1 ...8 9 10 12 13 14 ...20 El debate sobre el verdadero concepto del historicismo sigue hoy todavía en pie. En un influyente ensayo publicado en los años de posguerra, titulado La miseria del historicismo , Karl Popper despojaba a la historia de cualidad de ciencia por el mero hecho de no ser capaz de predecir el futuro. 40 La recepción de las tesis de Popper, marcadamente antimarxistas, no estuvo exenta de una intensa polémica, cuya resonancia ha llegado incluso hasta finales de siglo a través de la obra de Arthur C. Danto. 41 La virulencia y la longevidad de este debate demuestran que el historicismo no es una corriente historiográfica unívoca. Hay un historicismo de la generación finisecular alemana posterior a Ranke, Burckhardt y Fustel de Coulanges que sigue bajo los efectos de una historiografía racionalista, sujeta al desarrollo de las leyes generales de la historia. Esta generación fue reemplazada por la de los historicistas de la época de entreguerras (Weber, Dilthey, Croce, Collingwood, Ortega), que provenían de un espectro historiográfico mucho más amplio, tanto desde el punto de vista geográfico (Alemana, Italia, Inglaterra, España) como disciplinar (filósofos, historiadores, sociólogos). La distinción de estas dos generaciones de historicistas disipa los planteamientos excesivamente simplistas como el de Karl Popper y se adecua más a la verdadera naturaleza epistemológica de este movimiento historiográfico. 42
Benedetto Croce (1866-1952) parte de la idea de que hay una identidad entre filosofía e historia que está basada en la unidad del espíritu. Esa unidad permite considerar lo particular a la luz de lo universal, que es lo que legitima el conocimiento histórico. En su trayectoria historiográfica, Croce evoluciona de un marxismo incipiente como discípulo de Labriola al apoyo de las tesis fascistas con el ascenso de Mussolini. Sin embargo, a partir de finales de los años veinte, cuando desarrolla su principal labor historiográfica, defiende una posición liberal moderada. Croce desarrolló entonces una doctrina de historicismo absoluto, que identificaba la filosofía con la historia. La historia debe tener un fondo ético y político. La base del juicio histórico es la exigencia práctica: el presentismo. 43 La historia debe construirse en función de las necesidades y los problemas actuales. Hay tantas historias como puntos de vista. Lo fundamental de la historia no es su proyección en el pasado, sino la contemporaneidad desde la que se fabrica ese pasado. 44
El presentismo es uno de los problemas que más ha preocupado a la historiografía del siglo pasado. John Dewey radicalizó el pensamiento crociano ya en los años treinta: toda historia es necesariamente escrita desde el punto de vista del presente y, por tanto, está siempre basada en lo que es contemporáneamente juzgado como importante en el presente. 45 Agnes Heller se preguntaba bastantes años más tarde si el presentismo no sería la verdadera cuestión nuclear de la historiografía: independientemente de que el objeto tratado por el historiador se ubique en el presente o en el pasado, lo importante es si su estudio nos sirve para entender mejor el presente. Cuando Shakespeare relata un acontecimiento pasado en su Julio César , de hecho está narrando un acontecimiento en presente, aunque estrictamente hablando el sujeto de la tragedia haya sido tomado del pasado. La cuestión es si la historiografía puede ser entendida de este modo o no. 46
A través de su Storia come pensiero e come azione (1938) el influjo del historicismo crociano se extendió a toda la historiografía occidental. Sin embargo, durante la posguerra italiana hubo una virulenta reacción contra Croce, abanderada por el marxismo y relacionada con la extraordinaria difusión de las ideas de Antonio Gramsci, el mítico redactor de los Quaderni del Carcere , publicados entre 1948 y 1951. Hay entonces una auténtica revolución en la historiografía italiana, basada en una especie de cruzada contra el liberalismo-crociano, la democracia-salvemiana, la historia radical-gobettiana, el socialismo-rousseliano, el reaccionarismo-fascista o las escuelas clericales de la democracia cristiana. 47 Con todo, el historicismo crociano sobrevivirá, a medio y largo plazo, a todas estas corrientes, porque se basa en una de las realidades más punzantes de la historiografía actual: las relaciones entre el contexto en que se genera la fuente histórica y el contexto desde el que es articulado el discurso histórico. Las vivencias personales y la formación intelectual del historiador condicionan toda su obra histórica. El mismo historiador debe ser capaz de «integrare il dato storico con la nostra personale psicologia o conoscenza psicologica». 48 Todo ello remite, evidentemente, a las nociones del presentismo y del personalismo historiográfico.
Es en ese contexto epistemológico donde hay que situar el trabajo de otro gran filósofo de la historia de este período: Robin G. Collingwood (1889-1943). En su obra más importante, The Idea of History , reflexiona sobre algunos temas esenciales en la historiografía como la imaginación histórica o la historia como re-actualización ( re-enactment ) de la experiencia pasada. 49 La idea de la historia (1946) fue publicada poco después de la muerte de su autor a partir de manuscritos recogidos por Malcolm Knox, convirtiéndose desde entonces en uno de los volúmenes más influyentes en la historiografía del siglo pasado. 50 Está dividido en dos partes. En la primera, el historiador inglés relata el proceso de transformación de la historia en una ciencia; en la segunda, reflexiona sobre la naturaleza, el sujeto y método de la historia. Coolingwood justifica la necesaria interconexión entre filosofía e historia desde los orígenes de la historiografía. Los historiadores decimonónicos basaron sus investigaciones en un organizado y sistemático cuerpo de noticias documentales, a las que aplicaban un paradigma que les permitía elaborar leyes generales. Esta es la idea que, cuarenta años después, Hayden White radicalizará con su Metahistoria , absolutizando el valor de las hipótesis acríticamente formuladas por los historiadores y filósofos de la historia. 51
Uno de los conceptos claves de Collingwood es el de la imaginación histórica, que recrea el pasado. La historia no debe ocuparse de lo universal sino de lo concreto. Sólo hay conocimiento histórico de lo que puede ser revivido en la mente del historiador. El concepto clave de Collingwood es que el conocimiento histórico tiene como objeto propio el pensamiento: no las cosas pensadas, sino el acto mismo de pensar. Esto es lo que le lleva a concluir, de modo aparentemente algo ingenuo, que cuando el historiador descubre lo que realmente ocurrió, de hecho conoce por qué sucedió. 52 O, dicho de otro modo todavía más radical, el mero hecho de la fijación de un hecho histórico lleva consigo su misma interpretación. 53 El filósofo británico trascendía así el historicismo de Ranke, Dilthey y Croce, aunque su recepción parcial en el ámbito historiográfico haya abortado en parte la divulgación de esa visión tan radical. 54
En España también descolló durante los años veinte y treinta el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1956), cuya filosofía de la historia se halla dispersa entre sus diferentes obras pero tiene una entidad en sí misma. 55 Formado en ambientes culturales alemanes, derivó del vitalismo al existencialismo. Una de las obras claves de su pensamiento histórico es Meditaciones del Quijote (1914). Su filosofía se basa en «la metafísica de la razón vital», a la búsqueda de una estructura de vida que sea trascendente en su relación con la realidad de cada instante. Es así como el hombre deviene esencialmente razón histórica:
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