La condición del fundador de la dinastía es su talante caballeresco, más que su probada ascendencia principesca, una condición que adquiere a través de un matrimonio netamente exogámico. 5 Los relatos del héroe-fundador demuestran, por tanto, que esas narraciones épicas son esencialmente una cristalización del ideal heroico, presente en todas las culturas. 6 Estas historias no son tomadas de la evidencia factual sino de la representación de un ideal. Las sociedades europeas medievales estaban convencidas de que la duración era la prueba definitiva de la validez de una costumbre porque demostraban su poder de resistencia frente a los desafíos de la historia, posibilitando a la sociedad sobrevivir y prosperar. La duración tiene también un poder validativo y legitimador porque implica un aumento natural del número de personas convencidas de la simple noción de que «tanta gente no puede haber estado equivocada durante tanto tiempo». 7 Muchos de los fundadores de las dinastías europeas –y tantos otros de tantas otras culturas lejanas– fueron héroes gloriosos, mostrando con su convicción y perseverancia, así como con su excepcional éxito, que el mantenimiento de la tradición merece superar todos los obstáculos. Este es, para mí, el sentido real de la enorme proyección y la llamativa duración y vigencia histórica de las historias de los héroes fundadores. Así es, al menos, como yo entendí las palabras de Lévy-Bruhl la primera vez que las leí, salvando las distancias entre lo que él llamaba «sociedades primitivas o inferiores» con las sociedades europeas medievales:
Cuando un mito refiere las aventuras, las hazañas, los hechos generosos, la muerte y la resurrección de un héroe civilizador, no es el hecho de haber dado a la tribu la idea de hacer fuego o de cultivar el maíz lo que, en realidad, interesa y conmueve a la audiencia. Se trata, como en la historia sagrada, de la participación del grupo social en su propio pasado, el grupo se siente revivir entonces en una especie de comunión mística con aquel que lo ha hecho tal como es. En síntesis, los mitos son a la vez, para la mentalidad primitiva, una expresión de la solidaridad del grupo social con él mismo en el tiempo y con otros seres de su medio ambiente, y un medio de mantener y reavivar el sentimiento de esa solidaridad. 8
La preservación del poder mítico de los orígenes es uno de los objetivos de toda sociedad. Tal como lo ha argumentado convincentemente Mircea Eliade, los mitos y las leyendas reflejan una nostalgia por los orígenes de la sociedad que, automáticamente, remiten al eterno retorno de una era creativa. 9 Por este motivo, la natural anacronía que se produce entre el evento descrito (las aventuras del héroe fundador de un pasado remoto) respecto a las circunstancias históricas que se le asignan (que suelen ser las del presente desde donde se narra) quedan camufladas gracias a la utilización de un lenguaje épico ahistórico , una estructura narrativa muy básica, un modo de tramar clásico (que remite a las categorías típicas de la tragedia épica) y un contenido literario de contenido legendario.
En efecto, con la perspectiva del tiempo, nos parece inverosímil que a los contemporáneos del siglo XII se les pasara por alto que los héroes fundadores de los siglos anteriores poseyeran, en mayor o menor medida, los valores feudales, cuando todavía no habían sido creados en aquellos tiempos. Los atributos requeridos por el fundador de una dinastía se evalúan a través de su naturaleza caballeresca, un atributo desde luego mucho más contemporáneo al tiempo en el que estas narraciones son articuladas (el siglo XII) que al tiempo al que se refieren (desde los tiempos antiguos al siglo IX). 10 En esa distorsionada percepción influyó con toda seguridad el hecho del escaso interés por la precisión cronológica de los lectores de esas obras históricas (e incluso de muchos de sus compiladores), pero me parece que simplemente pesó más el eficaz poder mítico y legendario de esas narraciones que el grado de su historicidad. Por consiguiente, la relación entre el hecho propiamente histórico y su narración épica fue asumido «acríticamente» por la sociedad de aquel tiempo como una tradición oral y poética ininterrumpida, que los textos genealógicos con sus narraciones de los héroes fundadores se encargaron de fijar, más que como un relato preciso de unos determinados eventos históricos. Como consecuencia, el mito del héroe fundador se vio reforzado por la cronológica distancia respecto a los hechos que se narraban, situados en el pasado remoto: es bien sabido que cuanto más lejanos en el tiempo son los eventos que se narran, son más susceptibles de manipulación y tipificación en la memoria colectiva. La naturaleza selectiva de la memoria permite al pasado remoto conllevar un mayor peso ideológico que el pasado reciente. Tal como lo ha expresado la literatura con mayor belleza y expresividad: «hurgar en el pasado remoto puede ser un lenitivo; el reciente hace más daño». 11
Es más sencillo comprender así que la eficacia de la historiografía medieval reside en el poder mítico de la leyenda, más que en la menor o mayor distancia entre el pasado y el presente. 12 Por esta razón, algunos antropólogos han postulado que la distinción entre los modos de operación mítica y los modos de operación histórica radica en la capacidad del presente para homogeneizarse con el pasado, más que en el grado de «realismo» de las historias. Cuanto más ejemplarizante y mimético sea el pasado para el presente (homogeneidad), más histórico deviene, independientemente del grado de leyenda que contenga; por el contrario, cuanto más imposible de replicar sea el pasado en el presente (heterogeneidad), más «irreal» aparece. 13 En consecuencia, más allá de su dimensión legendaria, el Guifré de las genealogías catalanas, el Pelayo de las narraciones astur-leonesas o el Liderico de las genealogías flamencas, han sido considerados figuras propiamente históricas para los españoles, los flamencos y los catalanes de todos los tiempos, independientemente del grado de historicidad que sus narraciones originarias contienen. 14 Cuando los mitos son transformados en representaciones intermediarias, que pueden tomar o no forma de narrativa histórica, funcionan siempre como modelos para la sociedad. Es precisamente en este contexto epistemológico en el que las genealogías transforman los mitos en historia.
El caso de las genealogías de los condes de Barcelona es muy significativo en este sentido, y me gustaría detener ahora mi narración para centrarme en este relato, con objeto de presentarlo como un buen modelo ejemplificador, en la práctica, de las ideas teóricas que acabo de exponer. Cuando los monjes de Ripoll se disponen a establecer, de un modo más o menos oficioso, 15 los orígenes de la dinastía de los condes de Barcelona, el método genealógico se impone como el más eficaz para conseguir ese empeño. 16 Para acceder a los orígenes, el compilador busca conectar la dinastía de los condes de Barcelona, hasta donde se conoce históricamente, con la dinastía carolingia, utilizando a los condes de Flandes como intermediarios. Para ello decide re-crear la figura del fundador de la dinastía, Guifré el Pelós, cuya historia se cuenta en los dos primeros capítulos del texto. Esta historia me parece modélica respecto al funcionamiento de los relatos del héroe fundador, y es desde luego extensible a otras narraciones análogas, surgidas en la Europa de los siglos XI y XII.
El padre de Guifré el Pelós, Guifré de Barcelona, había recibido el condado de Barcelona del rey franco. Poco después, en un viaje a Narbona, un caballero franco le tira de la barba. El conde, airado por la afrenta recibida, pasa por la espada al caballero franco. El conde de Barcelona y su hijo Guifré el Pelós son apresados y, posteriormente, Guifré padre es asesinado. Cuando el rey franco conoce la noticia, se encoleriza por la afrenta que ha recibido uno de sus condes y salva al hijo del conde, Guifré el Pelós, a quien envía al conde de Flandes para que lo eduque. Ya en la corte flamenca, Guifré se une a escondidas con la hija de los condes de Flandes. La condesa de Flandes, dándose cuenta de la situación e intentando evitar los efectos perversos de una unión fuera del matrimonio, hace jurar a Guifré sobre los cuatro evangelios que, en caso de heredar el condado de Barcelona, tomará a la hija de los condes de Flandes por mujer.
Читать дальше