americana Define el diccionario de la Real Academia Española el sustantivo americana como ‘chaqueta de tela, con solapas y botones, que llega por debajo de la cadera’. La palabra tiene, sin duda, relación con América. Pero ¿por qué? Como sucede con muchas de las prendas de vestir, su historia es algo larga y está relacionada con su evolución. La chaqueta ha ido cambiando para tomar su forma moderna en Inglaterra, de donde pasó a América del norte, adquiriendo allí su configuración actual (con las alteraciones propias introducidas por los cambios de la moda). La prenda volvió a cruzar el Atlántico para llegar a España en el siglo XIX como la chaqueta americana, o simplemente americana. Por la forma que tenía, también fue conocida como chaqueta de saco, designación que se ha mantenido en las Islas Canarias y en América, aunque solo como saco. Véase también el artículo chaqueta.
amilanar En la primera acepción del diccionario académico, amilanar significa ‘intimidar o amedrentar’. Se trata de una formación parasintética a partir de milano, el ave rapaz. La voz se explica por el pánico que provocan las aves de rapiña entre sus presas, que se acobardan y tienden a ocultarse, de donde pasó a aplicarse también a las personas (véase lo expuesto en el artículo azorar). Lo explicó Sebastián de Covarrubias (1611): «amilanarse, vale lo mismo que acobardarse y encogerse, como hacen algunas avecillas del milano. O se dijo del mismo, que cuando el águila u otra ave de rapiña cae a él, se acobarda, no embargante que suele volverse a él con pico y garras, que a veces hiere al halcón, sin que él reciba daño. Amilanado, el cobarde y amedrentado». El primer diccionario de nuestra lengua en recoger la voz es muy poco anterior, el de Alonso Sánchez de la Ballesta (1587).
amoniaco o amoníaco El amoniaco tiene su nombre a partir del latín AMMONIĂCUM, voz que procede del griego ammoniakón, que se deriva de Ammón, importante dios de los egipcios. Así es porque se obtenía de la sal recogida cerca del templo de Ammón en Libia. Cuenta Andrés Laguna en sus comentarios del Dioscórides (1555) que «llámase ammoniaco aquesta goma por dos respectos, conviene a saber, porque destila de su planta sobre la arena, commúnmente llamada ammos en griego, y porque se trae de aquella parte de Libia a donde estaba antiguamente el templo de Ammón […]». De esas palabras parece que se hizo eco Sebastián de Covarrubias (1611) cuando escribe: «armoniaco es una especie de goma que nace de un arbusto o férula, que nace junto a Cyrene de África […]. Es bueno para perfumes y tiene suave olor; corrompimos el vocablo, que en griego es ammoniakon, y díjose así o porque la planta donde se cría la destila sobre el arena, dicha en griego ammos, o porque se trae de aquella parte de África, adonde hubo aquel célebre templo de Ammón […]».
análisis Quien más y quien menos ha tenido que realizarse a lo largo de su vida algún análisis, que, en este sentido, define el diccionario académico como ‘examen cualitativo y cuantitativo de ciertos componentes o sustancias del organismo según métodos especializados, con un fin diagnóstico’, y, de un modo más general, como ‘distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos’. La voz procede del griego análysis ‘liberación, disolución’, compuesto de aná ‘según’ y lysis ‘acción de soltar, separación, disolución’, esto es, aquello que se realiza, o a lo que se llega, mediante la separación de sus elementos componentes. La voz no aparece en nuestros diccionarios anteriores a la fundación de la Academia, salvo en el hispano-inglés contenido en el multilingüe de John Minsheu (1617). Más moderno es otro compuesto, diálisis, con el mismo sustantivo lysis y diá ‘a través de, separadamente’, que el DRAE califica como tecnicismo de la física y de la química con el valor de ‘proceso de difusión selectiva a través de una membrana, que se utiliza para la separación de moléculas de diferente tamaño’.
anarquía La anarquía es la ‘ausencia de poder público’ según define el diccionario de la Academia la primera acepción, de la que nace la siguiente ‘desconcierto, incoherencia, barullo’, mientras que la tercera es ‘anarquismo (doctrina política)’, y no hay ninguna más. Es una palabra tomada del griego anarchía, con el mismo valor, que se deriva de anarchos, compuesta de an ‘sin’ y archós ‘guía, jefe, el más poderoso’, esta última procedente de archein ‘mandar, reinar’. En definitiva, la forma griega ya venía a significar ‘sin jefe, sin gobernante’. A partir de anarquía se han formado otras palabras como anarquista, anarquismo o anárquico.
andamio Véase andén.
andén Los andenes de las estaciones de ferrocarriles, de los muelles de los puertos, de los puentes, etc., nada tienen que ver con andar, por más que por ellos se pueda andar. La palabra procede del latín *ANDAGĬNEM, de INDAGĬNEM ‘cordón, ojeo de la caza y cuantos instrumentos están en uso para caza’, ‘línea, cordón, estacada para estorbar la entrada a los enemigos’. De donde pasaría a designar la faja de terreno que hay alrededor de algo, y como cuentan Corominas y Pascual «es fácil pasar de ahí a ‘faja de terreno larga y estrecha’ en general, sin contar con que INDAGO pudo tomar fácilmente el significado de ‘pista, huellas de la caza’, por influjo del verbo derivado INDAGARE, que significaba ‘seguir la pista’». Así es fácil explicar algunas de las definiciones académicas como ‘en las norias, tahonas y otros ingenios movidos por caballerías, sitio por donde estas andan, dando vueltas alrededor’ o ‘corredor o sitio destinado para andar’, así como otras similares no recogidas por la Institución y de uso regional. La atracción por explicar andén con andar debió producirse muy pronto, a partir de los sentidos señalados, y quizás también por la presencia de andamio, este sí derivado de andar con el sufijo -amio. Antonio de Nebrija en el Vocabulario español-latino (seguramente de 1495) escribió: «andén para andar, ambulacrum, i», casi lo mismo que dice para la otra voz aducida: «andamio, por donde andan, ambulacrum, i».
ángel Gracias a la implantación de la religión, la palabra ángel es bien conocida en nuestra lengua, siendo la primera acepción que registra el diccionario académico ‘en la tradición cristiana, espíritu celeste criado por Dios para su ministerio’, y del mismo ámbito también es la segunda ‘cada uno de los espíritus celestes creados, y en particular los que pertenecen al último de los nueve coros, según la clasificación de la teología tradicional’. De estos valores derivan los siguientes que pone para la voz ‘gracia, simpatía, encanto’, ‘persona en quien se suponen las cualidades propias de los espíritus angélicos, es decir, bondad, belleza e inocencia’. Sin embargo, en su origen el término significaba otra cosa, aunque del valor original no ha quedado nada en nuestra lengua. Procede del latín ANGĔLUM ‘mensajero, ángel’, que, a su vez, viene del griego ánguelos ‘mensajero, enviado’, compartiendo etimología con evangelio. El ángel, es, pues, el mensajero, el que viene a transmitirnos los designios de la divinidad, y el que la sirve, además de cuidar de nosotros mismos. Sebastián de Covarrubias (1611) dijo: «ángel, en el rigor de su significación vale tanto como nuncio o mensajero, y es nombre griego ánguelos, angelus, nuntius. Y porque los espíritus celestiales hacen la voluntad de Dios, y por su mandato vienen a la tierra con mensajes, tienen este nombre, no por naturaleza, sino por oficio y ministerio [...]. Angelical, cosa de ángeles. Agua de ángeles, por excelencia, siendo de suavísimo olor».
anguila La anguila es, según la larga y enciclopédica definición académica, un ‘pez teleósteo, fisóstomo, sin aletas abdominales, de cuerpo largo, cilíndrico, y que llega a medir un metro. Tiene una aleta dorsal que se une primero con la caudal, y dando después vuelta, con la anal, mientras son muy pequeñas las pectorales. Su carne es comestible. Vive en los ríos, pero cuando sus órganos sexuales llegan a la plenitud de su desarrollo, desciende por los ríos y entra en el mar para efectuar su reproducción en determinado lugar del océano Atlántico’. La voz con que la nombramos procede del latín ANGUILLAM, que, a su vez, es un derivado diminutivo de ANGUIS ‘culebra’, por medio del adjetivo ANGUINUS ‘parecido a la culebra’, lo que nos está remitiendo a la forma semejante que tienen ambos animales, por más que la anguila sea acuática, lo que habría producido una forma *anguin(o)la, que daría la forma antigua anguilla, después anguila. Sebastián de Covarrubias (1611) habló de ella: «anguilla, pez conocido, que por la mayor parte se cría en el agua cenagosa y de ella entienden se produce, pues no hay anguilla macho ni anguilla hembra, y si una se engendra de otra es de la vascosidad o graseza que dejan estregándose en los peñascos que están debajo del agua. Presupuesto que no se ha hallado ninguna que tenga huevos como los demás peces, ni otra cosa de que pueda ser producida o engendrada la prole [...]. Los que con facilidad quiebran sus palabras y se quitan de ellas con delgadezas y sutilezas son comparados a las anguillas lúbricas y deleznables, que presas se escurren de entre las manos [...]. Los que para medrar inquietan las repúblicas son comparados a los pescadores de anguillas, los cuales, si no enturbian el agua, no pueden pescar ninguna, por lo cual se dijo a río vuelto, ganancia de pescadores para significar un hombre apartado de todos los demás, sin trato ni comercio alguno; pintaban la anguilla con el mote Sibi soli natus [nacido por sí solo], porque la anguilla, como nace del cieno y bascosidad, no reconoce padre ni madre, ni pariente. El profano, el encenagado en vicios, indigno de ser admitido al orden sacro y ministerio eclesiástico, comparaban al anguilla, que por ser sin escamas era contada entre los peces inmundos, y vedada a los judíos por tal. Viniendo a su etimología pone más horror por tener nombre de culebra, no porque lo sea, sino por lo mucho que le semeja, y así anguilla dicitur ab angue, quod specie anguem repraesentet, graece enchelys [anguilla se dice de angue, porque se parece a una serpiente, en griego enchelys]. El golpe que el cómitre da con el rebenque se llama anguillazo, porque tiene el tal azote forma de anguilla y porque antiguamente los romanos azotaban sus hijos con anguillas, según refiere Palmireno [...]».
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