Jaume Aurell Cardona - La escritura de la memoria

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Esta segunda edición realiza un vibrante recorrido por la historiografía del siglo XX, combinando admirablemente el desarrollo de la teoría con la exposición de los autores y las obras concretas. Repasa las corrientes que han dominado la disciplina histórica durante el siglo pasado: los positivismos de entresiglos, los historicismos de entreguerras, la eclosión y desarrollo de la escuela de los Annales, los marxismos y los estructuralismos de la larga posguerra asociados a una historia de carácter socioeconómico, la eclosión del postmodernismo y de los giros lingüísticos y antropológicos en los años setenta, la crisis de los años ochenta, la recuperación de viejos temas y metodologías a través de las nuevas historias, el giro cultural de los años noventa y, por fin, lo que el autor denomina el recurso a las terceras vías, que parece dominar el panorama historiográfico actual. El resultado es un libro apasionante, escrito con una lucidez y claridad ciertamente llamativas, que se convertirá en una herramienta indispensable para los profesionales de la historia en general, para los estudiosos de otras ciencias sociales (filosofía, literatura, sociología, antropología, lingüística), que han de utilizar tantas veces las herramientas de la disciplina histórica, y, por fin, para los alumnos de segundo ciclo de la carrera de historia, que se enfrentan por primera vez a la dimensión más teórica de la disciplina.

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La revolución copernicana en la historiografía llegaría de la mano del historiador alemán Leopold von Ranke a comienzos del siglo XIX, que vuelve a marginar la historia social o cultural a favor de una historia de los principales acontecimientos políticos y diplomáticos. No despreciaba los fenómenos culturales o sociales en absoluto, pero su obsesión por el tratamiento riguroso de las fuentes de los archivos hizo que los historiadores que trabajaban en historia social y cultural aparecieran como meros dilettanti frente a sus documentados trabajos. Sin embargo, como suele suceder en los planteamientos excesivamente inductivos, las segundas generaciones suelen empequeñecer las ambiciosas aspiraciones de sus predecesores y se pierden en disquisiciones meramente formales. Los discípulos de Ranke tuvieron un espíritu más estrecho que el de su maestro y se formó algo que podría asimilarse a una escolástica tardía. 12 La historiografía alemana quedó entonces anclada en el historicismo clásico, incapaz de asimilar las nuevas tendencias que se iban generando sobre todo en Francia. La arista cortante de la innovación pasó de Alemania a Francia en la época de entresiglos.

Los historiadores franceses de principios del siglo XX fueron más capaces de asimilar los nuevos postulados sociológicos, geográficos y antropológicos que llegaban por ósmosis de las restantes ciencias sociales y que tanto favorecerían la creación de una historiografía verdaderamente integradora y con aspiraciones a la globalidad. Esta mayor capacidad de diálogo con las ciencias sociales fue la llave que les permitió afrontar la renovación metodológica que precisaba la historiografía en aquellos años de tan profundas mutaciones epistemológicas en el ámbito científico. El predominio de la sociología como referente metodológico de la historia tuvo mucho que ver con ese cambio de escenario. En este sentido, los primeros Annales son deudores evidentes de la sociología de Émile Durkheim y de los postulados sintetizantes de Henri Berr.

Pocos decenios antes, no obstante, como consecuencia de la progresiva profesionalización de la historia, habían aparecido algunas revistas especializadas que tuvieron por primera vez un notable eco entre la comunidad académica, fijando las reglas y el método de la historia científica. Entre esas revistas destacaban la Historische Zeitschrift (1856) en Alemania, la Revue Historique (1876) en Francia, la English Historical Review (1886) en Inglaterra y la Rivista Storica Italiana (1888) en Italia. Poco antes, habían aparecido en Francia y Alemania obras de verdadera originalidad, como las historias del Renacimiento de Jules Michelet (1855) y Jacob Burckhardt (1860), donde se analiza, por un lado, la historia de los humildes, de los desconocidos y, por otro, la interacción del estado, la religión y la cultura. 13 Sin la exposición previa de las ideas de Michelet, difícilmente Burckhardt habría podido legarnos la noción de Renacimiento que tanto ha influido posteriormente. 14

En los decenios finales del siglo XIX se percibieron algunos hitos que posibilitarían la renovación de los postulados de las ciencias sociales y, en particular, de la disciplina histórica. Por un lado, se asimilaron los postulados de Auguste Comte, que había defendido la necesidad de una historia que fuera capaz de confeccionar leyes generales, al modo de las ciencias experimentales, para superar la mera acumulación de anécdotas y llegar a una historia verdaderamente científica. Poco más tarde se producía la eclosión de la sociología, que culminaría con las obras de Émile Durkheim y Max Weber durante los dos primeros decenios del siguiente siglo. Herbert Spencer se quejaba amargamente de la preeminencia de la historia de los reyes y de los papas y proponía como alternativa la construcción de una verdadera historia del pueblo. Karl Lamprecht, profesor de Leipzig, abogaba por una historia cultural o económica. En Estados Unidos, James Harvey Robinson, Charles Beard y, especialmente, Frederick Jackson Turner apostaron por una renovación de los temas, sobre todo a través del trabajo de este último, La significación de la frontera en la historia norteamericana , publicado en 1893. 15

Todos ellos eran precedentes lejanos, que roturaron el campo sobre el que se sembraría la revolución historiográfica que supusieron los primeros Annales. Fue entonces, durante los años diez y veinte, cuando se consolidaron en el panorama académico francés algunos historiadores de prestigio, que asimilaron toda esa tradición, renovaron el utillaje metodológico de la historiografía y sentaron las bases de la tarea posterior de los fundadores de los Annales: Gabriel Monod (1844-1912), fundador de la Revue Historique en 1876; Ernest Lavisse (1842-1922), coordinador del ambicioso proyecto de una historia de la Francia contemporánea, publicada entre 1921 y 1922; Henri Berr (1863-1954), el fundador de la Revue de Synthèse historique e impulsor de la gran colección histórica La evolución de la humanidad en los años veinte; 16 Georges Lefebvre (1874-1959), el historiador de la revolución francesa, que desarrolló la idea del gran temor de 1789 e introdujo la dimensión socioeconómica en su estudio 17 y Henri Pirenne (1862-1935), el inolvidable diseñador de la analogía entre Mahoma y Carlomagno. 18 Ellos fueron quienes constituyeron el nexo efectivo entre esa historiografía más tradicional y la revolución historiográfica que se aprestaban a iniciar Marc Bloch y Lucien Febvre.

Entre todos ellos es quizás Henri Berr (1863-1954) el más determinante. 19 Su figura aunó el papel de intelectual, emprendedor y agitador cultural. En 1900 fundó la Revue de Synthèse Historique , reivindicando una verdadera interdisciplinariedad y enfrentándose decididamente a la «historia historizante» del historicismo clásico alemán y al imperialismo sociológico de la revista durkheniana L’Année Sociologique , que había sido fundada en 1898. En la Revue de Synthèse Historique empezaron a colaborar Lucien Febvre (1907) y Marc Bloch (1912). La influencia de Berr en la fundación de los Annales fue considerable, como siempre reconocieron Febvre y Bloch. Pasando por encima de las barreras disciplinares, planteó decididamente un diálogo de la historia con las ciencias sociales y apostó por un método inequívocamente histórico, una de las señas de identidad de los primeros Annales. Con Henri Berr y Henri Pirenne la historiografía empezaba a combatir frontalmente los tres ídolos que impiden al historiador acceder a la realidad del pasado, tal como los había definido poco antes François Simiand (1873-1935) en un brillante artículo: el político, el individual y el cronológico. 20

LOS FUNDADORES: LUCIEN FEBVRE Y MARC BLOCH

Lucien Febvre y Marc Bloch son los fundadores de la revista y de la escuela de los Annales. Su condición de modernista y medievalista, respectivamente, favoreció una natural conexión entre los historiadores que se dedican a estos dos períodos históricos, lo que sería luego una constante a lo largo de la historia de la escuela. En efecto, medievalistas y modernistas son los que siempre han destacado entre los historiadores más sobresalientes de los Annales, aunque durante la tercera generación se experimentó una efectiva incorporación de algunos contemporaneístas y especialistas de historia antigua de prestigio, como Michel Vovelle y Paul Veyne.

La formación histórica de estos dos historiadores se inserta plenamente en esa época tan característica de la historia intelectual europea que es el período de entreguerras. Lucien Febvre (1878-1956) era ocho años mayor que Marc Bloch y, por tanto, ejercía un liderazgo natural que, sin embargo, pronto fue equilibrándose por la solidez de las monografías que iba publicando Bloch. 21 Febvre entró pronto en contacto con la École Normale Supérieure , un auténtico germen de interdisciplinariedad que marcaría profundamente la orientación epistemológica de la Escuela. Allí estudiaban, entre otros, Paul Vidal de la Blache, geógrafo; 22 Lucien Lévy-Bruhl, antropólogo; 23 Émile Mâle, que se dedicaba a la iconografía pero no desde el punto de vista tradicional de la historia de las formas sino desde el renovado de la iconografía; 24 y Antoine Meillet, uno de los pioneros de la sociología del lenguaje, que tanto influjo tendría al cabo de unos decenios en la historiografía. 25

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