Manuel Alvar Ezquerra - Lo que callan las palabras

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¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué los azulejos reciben ese nombre si suelen ser de los más variados colores, o por qué la chaqueta también se llama americana, o cómo surgen las palabras yuyu o chuchería? Recuerda el autor la cara de asombro de una alumna cuando contó en clase algo tan obvio como que el boquerón se llama así por el tamaño de su boca en comparación con el de su cabeza, y eso que sus padres tenían una pescadería.
En este libro se pretende dar contestación a preguntas que nos surgen cotidianamente sobre las palabras, lo que significan, su origen e historia. No es un diccionario etimológico por más que se pretenda escudriñar algo de la verdad que encierran y que habitualmente no se manifiesta;
etimología significa, precisamente, lo verdadero de las palabras. Aquí se busca a través del origen de cada una de ellas, la explicación de su forma actual y significado, de las relaciones que mantienen con otras voces.
El mundo de las palabras resulta fascinante. Conocerlas sirve para enriquecernos, para saber algo más sobre el léxico y sobre nosotros mismos. Esta obra viene a des velarnos las huellas que el paso de los años ha ido dejando en la lengua y por qué y cómo se han originado las palabras que utilizamos en nuestro hablar cotidiano.

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azor El nombre de esta ave de rapiña viene del latín vulgar ACCEPTOR, -ORIS, procedente del latín clásico ACCIPĬTER, -TRIS ‘azor, ave de presa en general’, que no parece derivado del verbo ACCIPĔRE ‘coger, recibir, acoger, aceptar’, sino una forma paralela al griego okýpteros ‘que vuela rápidamente’, con influencia fonética, por etimología popular, del verbo latino. Sebastián de Covarrubias (1611) escribió: «azor, es ave de volatería conocida. Latine accipiter, de donde pudo tomar nombre, aunque con mucha corrupción. Llámase humípeta por cuanto vuela por bajo, y su prisión ordinaria es la perdiz. Díjose azor, según algunos cuasi astor, porque los azores se crían en Asturias [...]».

azorar Azorar o azorarse, en la segunda acepción del diccionario académico es ‘conturbar, sobresaltar’, esto es, estar inquieto o intranquilo por algún motivo. La voz es una formación parasintética con azor. Se aplica a las personas a partir del temor que sienten sus presas cuando son perseguidas por el ave de rapiña, como puede interpretarse a partir de la primera acepción del diccionario académico, ‘dicho de un azor: asustar, perseguir o alcanzar a otras aves’. El término ya fue recogido por Nebrija en su diccionario de ¿1495? español-latino. Sebastián de Covarrubias (1611), al tratar la voz azor dejó escrito: «[...]. Azorarse vale alborotarse de alguna cosa súbita, y azorado el alborotado, como la perdiz cuando ha visto el azor. Perdiz azorada, medio asada, porque está muy tierna a causa de la congoja que tomó de verse en sus uñas y así está tierna».

azulejo A menudo he oído la pregunta de por qué los azulejos se llaman así cuando frecuentemente son de color blanco, o de cualquier otro color. Lo cierto es que el nombre nada tiene que ver con el color azul, pues se trata de una palabra procedente del árabe hispánico azzuláyǧ[a], como pone el diccionario académico en la etimología de la voz, y que significaba lo mismo. La confusión por el color azul viene de lejos, y ya Sebastián de Covarrubias (1611) explicaba que son «ladrillos pequeños, cuadrados y de otras formas, con que se enladrillan las salas y aposentos regalados en las casas de los señores, y en los jardines las calles de ellos […]. Dijéronse azulejos porque los primeros debieron ser todos de esta color azul, y después se inventaron las otras, o porque entre todas es la azul la que más campea. En Valencia llaman rajoles a los azulejos, por ventura, por ser en respeto de los ladrillos como rajuelas o ripios, que en latín se llaman assulas, y de allí assulejos. Maestro Sánchez Brocense dice ser arábigo, zulaja». Y, como vemos, no le faltaba razón al Brocense que escribía sus Etimologías españolas hacia 1580.

b

Decía Gómez de la Serna en una de las greguerías que la B es el ama de cría del alfabeto, sin duda, por sus abultadas formas, pero es que también son abundantes las palabras que comienzan con ella, y lo serían muchas más si los romanos no hubiesen mantenido la distinción entre esa letra y la v, pese a que ya confundían los sonidos representados con ellas, que entre nosotros suenan del mismo modo (pese a que algunos ignorantes hipercultos se empeñen en pronunciarlas como en otras lenguas), por lo que para ciertos reformistas de la ortografía bastaría con una sola. Si conservamos las dos es por recuerdo del pasado, aunque también hay confusiones, pues se escriben con b algunas palabras que deberían haber llevado una v como sucede con basura, berza o bochorno. Con la letra b parece quererse representar el modo de hablar torpe, del que no lo hace bien por cualquier motivo, o para nombrar a aquellos a los que no se entiende bien o al lenguaje incomprensible, imitando con ella, con las formas en que se encuentra, el movimiento de los labios. Por ello están aquí voces como bable, balbucir, bárbaro o bobo. También se emplea en otras onomatopeyas, como la de lo que hace un ruido sordo, así las explosiones de las bombas, o la del agua que produce burbujas. A ellas habría que añadir alguna que hace referencia al aspecto exterior de lo nombrado, como la balanza o el besugo. En otras ocasiones son los lugares de procedencia de lo nombrado, o que le han dado nombre, los que hacen que las palabras comiencen con b, como baldaquín, bargueño, bauxita, berlina, bicoca, brabant o brabante y bujía, junto a las que hay que poner las que se parten de nombres propios de persona, como bártulos o bechamel, o de personajes literarios, como birria. Algunas de las voces que recogemos aquí tienen un origen que no deja de sorprender, como berrinche, bigote, biquini o boato.

baba La palabra baba, conocida de todos, es en la primera de las acepciones del diccionario de la Real Academia Española la ‘saliva espesa y abundante que fluye a veces de la boca del hombre y de algunos mamíferos’. Procede de una hipotética forma latina BABA, formación de carácter onomatopéyico del movimiento de los labios al hablar, ­especialmente del balbuceo de los niños que comienzan a pronunciar sus primeros sonidos. Fr. Diego de Guadix (1593) hacía proceder la voz del árabe: «baba, llaman en España y en Italia a una saliva que a los hombres muy descuidados y bobos se les corre y cae de la boca. De este mismo nombre, sin quitarle ni ponerle letra alguna, y en este mismo significado, usa la lengua arábiga, y de aquí componen a la castellana este verbo babear, y de aquí babas». Algo más acertado fue Sebastián de Covarrubias (1611): «baba, el humor pituitoso que suele salir de la boca a los niños y a los bobos, y a los descuidados o traspuestos y embebecidos en mirar o pensar alguna cosa la boca abierta. Y así pienso que baba se dijo de bobo, y bobo a bove […]. El niño llama al agua baba, porque le es fácil de pronunciar la b, enseñados especialmente de la madre, y lo mismo es papa por pan. Y es la razón porque la p y la b se pronuncian con solos los labios y son las más fáciles de proferir de todas. Púdose decir del verbo griego babazo, inarticulate loquor [hablar de manera inarticulada], porque los que tienen muchas babas no pronuncian bien las palabras ni las letras; sola la b, como tenemos dicho, les es fácil, y de allí creo se dijeron balbucientes. Los arábigos dicen que baba es propia voz suya. Babazas, todo aquello que se resuelve en un humor a manera de baba. Desbabar, echar babas».

bable El diccionario de la Academia define bable como el ‘dialecto de los asturianos’, y en la etimología dice que es voz onomatopéyica. Pero onomatopeya ¿de qué? Si acudimos a la opinión de Corominas y Pascual encontramos la explicación: «onomatopeya para indicar el habla confusa y balbuciente de las personas de lenguaje imperfecto», con la que se quiere remedar el movimiento de los labios de quien habla de una manera torpe o incomprensible. Sería, pues, una denominación despectiva de quienes no entendían ese modo de hablar, para ellos balbuciente y poco comprensible, algo rudo.

bacilo Es un tecnicismo de la biología para designar la ‘bacteria en forma de bastoncillo o filamento más o menos largo, recto o encorvado según las especies’, según la definición que figura en el diccionario de la Academia. Es precisamente su forma la que le dio el nombre, pues se formó a partir del latín BACILLUM, que significa ‘bastón o báculo pequeño’. Véase también el artículo bacteria.

bacteria Es un tecnicismo de la biología para designar al ‘microorganismo unicelular sin núcleo diferenciado, algunas de cuyas especies descomponen la materia orgánica, mientras que otras producen enfermedades’, tal como lo define el diccionario académico. Su nombre procede del griego baktería, que significa ‘báculo, bastón’, por la forma que tienen algunas de ellas. Véase también el artículo bacilo.

bailar Pese a las diferentes acepciones que tiene la voz bailar todos conocemos lo que significa el verbo, e interpretamos sin dificultad las acepciones que se derivan de la de ‘ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies’ como figura en primer lugar en el diccionario académico. La forma española bailar es una alteración del provenzal balar, seguramente por cruce con bailar en el sentido antiguo en nuestra lengua de ‘mecer, mover la cuna’ (que está en relación con el provenzal baila ‘ama’); balar procede del latín BAIULARE ‘llevar a cuestas, cargar’, que se originaría en el latín tardío BALLARE ‘bailar’. El sentido de ‘danzar’ aparece registrado en los primeros repertorios léxicos que tenemos. Sebastián de Covarrubias (1611) puso: «bailar, lo que en latín llamamos tripudiare, saltare, a verbo graeco ballizo, tripudio. Es frecuentativo de ballo, iacio, vibro, porque los que bailan se arrojan en alto con las cabriolas y se tuercen a un lado y a otro en las mudanzas. Algunos quieren sea hebreo […]».

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