1 ...7 8 9 11 12 13 ...21 apreciar Véase precioso.
aquilatar Véase quilate.
ardilla El nombre de este animal es claramente un diminutivo, aunque la palabra de que se parte no suele ser conocida por la mayor parte de los hablantes, el antiguo castellano harda o arda, forma de origen incierto, no latino, aunque común al bereber, al hispanoárabe y al vasco. No parece que tenga que ver, como algunos han pretendido, con el verbo arder, apoyándose en la imagen que sugiere el movimiento inquieto de su cola y el color rojizo de su pelaje, que podrían evocar la llama de un fuego, entre ellos Sebastián de Covarrubias (1611) en el artículo harda, donde dice que «el nombre castellano harda, quitada la aspiración, puede venir del verbo arder porque es ardiente, fogosa y presta y tan inquieta que nunca está queda; y así la llaman por otro nombre pyrolos que vale tanto como ‘fogoso’, del nombre griego pyrrós, ignis».
ardite La palabra ardite no es de mucho uso en la lengua, empleándose de manera casi exclusiva en expresiones como no dársele un ardite o no me importa un ardite, donde más parece un eufemismo por no emplear otras voces malsonantes que pueden aparecer en ese tipo de construcciones. La voz es de procedencia gascona, y en su origen servía para nombrar una moneda de oro acuñada en Aquitania por el Príncipe Negro (Eduardo de Woodstock, Príncipe de Gales, 1330-1376). Esa forma es probable que procediera del inglés farthing, nombre de una moneda antigua de reducido valor. El nombre gascón sirvió después para nombrar una ‘moneda de poco valor que hubo antiguamente en Castilla’, como reza la primera acepción del diccionario académico. Por su escaso valor, pasó a nombrar también cualquier ‘cosa insignificante o de muy poco valor’, como recoge ese mismo diccionario en la segunda acepción, sentido con el que se emplea en expresiones como las citadas, con las que se da a entender que no le concedemos la menor importancia a aquello de lo que se habla, que no le prestamos atención ninguna.
armario El armario es el ‘mueble con puertas y anaqueles o perchas para guardar ropa y otros objetos’, según la definición académica. Procede de la voz latina ARMARĬUM, que originalmente significaba ‘lugar donde se guardan las armas’, de donde pasó a designar el mueble en que se podían guardar diversos objetos, no solamente armas. Fr. Diego de Guadix (1593) pretendía que procediese del árabe, por interpretar mal una de las variantes de la palabra, aunque sin desconocer su origen latino: «almario llaman en algunas partes de España a un alhacenilla de madera o ventana ciega en la pared, con sus portezuelas, para reponer y guardar en ella cosas. Consta de al, que en arábigo significa ‘la’, y de mario o almario, que en latín significa esta dicha alhacenilla, así que todo junto, almario, en arábigo y latín significa ‘la alhacena’. Parecer ha sido de hombres doctos que este nombre no es almario, sino armario, que es corrupción de este nombre latino armarium; tome el lector lo que más cuadrare con su ingenio». Sebastián de Covarrubias (1611) recogió la voz haciéndose eco de lo dicho por el P. Guadix.
armatoste Define la Academia en su diccionario la palabra armatoste como ‘objeto grande y de poca utilidad’. Para la Institución la voz es de origen incierto, aunque la compara con el catalán antiguo armatost. La forma catalana designaba al ‘aparato con que se armaban antiguamente las ballestas’, compuesta del verbo armar y el adverbio tost ‘pronto’, pues facilitaba el acto de armar la ballesta, si bien pudo componerse en castellano con el antiguo toste, adverbio tomado del catalán. El paso del nombre del aparato al del objeto grande y poco útil se explica por la generalización de las armas de fuego que hicieron del armatoste algo inservible y embarazoso, dando origen al nuevo sentido, que pasó del castellano al catalán, en un movimiento de ida y vuelta. Ayala Manrique (1693) explica: «armatoste, un ingenio para armar los ballestones antiguos, donde el que disparaba ponía el pie [...]. Ahora, en vulgar estilo, llamamos armatoste a un trasto embarazoso, viejo e inútil [...]. Dice Covarrubias que es vocablo bárbaro; a mí me parece que claramente se deriva de la voz italiana tosto, que es ‘luego’, para denotar cosa que está hecha con arte, de modo que en un instante se pone como ha de estar, y armatoste es ‘arma presto’. Hoy, vulgarmente, lo aplicamos a cualquiera cosa embarazosa o corpulenta y poco útil; es voz jocosa y baja».
armiño La palabra armiño es más conocida por la piel que por el animal del cual se obtiene. La piel se aprecia por el color blanco que toman al acercarse el periodo invernal en los animales que habitan en las frías regiones del norte de Europa y Asia, y en algunas montañas más meridionales. La voz española procede de la latina [MUS] ARMENĬUS, esto es, [ratón] armenio, pues las pieles llegaban a través del Mediterráneo, habiéndose embarcado en el Mar Muerto, procedentes supuestamente de Armenia. Por el mar donde se embarcaban las pieles también se conocía el animal como MUS PONTICUS, es decir ratón del Mar Muerto, por el Ponto o Ponto Euxino, como se conocía en la Antigüedad el Mar Muerto. Armenia entonces era el país más conocido de Asia Menor, por lo que se tenían las pieles como procedentes de él, por más que su origen estuviese más lejos, en lugares poco o nada conocidos. Sebastián de Covarrubias (1611), bastante bien informado, aunque no con toda la precisión, escribió: «armiño […]. De los armiños hace mención Plinio [...], y llamoles ratones pónticos por criarse en el Ponto; otros que se crían en los Alpes llaman álpicos. A España nos los traen de Venecia, y allí vienen de esas partes septentrionales; son todos blancos como la nieve, excepto la extremidad de la cola, que es negra. Llámanlos armelinos de armus, el espalda, porque en las ropas rozagantes de príncipes y grandes ministros, en las partes septentrionales y en otras, vuelven sobre los hombros unas capillas de estos aforros de armiños, y en Roma los traen los canónigos de San Pedro […]».
arrullar Todos sabemos lo que es arrullar a un niño para que se duerma, aunque también sea ‘dicho de un palomo o de un tórtolo: atraer con arrullos a la hembra, o esta a aquel’, como define la primera acepción el diccionario de la Academia. Se trata de una voz onomatopéyica formada con la raíz rull que Vicente García de Diego define como ‘onomatopeya del canto de la paloma y del canto de la que aduerme al niño’, gemela de la raíz roll con los mismos valores. La voz es conocida de antiguo en la lengua, habiendo dado cuenta de ella Sebastián de Covarrubias (1611): «arrullar, adormecer el niño con cantarle algún sonecico, repitiendo esta palabra: ro, ro, y él mismo suele con un quejidito en esta forma adormecerse, que llaman arrullarse».
asco Véase asqueroso.
asesino, -na Nadie duda del significado del adjetivo asesino, ni de su empleo como sustantivo. Sin embargo, su origen no es tan del dominio público, pues procede del árabe ḥaššāšīn, que quiere decir ‘adictos al cáñamo indio’, o como explican Corominas y Pascual: «del árabe ḥaššāšî ‘bebedor de ḥašîš, bebida narcótica de hojas de cáñamo’, nombre aplicado a los secuaces del sectario musulmán conocido como el Viejo de la Montaña (siglo XI) que fanatizados por su jefe y embriagados de ḥašîš, se dedicaban a ejecutar sangrientas venganzas políticas». Esto es, en el fondo del asesino está el hachís, término procedente, de acuerdo con la Academia, de ese ḥašîš, cuyo valor en árabe clásico es, para la Institución, el de ‘hierba’. La palabra era conocida en la lengua desde la Edad Media, como prueba Hugo de Celso (1538): «asazinos son llamados los que disfrazados de vestidos fingiendo ser de estado o calidad que no son, matan a los hombres y así mismo son dichos asazinos los que matan a otro por algo que les dan o prometen a los tales asazinos, y así mismo los por cuyo mandado hacen los tales delitos, y los que a sabiendas los reciben en sus casas, o los encubren, deben morir por ello [...]». Pero la forma de la voz no se fija hasta el siglo XVIII, como podemos ver, por ejemplo, todavía en Sebastián de Covarrubias (1611), junto a otras consideraciones en las que no parece ir demasiado desencaminado: «asasino, el infiel que disimuladamente y con traición acomete a algún cristiano, y este nombre dan las historias a los que temerariamente han emprendido matar príncipes cristianos por mano de infieles [...]. De aquí se extendió aqueste vocablo asasino significase comúnmente al que mata a otro por dinero que le dieron o prometieron, aunque no en rigor, pues significa lo que tenemos dicho».
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