1 ...8 9 10 12 13 14 ...21 asqueroso, -sa Aunque pueda parecerlo, el adjetivo asqueroso no es un derivado de asco, pese a tener alguna relación con él, pues significa tanto ‘que causa asco’ como ‘que tiene asco’ o ‘propenso a tenerlo’, siguiendo las tres primeras acepciones que ofrece el diccionario académico. La última, indudablemente, surge de ellas: ‘que causa repulsión moral o física’. La palabra procede del latín vulgar *ESCHAROSUS ‘lleno de costras’, derivado de ESCHǍRA ‘costra que se forma con la quemadura de un hierro candente’, a su vez procedente del griego eskhara ‘hogar, fogata, brasero; costra, postilla’. Quiere ello decir que a lo largo de la evolución desde el griego se pasó de la denominación del fuego, a la del hierro calentado en él, y a la postilla de la herida causada con él. En el latín vulgar se creó un adjetivo para nombrar a quien tenía muchas de esas costras, cuya vista no sería de lo más agradable, por lo que tomó el sentido de lo que causa repugnancia, y el del quien la tiene. Esa repugnancia se decía usgo, término que todavía recoge el diccionario de la Academia pese a su escaso empleo, procedente de un supuesto verbo *osgar, a su vez del latín vulgar *OSICARE, derivado del verbo irregular ODI, ODISSE, OSUS ‘odiar, aborrecer, atestar’, y que debió cruzarse con asqueroso para cambiarse en el asco que conocemos. Sebastián de Covarrubias (1611) cuenta: «asco, es lo mismo que el latino llama nausea […]. Y según esto, creo está corrompido el verbo de nauseo, o del sonido que hace en la garganta ahhs, ahsco, o del nombre griego aiskhos, aeschos, turpitudo, sordes, porque toda cosa sucia da horror y asco. Asqueroso, el sucio que mueve asco. Asquerosito llaman al melindroso. Hacer ascos de una cosa, menospreciarla».
astillero El astillero en su primera acepción es, según el diccionario académico, el ‘establecimiento donde se construyen y reparan buques’, voz al parecer derivada de astilla, aunque no en el sentido con que la conocemos hoy de ‘pedacito que salta de un objeto’, o de un ‘pedazo de madera’, sino del primitivo valor de ‘depósito de maderos’ que también consigna el DRAE, o ‘almacén o montón de madera’, que hoy ya no se usa, o no es de uso común. De ese valor primigenio de ‘depósito, almacén’, se pasó a nombrar el taller del carpintero y, en general, cualquier taller (como todavía se usa hoy el francés atelier, y nuestro taller), y de una manera más específica el astillero.
astracán El diccionario académico recoge dos acepciones para astracán, relacionadas entre sí, la primera es ‘piel de cordero nonato o recién nacido, muy fina y con el pelo rizado’, y la segunda el ‘tejido de lana o de pelo de cabra, de mucho cuerpo y que forma rizos en la superficie exterior’. El nombre se debe –a través del francés– a Ástrajan, ciudad rusa europea del Caspio, pues de allí parecen proceder la primeras pieles de este tipo. De ella se deriva astracanada con que se denominada la ‘farsa teatral disparatada y chabacana’, con abundantes juegos de palabras y situaciones disparatadas, cuyos autores más conocidos fueron Pedro Muñoz Seca (1879-1936), autor de La venganza de don Mendo, y Pedro Pérez Fernández (1885-1956), autor de Los extremeños se tocan, así como todo aquello que tiene alguna de las características que se le suponen a este subgénero. Cabe suponer que el nombre le viene por el tipo de público femenino que acudía a las representaciones, vestido con prendas confeccionadas con tal tejido, pretendiendo aparentar un poder adquisitivo o un nivel social, y cultural, del que distaban mucho.
astracanada Véase astracán.
atacar Véase taco.
ateneo Con la palabra ateneo nos referimos a ‘cada una de ciertas asociaciones, la mayor parte de las veces científicas o literarias’ y al ‘local en donde se reúnen estas asociaciones’, según las dos acepciones que recoge el diccionario académico. La voz procede del latín ATHENAEUM, que a su vez viene del griego Athenaion, el templo de Atenea (la Minerva de los romanos), diosa de la sabiduría y de la guerra, en Atenas, en el cual se reunían filósofos, poetas, oradores, artistas, etc., para dar a conocer sus pensamientos y escritos. Cuando en el siglo XIX comienzan a fundarse asociaciones culturales, tanto por parte de la burguesía como por parte de la clase obrera, se les dio el nombre de ateneo en recuerdo del original ateniense. Como complemento, véase el artículo academia.
ático Si miramos la palabra ático en el diccionario de nuestra Academia, podemos ver dos grupos de acepciones claramente diferenciadas. Por una parte, las de adjetivos (que también pueden ser sustantivos) referidos al Ática o a Atenas, en Grecia, y, por otra, las de sustantivos del ámbito de la arquitectura, siendo la más habitual la del ‘último piso de un edificio, generalmente retranqueado y del que forma parte, a veces, una azotea’. Ante ellas la pregunta que surge inmediatamente es la de si tienen relación entre sí. La respuesta es afirmativa, y de un grupo se pasa al otro a través de uno de los órdenes de la arquitectura, que no está entre las acepciones de la voz en el repertorio académico, aunque era el único sentido que aparecía en el primero de los elaborados por la Institución, el que conocemos como Diccionario de Autoridades. Es el presbítero Francisco Martínez (1788) quien nos da la explicación que andamos buscando en el artículo ático: «Era antiguamente un edificio construido por el estilo ateniense en donde no se veía techo alguno. Hoy día dan igual nombre al alto de casa que termina una fachada y por lo común solo tiene dos tercias de la estancia o habitación interior. Llaman también ático a un pequeño alto, o estado que se levanta sobre los pabellones de los ángulos y el medio de un edificio». A este sigue otro, el del ático continuo: «es aquel que rige alrededor de un edificio sin interrupción. Ático interpuesto es aquel que está situado entre dos estancias y adornado por lo regular de columnas o pilastras». Pocos años después, Benito Bails (1802) definía ático como ‘piso de poca altura, que está en la parte superior de un edificio, resalto o pabellón’. Esto es, originariamente era el cuerpo de una fachada que disimulaba u ocultaba la techumbre de la edificación, que más tarde fue cubierto, y, finalmente, se hizo habitable, aunque no con las mismas características (extensión, altura) del resto de la edificación, retranqueado porque no forma parte de la fachada.
atril Según la definición del diccionario de la Real Academia Española, el atril es el ‘mueble en forma de plano inclinado, con pie o sin él, que sirve para sostener libros, partituras, etc., y leer con más comodidad’. La palabra procede del latín *LECTORILE, derivado de LECTOR, -ORIS ‘lector’. Esto es, se trata de un mueble que sirve para leer. En su evolución, la voz perdió la l-, absorbida en el artículo precedente: el letril > el etril, cambiando más adelante la e- por una a-, debido a lo inusual que resultaba como sílaba inicial. Cuando Sebastián de Covarrubias (1611) llegó a ella no anduvo muy acertado en su origen: «atril, el facistol sobre el cual ponemos el libro para cantar. Díjose de la palabra atrium, que comúnmente vale la entrada de la casa, el portal o el zaguán, o el corral que está en entrando la puerta o patio, como se usa en muchas partes, que en la delantera de la casa no hay más que el muro, y luego se entra en un patio, y al cabo de él está la casa y habitación [...]. La Sagrada Escritura hace mención de tres atrios que había en el templo y en el que estaban los sacerdotes que cantaban alabanzas al Señor; debieron de usar de los facistoles para ir extendiendo sobre ellos sus libros, y por haberse usado allí se llamaron atriles, o, lo más cierto, porque el coro donde residen los eclesiásticos se llama atrio, a semejanza del atrio del templo de Salomón, y porque aquel facistol está en medio del coro o en medio del atrio se llamó atril».
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