1 ...8 9 10 12 13 14 ...26 Hasta este punto, solo hemos presentado un breve comentario histórico sobre cómo Inglaterra fue de a poco abandonando la ley natural y el derecho consuetudinario, cambiándolo por la norma positiva y el derecho autoritario. Fue un proceso largo y creciente en el que, de acuerdo con el profesor Harold Berman,(9) los cambios más dramáticos ocurrieron en el siglo XX en todo el mundo occidental bajo el régimen de gobierno de la democracia universal representativa exportada por EE. UU. a toda Europa luego de la Gran Guerra de 1914-1918. Esto no sorprende si entendemos que, como explica Hans-Hermann Hoppe,(10) la democracia es un régimen de gobierno de propiedad pública que tiene todos los incentivos alineados para hacer crecer al Estado avasallando los derechos individuales de las personas y, además, presenta los mejores anticuerpos para evitar que los cambios puedan ser hechos con las reglas que provee el sistema, así como desde dentro y desde arriba del sistema. Y el monopolio de la justicia estatal desempeña un papel fundamental para que la democracia universal representativa sea el mejor anabólico para el crecimiento de la masa muscular del Estado y el debilitamiento privado (ver el capítulo sobre la democracia y las ideas de la libertad).
Las monarquías absolutistas quedaron en el pasado, pero no se rechazó la idea de que el Estado es la fuente suprema del Derecho y, por tanto, no se rechazó el concepto de que el Estado es el determinante del orden social. En consecuencia, somos cada vez más esclavos o vasallos del Estado y sus burócratas. Nuestro derrotero no solo continúa, sino que no es una función lineal, sino una función exponencial. Somos cada vez más aceleradamente esclavos. En términos matemáticos, tanto la primera como la segunda derivada de nuestra esclavitud frente al Estado son positivas. Hay que entender que el derecho estatal y el monopolio del Estado sobre la administración de justicia no refleja una mayor eficacia del gobierno representativo a la hora de dictar leyes, hacer cumplir la ley y administra justicia, sino que es la muestra de que los Estados han perfeccionado todo el andamiaje para transferir riqueza desde los privados hacia sus burócratas y sus asociados inmorales y cómplices solidarios. Hay que entender que la justicia dejó la ley natural y pasó a la ley positiva, abandonando el derecho consuetudinario y abrazando al derecho autoritario, como resultado de una ingeniería social que solo tenía como objetivo facilitar y potenciar el aumento, la centralización y la consolidación del poder estatal (monarca) sobre los ciudadanos de a pie, para debilitar el poder social y afianzar el poder político. El proceso legal y la administración de justicia pasaron a ser el cerebro y el corazón, el alma y el cuerpo del crecimiento del Estado. El monopolio de la ley, de la Justicia y de la seguridad que las constituciones liberales (ver el capítulo “El fracaso de las constituciones liberales”) le confieren al Estado es el nudo del problema, ya que lo hacen parte única de la generación de las leyes y de su cumplimiento, rompiendo el precepto básico de la justicia, y así crean un monopolio estatal que está condenado a crecer a expensas de nosotros. El Estado se paga con impuestos, tasas (de justicia y otras), impuesto inflacionario, impuesto devaluatorio y deuda; todos mecanismos de financiamiento que implican una quita de recursos de ingresos y riqueza al sector privado en favor del sector público y sus burócratas de turno y permanentes, así como de sus cómplices solidarios y asociados inmorales. La idea faro es que el Estado es el enemigo. La libertad solo podrá ser alcanzada el día que no haya más Estado. Mientras que el Estado tenga el monopolio del dictado de leyes, la observancia de las leyes (seguridad) y la administración de justicia, nuestro enemigo seguirá creciendo en nuestro detrimento, haciéndonos cada vez más esclavos, quitándonos cada vez más de lo que generamos. Ante todo debemos dejar de creer en el Estado, debemos dejar de pensar que el Estado vigila, hace cumplir y castiga el incumplimiento de las leyes. Mientras pensemos esto último, estaremos perdidos.
Origen y esencia del Estado enemigo
Los primeros pueblos primitivos no tenían Estado y vivían, se podría decir, en anarquía. No pude sorprender que no hubiera Estado. En aquella situación de extrema pobreza en la cual el ser humano vivía en la más básica subsistencia, prácticamente no había medios económicos o, en realidad, había muy pocos medios económicos y, en consecuencia, no podía haber Estado. La existencia de este exige un piso mínimo de medios económicos, es decir, al menos un umbral básico de generación de riqueza, ya que no se puede confiscar, robar la riqueza que no existe, ni tampoco “sirve” esclavizar gente que no produce. En otros términos, no puede haber Estado donde no hay nada para confiscar, ni robar. Es decir, ningún Estado puede emerger sin que previamente se haya desarrollado una cantidad mínima de objetos que sirvan para la necesidad humana. Y el hilo causal es uno solo: primero se generan los medios económicos, luego aparece el Estado y los medios políticos. Primero se genera la riqueza, y luego aparece un grupo de bandidos que invaden, confiscan, roban y explotan a su vencidos, convirtiéndolos en sus esclavos para que produzcan para ellos. En pocas palabras, sería un grave error intelectual invertir la causalidad y pensar que se vivía primitivamente y en la pobreza porque no había Estado. Es un error intelectual porque el Estado no genera ninguna riqueza, sino que la roba y la confisca de los medios económicos, por lo cual los medios económicos y la generación de riqueza son previos al Estado. También sería un error pensar que la anarquía era lo que mantenía al ser humano en la subsistencia y en estado primitivo. Esto se visualiza claramente cuando logramos despojarnos de la idea equivocada sobre anarquía que nos enseñaron en el adoctrinamiento de la educación pública (ver “La educación pública: el más aceitado mecanismo de dominación”) y entendemos qué significa en realidad este concepto. La anarquía (ver “Hacia una sociedad libre”) son hombres y mujeres organizados por medio tan solo de los medios económicos, con lo cual es un sistema que estimula la generación de riqueza. En anarquía lo que no hay son medios políticos, es decir, no hay confiscación y explotación de unos (muchos) por otros (pocos). En anarquía no hay una clase parasitaria que no produce ni genera riqueza y que solo vive como rémoras de los productores. De hecho, en aquellas tribus primitivas que vivían en anarquía todos los hombres adultos disfrutaban de los mismos derechos. Podría haber habido jefes, que en general eran personas de mayor edad, con lo cual dicha posición respondía al mayor conocimiento adquirido con el paso del tiempo, lo cual daba lugar a un respeto espontáneo y voluntario de los demás para con él. Aunque dichos jefes tribales no tenían en realidad medios para imponer, sino que su voluntad o sus consejos eran recibidos voluntariamente por los otros miembros de la tribu o clan. O sea, nadie estaba obligado a obedecerlo o seguir sus órdenes, es decir, no había ninguna autoridad que gobernase sobre el resto.
El Estado surgió cuando los pastores nómades, que eran más violentos, invaden a los campesinos sedentarios, que eran más pacíficos y se dedicaban a la agricultura. Estos campesinos, que dependían de su trabajo y de su esfuerzo agrícola, vivían apegados a la tierra, su fuente de subsistencia. Obviamente, no eran belicosos, ni conocían el arte de la guerra, ya que la violencia no les proporcionaba más riqueza (conocida por ellos), ni mejoraba su calidad de vida. Es que el campesino no podía llevarse de otro campesino nada que ya no tuviera. Al ser una economía primitiva de subsistencia, no había comercio, ni capacidad para mantener lo producido por la tierra largo tiempo sin pudrirse. Cada campesino utilizaba solo la porción de tierra que necesitaba, y no había interés de trabajar más que aquella porción de tierra que ya trabaja. De hecho, había tierra libre y ociosa. Por consiguiente, se entiende que aquel campesinado no tenía ni intención, ni formación, ni posibilidad de subyugar en forma violenta a ningún habitante cercano. En consecuencia, fueron fácilmente invadidos, confiscados, robados y hechos esclavos por los pastores nómades, que los pusieron a trabajar y a generar riqueza para ellos, convirtiéndolos en esclavos. De hecho, dada su dócil idiosincrasia, los invadidos, confiscados y robados fueron fácilmente convertidos a la esclavitud, ya que casi inmediatamente aprendieron a preservar su vida bajo el yugo de la casta política invasora. Y es en este momento, con la aparición y luego la consolidación de la esclavitud, cuando termina dándose forma final y completa al Estado. En este sentido, hay que tener claro que el Estado implica un círculo que empieza en la invasión, avanza con la confiscación y el robo y termina cerrándose con la creación de la esclavitud, es decir, la aparición de la sistemática y constante explotación de unos (invadidos y esclavizados) por otros (invasores y explotadores).
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