Cecilia Bobes León - La nación inconclusa

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Encabalgado entre las historias política e intelectual, este libro es un análisis sociológico que estudia el desarrollo y las transformaciones que han experimentado la noción y el ejercicio de la ciudadanía en Cuba.

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Al analizar la constitución de esta sociedad civil, no se puede dejar de tener en cuenta que, ya desde estos momentos fundacionales, la existencia de una numerosa comunidad cubana emigrada a Estados Unidos contribuyó significativamente a conformar los modelos de ciudadanía y los valores de la cultura política. Más allá de los contactos comerciales 10y culturales “cotidianos” que se forjaron desde antes, la primera emigración, que se produce en el siglo xix, fue de carácter eminentemente político y se organizó en asociaciones civiles, clubes patrióticos, con el objetivo de organizar, apoyar o ejecutar la independencia de Cuba. Por lo tanto, al finalizar la contienda emancipadora, los exiliados en su gran mayoría retornaron al país y participaron activamente en su vida política.

Es por ello que, desde los procesos mismos de constitución de la nación cubana, hay que constatar la actividad de los grupos de emigrados que contribuyeron también de manera significativa, tanto a la construcción simbólica de la nación como a los proyectos políticos que en las diferentes etapas la han dotado de su cuerpo procedimental. Muchos de los que en el período colonial soñaron y lucharon por el establecimiento de una república independiente y democrática, tuvieron que hacerlo desde un exilio que se asentó principal (aunque no únicamente) en los Estados Unidos.

Ya desde estos primeros momentos, tanto en de las asociaciones civiles que se fundaron dentro de Cuba, como en las que se establecieron en el exilio cubano en Estados Unidos, comienza a perfilarse lo que sería el corazón de la narrativa de la sociedad civil cubana de la primera República: las nociones de ciudadano, democracia, igualdad, libertad y justicia, en lo que respecta a las cualidades positivas de las relaciones sociales, y las ideas de modernidad, civilización y progreso en cuanto a las cualidades de las conductas y orientaciones culturales generales (Pérez Jr., 1999; Zanetti, 1998a y 1998b). Asimismo, junto con este código positivo que demarcaba la pertenencia, puede inferirse un contra código implícito que refería a España y al estatus colonial de Cuba en tanto identificaba en ellos las conductas de retroceso, conservadurismo, atraso y tradicionalismo y, en consecuencia, demarcaba ya un patrón que definía quiénes debían ser excluidos de la sociedad civil.

Dentro de esta narrativa, el asunto racial (llamado entonces “la cuestión social”) había tenido una presencia notoria y permanente. La narrativa de la sociedad civil criolla —blanca— siempre excluyó explícitamente al negro de la pertenencia. La adopción del liberalismo abre paso a una constitución de la identidad nacional que enfrentaba no sólo a cubanos frente a peninsulares sino también a blancos y negros. En estos discursos las cualidades positivas sólo eran atribuibles a los blancos. 11

Incluso para los propios independentistas, la implementación de los principios democráticos y liberales encontraba la tenaz resistencia de una sociedad organizada sobre una economía cuyo sustento más importante era aún la plantación esclavista. Esto originó una serie de conflictos dentro de los propios insurgentes, retrasando el decreto de abolición de la esclavitud por parte de la República en Armas hasta 1870.

No obstante, alrededor del fin de la guerra, ingresa al código y la narrativa de la sociedad civil un contra discurso que reivindica la integración de los afrocubanos a la misma. Este discurso fue elaborado y difundido por una buena cantidad de sociedades “de personas de color” fundadas a lo largo del siglo xix y encaminadas a promover el “adelanto” cultural y social de los afrocubanos. 12Aunque estos discursos son más bien marginales y no logran imponerse en el imaginario social, contribuyen a complejizar el universo simbólico y a darle visibilidad a un nuevo actor.

En cuanto a la cultura política, ya desde estos momentos iniciales es posible advertir la existencia de los valores que impactarán en la forma de concebir la ciudadanía y la nación. Las prácticas políticas de esos años pueden dar luz sobre las características del repertorio simbólico que la conformaba y además ilustran el modo en que se van induciendo valores que más adelante caracterizarán la cultura política republicana.

La nueva sociabilidad política se canaliza en la formación de los primeros partidos en Cuba. En 1878 se funda el Partido Liberal (más tarde Autonomista), heredero del Reformismo de las décadas de 1830 y 1840, y el Partido Unión Constitucional —de corte conservador e integrista—. Desde estas organizaciones, los cubanos buscaron aprovechar los derechos adquiridos con el Pacto del Zanjón y comenzaron a participar en la política institucional de la metrópoli. Aunque los derechos al voto y a la representación estaban limitados a los hombres blancos con cierto nivel de ingreso, este “entrenamiento político” tuvo una gran importancia para la difusión de una cultura política moderna y amplió el espacio público.

La libertad de imprenta, por otra parte, permitió que los partidos, pero no sólo ellos, discutieran públicamente sobre los grandes problemas del país. Dentro de la gran cantidad de publicaciones (periodísticas, literarias y culturales) que aparecieron por esa época, se “infiltraron” también las voces de los negros y los primeros relatos míticos de la fundación de la nación en la Guerra de los Diez Años. De manera que, en el período posterior a la guerra, la constelación simbólica, en particular el espacio referido a la nación, la ciudadanía y la política, se constituye como heterogeneidad, como lugar de debate y confrontación.

El Partido Liberal se funda como un partido moderno para participar en el sistema político colonial —modificado a partir de 1878— que establecía la posibilidad de elegir tanto autoridades locales como representantes al gobierno de la metrópoli. Su programa buscaba la constitución de una ciudadanía política por la vía legal, ya que contenía reivindicaciones de derechos civiles (libertad de pensamiento, religión, asociación, imprenta, propiedad, etc.) y políticos (admisión igualitaria de cubanos a cargos públicos, aplicación de leyes vigentes en la Península, derecho de voto). Se trata de una visión excluyente y racista de la ciudadanía, que presupone la inferioridad racial y procura la emancipación indemnizada de los esclavos complementada por el estímulo a la inmigración blanca.

El ideario Autonomista 13puede resumirse en la idea de que Cuba podía instituir un sistema político democrático por la vía de la negociación y el respeto a las instituciones peninsulares, siempre que se le concedieran autogobierno e iguales derechos a los “ciudadanos españoles de las dos orillas del océano” (Bizcarrondo y Elorza, 2001: 223). Sobresalen en este ideario la moderación y el respeto por la legalidad que se manifiesta en su práctica negociadora con las autoridades coloniales mientras que su discurso antibélico, que presenta la insurrección como un peligro y una amenaza al bienestar económico y la prosperidad del país, muestra la tendencia a la intolerancia y la confrontación. Como contraparte, su idea de nación es difusa y el sentimiento de pertenencia apenas permite pensar en una identidad nacional en construcción, más definida en torno a lo cultural y territorial que como sujeto de soberanía política.

En el juego político abierto por la Paz del Zanjón, el segundo actor fue el Partido Unión Constitucional que pugnaba la “asimilación” a España y no perseguía el establecimiento de leyes especiales para Cuba, sino la aceptación del dominio colonial tal como estaba. Su marcada tendencia españolista integrista no permite vislumbrar una idea de Cuba como nación que sustente la ciudadanía. También racista y notabiliario, este partido protagonizó —en contubernio con las autoridades coloniales— las primeras prácticas de fraude electoral (Bizcarrondo y Elorza, 2001), que más adelante tanto caracterizarían la política republicana.

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