcutáneo en el brazo derecho y veo como entra el líquido en mi interior. No duele nada, pero soy un poco aprensiva y a veces tengo la sensación de que las venas se hinchan, la vía se obstruye y puede pasar cualquier cosa.

Vuelvo a tocar de pies a tierra y dejo las fabulaciones cuando mi marido pregunta cómo me encuentro. Está sentado en una silla justo a mi lado, atento a lo que necesite y aguantando toda la sesión igual que yo. He de estar un par de horas aquí, así que es un alivio estar acompañada y paso el rato más distraída.

El apoyo de la familia es fundamental para sobrellevar esta situación. Por mucho que intentemos ser fuertes y llevar la enfermedad lo mejor posible, hay cambios en las rutinas diarias, frecuentes visitas al hospital y altibajos físicos y emocionales que alteran el ritmo de nuestra vida familiar. Este marrón nos afecta a todos.

Tengo dos hijos, uno mayor de edad y el otro a punto de cumplir los 18. Ellos estuvieron al corriente de mi enfermedad desde el primer momento, pues soy muy transparente y me cuesta disimular los sentimientos, ¡vaya que con la cara pago! Así que tuve que ser clara con ellos y explicarles el tipo de tumor que tenía, quitarle hierro diciéndoles lo que todos ya sabemos: que es uno de los más frecuentes en las mujeres, que una de cada ocho lo padecerán a lo largo de sus vidas y que se puede curar si se detecta a tiempo. Y yo había llegado a tiempo.

Confío en que lo llevaremos bien, son unos chicos muy responsables, sé que estarán a mi lado para lo que necesite y vamos a intentar seguir con nuestras actividades diarias y normalizar la enfermedad en nuestro día a día. No quiero que esto se convierta en un drama, vamos a disfrutar de los momentos juntos, y voy a dejarme mimar todo lo que quieran. Ahora mismo es lo que más deseo, como decía El canto del loco: Y eso es lo que quiero, besos. Todas las mañanas me despierten besos. Sea por la tarde y siga habiendo besos…

Noto un picor en la nariz al experimentar por primera vez nuevos olores: desinfectante mezclado con esencias para limpiar e hidratar la piel que está en contacto con la parte exterior de la sonda. Son detalles que a través de los sentidos se graban en el cerebro como una pesadilla.

Tengo que llevar el catéter durante todo el tiempo que dure el tratamiento, esto nos ahorra muchos pinchazos en las venas y evita que estas se dañen.

El lunes, antes de empezar con la quimio, estuve en el hospital para que uno de esos ángeles con nombre celestial, María, me colocara en el brazo un catéter venoso o PICC (Catéter Central de Inserción Periférica). Yo estaba como un témpano de hielo, muy nerviosa, y ella no paraba de hablar en todo el rato intentando ser agradable y haciendo que me sintiera a gusto.

Al final tuve que reconocer que si no llega a ser por el buen trato y la calidez que desprendía María, me habría derrumbado. Me puso anestesia local en el brazo derecho y con gran habilidad fue introduciendo una fina sonda de unos 40 cm a través de una vena en la parte superior del brazo hasta llegar cerca del corazón, todo esto guiado a través de ecografía. Descrito así produce escalofríos, pero no sentí molestia alguna, y poco a poco me fui calmando, había que conservar todas las energías para afrontar lo que se avecinaba.

—Esto es hacer un paréntesis, pasará rápido ya lo verás. —Sus palabras aún resuenan en mi cabeza.

Y en este momento de mi vida apreté el botón de pausa (II).

«Combatimos el cáncer con todo tipo de cosas,

pero se nos olvida el amor.

Podría ser la mejor arma de todas».

Regina Brett

Segunda sesión

4 de febrero. Tengo la próxima sesión el Día Mundial contra el Cáncer. Muy oportuno.

Las últimas horas han sido muy intensas. La quimio me ha dejado mal cuerpo, supongo que más por la tensión que por la medicación. Ya ha empezado a librarse la batalla dentro de mí. No sé cómo me va a afectar, si lo podré tolerar más o menos bien. Espero no vomitar, odio el olor a vómito.

Estoy algo aturdida desde que he salido del hospital. No tengo ganas de comer, solo deseo tumbarme y descansar tras más de dos horas de medicación, la visita médica y todos los nervios acumulados.

Bebo agua a todas horas, tengo mucha sed y una horrible sensación de boca pastosa y seca. Tomar muchos líquidos es bueno, dicen que necesito hidratarme bien «por dentro» para evitar infecciones en las mucosas y «por fuera» poniéndome crema hidratante, ya que la piel se resiente bastante con el tratamiento. Pues a embadurnarse se ha dicho.

A la mañana siguiente me encuentro mejor. He descansado y tengo algo más de apetito, parece que no voy a vomitar. Es un pequeño triunfo. Debo tomarme unas pastillas (Ondansetron y Fortecortín), durante tres días, para evitar todos esos síntomas que he mencionado antes. Después, en principio, no tengo que tomarme ninguna medicina más a no ser que tenga malestar, así que permanezco a la expectativa de ver cómo sigue este proceso.

No me apetece salir de casa, estoy de bajón. Me agobio pensando en todo lo que me queda y lo que está por venir. Ahora mismo estoy llena de pensamientos negativos que enturbian mi mente.

Paso el rato tirada en el sofá. Tengo todo el derecho del mundo, el oncólogo me previno que tendría días así, más apática y sin ganas de hacer nada, por lo que no debía agobiarme. Simplemente descansar. Así que solo me levanto para cocinar y vuelvo al sofá, intento distraerme un rato con la televisión o alguna serie, pero los ojos me escuecen y tengo que apagarla para descansar la vista.

Al cuarto día me atrevo a dar un pequeño paseo y camino hasta mi trabajo, que está a unos veinte minutos de casa. Aprovecho para saludar a las compañeras y entregar el parte de la baja médica, pasaran meses hasta que pueda volver a mi rutina laboral. Me sienta genial socializar un poco, hablar con las amigas y reírme con los cotilleos. Incluso olvido por un instante que estoy enferma. Parece mentira que diga esto, pero voy a echar de menos trabajar.

Se me hace raro, tan acostumbrada como estaba a ir corriendo siempre de un lado para otro y hacer mil tareas en un día; ahora todo es más lento y apenas hago nada. Claro que en realidad es mucho lo que tengo que hacer y requiere toda mi atención: tengo que curarme.

El viernes estoy de mejor ánimo, he estado buscando en Internet información sobre pelucas y he encontrado una asociación cerca de mi localidad donde las prestan gratis, a cambio de una aportación solidaria. Esa misma tarde voy a visitar la entidad PICAM de Molins de Rei que asesora y ayuda a personas en procesos oncológicos, y además ofrece un servicio de Banco de pelucas nuevas o en buen estado. He tenido suerte porque me han dejado una nuevecita de pelo corto castaño que no me queda nada mal, aunque tendré que acostumbrarme a mi nueva apariencia.

Hablo con una señora muy amable que me da consejos sobre alimentación y cuidados de la piel para sobrellevar los efectos adversos. Me recomienda batidos de verduras y frutas por la mañana, lo que hoy llamamos smoothies, e insiste en que incluya el apio, pues parece ser que tiene propiedades muy beneficiosas para la salud (fibra, flavonoides, vitaminas A, B1, B2, B3, B6, C, minerales…). Sinceramente, lo probé unos días después, pero fui incapaz de bebérmelo. Así que mi cuerpo tendrá que buscar los beneficios de esta hortaliza en otros alimentos.

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