LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL
ENTRE LA HISTORIA Y LA LITERATURA
LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL
ENTRE LA HISTORIA Y LA LITERATURA
Jaume Aurell
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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© Jaume Aurell, 2016
© De esta edición: Publicacions de la Universitat de València, 2016
Publicacions de la Universitat de València
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Maquetación: Textual IM
Corrección: Communico-Letras y Píxeles S.L.
ISBN: 978-84-370-9964-4
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PARTE I LOS CONTENIDOS HISTÓRICOS Y LOS GÉNEROS LITERARIOS
I. LA FUNCIÓN DE LAS GENEALOGÍAS: EL RITMO DINÁSTICO
II. LA FIGURA DEL HÉROE FUNDADOR: LA MITIFICACIÓN DE LOS ORÍGENES
III. LAS CRÓNICAS AUTOBIOGRÁFICAS: LAS MEMORIAS DE LOS REYES
IV. LA FUNCIÓN DE LA NARRATIVA EN LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL
PARTE II LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL, ESPEJO DE LA HISTORIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
V. LA INTERPRETACIÓN DE LOS TEXTOS HISTÓRICOS: DEL HISTORICISMO AL POSMODERNISMO
VI. LAS NUEVAS INTERPRETACIONES DE LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL
VII. DE LA HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL A LA CONTEMPORÁNEA: EL PROBLEMA DE LA REFERENCIALIDAD
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ANALÍTICO
INTRODUCCIÓN
Este libro responde a las reflexiones que se me han planteado en los últimos quince años en torno a las cuestiones fundamentales que me han surgido en mis estudios sobre la historiografía medieval. Mi interés por la historiografía medieval se inició tras unas conversaciones mantenidas con la profesora Gabrielle M. Spiegel, hacia el año 2000, tras una visita que la autora de las monografías Romancing the Past y The Past as Text hizo a la Universidad de Navarra, donde actualmente ejerzo como docente. Este interés se fue incrementando a medida que iba aumentando, paralelamente, mi interés por la historiografía contemporánea, fruto del cual publiqué, precisamente también en las Publicacions de la Universitat de València, La escritura de la memoria: de los positivismos a los postmodernismos , que ha tenido una buena acogida también en otros ambientes historiográficos, como lo demuestran sus traducciones al italiano y al portugués.
Este libro es fruto, en buena medida, de la progresiva convergencia que, en mi tarea investigadora y docente, se iba verificando entre los ámbitos de la historiografía medieval y la historiografía contemporánea. El entrelazamiento de estos dos campos –fruto de mi convencimiento de la continuidad del discurso histórico y de la unidad de la condición del historiador como autor – ha surgido de modo natural y se ha visto acrecentado en estos últimos años por las conversaciones que he mantenido sobre estas cuestiones no solo con mis amigos y colegas medievalistas –especialmente José Enrique Ruiz-Domènec, Antoni Furió, Juan Carrasco, Flocel Sabaté, Adam J. Kosto, Teófilo F. Ruiz, Paul Freedman, Álvaro Fernández de Córdova, Alfons Puigarnau, Antoni Riera, Thomas N. Bisson, Patrick Geary, mi hermano Martin Aurell y la mencionada Gabrielle M. Spiegel– sino también con los investigadores relacionados de un modo u otro con la historiografía contemporánea, como Peter Burke, Robert A. Rosenstone, Anthony Adamthwaite, Fernando Sánchez-Marcos, Mart, Pablo Vázquez Gestal, Juan Pablo Domínguez, Felipe Soza, Catalina Balmaceda, Rodrigo Moreno, Natalie Z. Davis, Arsenio Dacosta, Kalle Pihlainen, Martin Jay, Ignacio Olábarri y Alun Munslow, y con la crítica literaria representada por Rocío G. Davis, Rosalía Baena, Stefano Cingolani y Xavier Renedo. En estos últimos años, mi incorporación al Comité Editorial de la revista Rethinking History ha incentivado mi propia búsqueda de nuevos caminos para la historiografía. Asimismo, los ricos debates surgidos en torno al grupo «Religión y Sociedad Civil», del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, dirigido por la filósofa política Montserrat Herrero, me han introducido en estos últimos años en el campo de la antropología, tan necesaria en el mundo posmoderno en su continuo diálogo con la historia.
Como se percibe por la estructura de los contenidos, he decidido dividir el libro en dos partes claramente diferenciadas. La primera versa sobre los contenidos y las formas de la historiografía medieval, es decir, sobre lo representado y las formas de representarlo o, dicho también de otro modo, sobre los eventos y los géneros literarios utilizados por los cronistas medievales para recrear esos acontecimientos. Los capítulos analizan, sucesivamente, los géneros genealógico (capítulo 1), autobiográfico (capítulo 3) y cronístico (capítulo 4). Ellos constituyen, desde mi punto de vista, los géneros clásicos de la Edad Media, a los que quizás habría que añadir el de los esquemáticos anales de la época altomedieval. Dedico también un apartado a la figura del «héroe fundador» (capítulo 2), porque me parece uno de los fenómenos historiográficos más representativos y fascinantes de la cronística medieval. He elegido un texto representativo de cada uno de los géneros analizados, habitualmente relacionado con mi propio ámbito de especialización –las Gesta Comitum Barchinonensium para las genealogías, el Llibre dels fets del rey Jaime I de Aragón para las autobiografías y la historia de Bernat Desclot para las crónicas– para relacionarlo con otros textos medievales de la misma naturaleza literaria y plantearme finalmente las cuestiones teóricas que emergen de su análisis, muchas veces relacionadas con los debates que tiene planteados la historiografía contemporánea.
Basándome precisamente en esa inescapable relación entre la historiografía medieval y la contemporánea, la segunda parte del libro está dedicada a la reflexión sobre las interpretaciones y aproximaciones que la historiografía contemporánea ha vertido sobre la historiografía medieval. Mi propósito es poner de manifiesto que la distancia que separa el trabajo de los cronistas medievales de los historiadores actuales –y por tanto los problemas que surgen de su trabajo específico de recuperación y representación del pasado– no es tan amplia como una visión ingenua podría sugerir. Es evidente que la historiografía actual ha experimentado una revolución epistemológica esencial –la revolución historicista decimonónica– que la ha marcado para siempre. Pero también lo es que los problemas teóricos y prácticos con los que se han tenido que enfrentar los historiadores de todos los tiempos siguen ahí: la fiabilidad de las fuentes utilizadas, el criterio de selección del material, las formas de representación, la elección de los géneros, el proceso de escritura, la honesta búsqueda de la veracidad, los criterios de verosimilitud y, sin pretender ser exhaustivo en este recuento, la reacción frente a un relativismo paralizante o a un escepticismo inoperante. Toda esta conexión se ha ido acentuando tras la ruptura posmoderna, muchos de cuyos postulados están más cerca de la historiografía tradicional –aquella que privilegiaba la narración sobre el análisis, y que estaba más emparentada con la literatura que con las ciencias sociales– que de la historicista, analítica y científica que predominó en la historiografía occidental desde mediados del siglo XIX hasta los años setenta del siglo XX.
Todas mis reflexiones en esta segunda parte están gobernadas por mi convicción de que el historiador debe mantener un adecuado equilibrio entre el respeto por la realidad histórica, por un lado, y la conveniencia de ajustar su discurso a las necesidades y demandas de la sociedad que le rodea, por otro. El problema es que cualquier polarización de esa ecuación le llevaría a dejarse llevar por un excesivo preterismo o presentismo , respectivamente: o bien se encerraría en una torre de marfil acorazada en un lenguaje autorreferencial y jergal que terminaría en un callejón sin salida y haría estéril su trabajo, con su acusada tendencia al anticuarianismo ; o bien se deslizaría hacia una historia partidista que le convertiría en un esclavo al servicio de la utilidad (política, ideológica o económica) del momento presente y de lo políticamente correcto.
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