Con este bagaje interdisciplinar y su formación de historiador en sentido estricto, Febvre se propuso combinar el materialismo de Marx con el misticismo de Michelet desde sus primeros años como académico. Su tesis sobre Felipe II y el Franco Condado, publicada en 1911, buscaba conjugar un planteamiento político, social y cultural. 26 Allí utilizaba una nomenclatura marxista, aunque las ideas de fondo no estaban del todo acordes con los planteamientos del materialismo histórico. Hablaba de lucha de clases pero no como un mero conflicto económico, sino también de ideas y sentimientos. Febvre iniciaba la que sería su primera monografía –y, probablemente, la que se puede considerar como la primera monografía de los Annales, aunque todavía éstos no habían sido fundados– con una magnífica introducción geográfica, que serviría de modelo para tantas obras futuras elaboradas al socaire de la escuela. Las introducciones del Mediterráneo de Fernand Braudel y de la Cataluña de Pierre Vilar, por poner dos ejemplos característicos entre tantos, dan fe del influjo de la primera gran obra de Febvre. 27
Con esta obra, Febvre iniciaba el debate clásico entre determinismo geográfico y libertad humana, que por otro lado estaba por entonces muy en boga, en buena medida impelido por el prestigio que por aquellos años empezaba a tener en Francia la geografía. De hecho, es bastante significativo que, entre los dos fundadores de los Annales, Febvre estuvo siempre más inclinado hacia la geografía 28 y Marc Bloch hacia la sociología. 29 Sin embargo, en el ámbito de la interdisciplinariedad los dos partieron de similares postulados, a través de su tendencia hacia una historia bien asentada en el espacio –las introducciones geográficas de Febvre y los análisis de los paisajes rurales en Bloch 30 –, su inclinación por los temas de historia de la religiosidad –las biografías en Febvre 31 y los fenómenos colectivos en Bloch 32 – y su gusto por la historia sociológica, sobre todo a través del influjo de Émile Durkheim.
Poco después de que Febvre empezara a publicar sus primeras obras, empezó a descollar también en el ámbito historiográfico francés un joven historiador llamado Marc Bloch (1886-1944). 33 Ambos coincidieron en la universidad de Estrasburgo durante la década de los años veinte, lo que marcaría definitivamente su fructífera colaboración, que se concretaría sobre todo en los años treinta y los primeros cuarenta, hasta que la guerra truncó la vida de Bloch. Estrasburgo era una ciudad anclada entre las dos principales tradiciones historiográficas, la francesa y la alemana, por lo que era un ámbito especialmente adecuado para un planteamiento magnánimo tanto desde el punto de vista temático como metodológico e interdisciplinar. Por otro lado, la ciudad y su región habían pasado de nuevo a Francia tras la Primera Guerra Mundial, por lo que la presencia de la tradición germánica era una realidad bien asentada.
En 1924 Marc Bloch publica uno de los libros más influyentes del medievalismo contemporáneo, Los reyes taumaturgos . 34 Más allá de su repercusión inmediata, el libro tuvo un influjo muy duradero, constituyéndose incluso como referente de la historia de las mentalidades desarrollada a partir de los años setenta por los componentes de la tercera generación. Se trataba de un estudio político con importantes implicaciones mentales . La obra se adentraba también en la edad moderna, hasta el siglo XIX, para analizar la creencia de que los reyes franceses e ingleses tenían la capacidad de curar escrófulas, enfermedad ganglionar conocida como «el mal del rey». En este contexto, el milagro regio era sobre todo la expresión de una particular concepción del poder político supremo, acorde con la peculiar simbiosis que se da durante esos siglos entre el ámbito político y el espiritual. 35
Se trataba de una obra importante porque rompía moldes convencionales. Por un lado, afrontaba de modo monográfico –no sólo sintético– un amplio período, que rebasaba sobradamente las rígidas fronteras de lo que se conocía como el tránsito de la edad media a la edad moderna. Esto abría la puerta, entre otras cosas, a planteamientos magnánimos como la larga duración que unos decenios más tarde propondría Fernand Braudel. Al mismo tiempo, era una demostración práctica de la eficacia de la pluridisciplinariedad aplicada a los estudios históricos, porque enlazaba temas tan aparentemente dispares como la psicología colectiva, la historia de las mentalidades, la sociología, la antropología, las relaciones entre las representaciones colectivas y los hechos sociales y la aplicación de la historia comparada.
La descollante producción histórica de Marc Bloch y Lucien Febvre no era suficiente, sin embargo, para conseguir un influjo verdaderamente perdurable de sus propuestas historiográficas. 36 Se precisaba un proceso de institucionalización, que se concretaría a través de la fundación en 1929 de la revista Annales d’histoire économique et sociale . Ya en 1920, Lucien Febvre había intentado fundar una revista de historia económica, junto al historiador belga Henri Pirenne, aunque el proyecto no prosperó. En 1928, tras intensos años de convivencia en Estrasburgo entre Bloch y Febvre, el primero de ellos toma la iniciativa y propone la creación de una revista de historia, cuyo director sería Pirenne. Pero éste no ve claro participar en el proyecto y la iniciativa prospera a través de la colaboración conjunta entre Marc Bloch y Lucien Febvre, cuyos nombres siguen apareciendo hoy en día en la cabecera de la revista como fondateurs . 37
A partir de 1930, los Annales se desmarcan claramente de su mayor competidor, la revista inglesa Economic History Review , apostando plenamente por la historia social. La misma orientación que iban dando a sus trabajos Bloch y Febvre marcaba la dirección científica de la revista. Bloch apostaba decididamente por una historia social, como delatan sus magistrales trabajos sobre la historia rural francesa, publicado en 1931 38 y sobre la sociedad feudal, publicado entre 1939 y 1940, en el umbral de la guerra. Lucien Febvre se decanta por una historia también sociológica, aunque con claras connotaciones religiosas, a través del género biográfico en sus estudios sobre Lutero y Rabelais 39 o de un modo genérico, lo que le configura como un verdadero pionero de la sociología religiosa. 40
En La Sociedad feudal , Bloch abarcaba –como en los Reyes taumaturgos – un amplio abanico de tiempo, entre 900-1300. Se proponía dibujar algo así como la cultura del feudalismo y se dejaba dominar por el influjo de la sociología a través de Émile Durkheim, de quien asumía buena parte de los conceptos manejados: la conciencia colectiva, la memoria colectiva, las representaciones colectivas o la cohesión social a través de los lazos de dependencia.
Junto a la titánica lucha por mantenerse al día en su investigación, los dos historiadores afrontaron con eficacia la labor de institucionalización de la escuela. Como parte obligada de la estrategia en el mundo académico francés, hicieron gestiones para trasladarse desde Estrasburgo a París. En 1933, Lucien Febvre consigue una plaza en el prestigioso Collège de France ; en 1936, Bloch hace lo propio con la Sorbona. Ambos lanzan desde allí sus audaces postulados historiográficos, en contraposición con los historiadores empiristas y «positivistas».
La revista sigue su curso durante los años treinta, hasta que la guerra trunca parte de su independencia y creatividad, lo que se pone especialmente de manifiesto con el breve período en que cambia su nombre original por el de Mélanges d’histoire sociale , que se mantendría sólo entre 1942 y 1944. En este año se produciría la dramática muerte de Marc Bloch, que había colaborado activamente en la resistencia francesa, fusilado por los nazis. 41 En pocos historiadores como Marc Bloch se ha puesto de manifiesto tan claramente el especial compromiso que debe tener todo historiador con su tiempo y sus circunstancias, 42 lo que otros han llamado la función cívica del historiador. 43
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