Caryl Férey - Zulú

Здесь есть возможность читать онлайн «Caryl Férey - Zulú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zulú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zulú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una infancia traumática en la que asistió al asesinato de su padre y de su hermano por el mero hecho de ser negros en la Sudáfrica del apartheid, Ali Neuman ha conseguido superar todos los obstáculos hasta convertirse en jefe del Departamento de Policía Criminal de Ciudad del Cabo. Pero si la segregación racial ha desaparecido, se impone otro tipo de apartheid, basado en la miseria, la violencia indiscriminada y el contagio del Sida a gran escala. Tras la aparición del cuerpo sin vida de Nicole Wiese, hija de un famoso jugador de rugby local, Ali Neuman deberá introducirse en el mundo de las bandas mafiosas dedicadas al tráfico de drogas.

Zulú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zulú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Le he traído ropa limpia -dijo.

– ¿Qué quiere, una medalla?

La mestiza avanzó tímidamente, se cruzó con la mirada acusadora de Epkeen y dejó lo que traía en la silla junto a la cama.

– Krugë le ha comido el tarro, ¿eh? -le dijo él con altivez.

Janet bajó la cabeza como una niña a la que estuvieran regañando, triturándose los dedos.

– Todo lo que hemos reunido es indefendible ante un tribunal -se justificó-. No tenía elección. Está en juego mi carrera… -Levantó sus grandes ojos húmedos de lágrimas-. No tenía noticias de usted desde ayer por la mañana… Pensé que lo habían matado…

Epkeen no se creía sus excusas.

– ¿Tiene información sobre Rossow? -le espetó.

La agente Helms apretó sus labios oscuros.

– ¿Lo ha localizado? ¿Sabe dónde se lo puede encontrar?

– No estoy autorizada a hablarle de ello -dijo por fin.

– ¿Orden del jefe?

– El caso está cerrado -se defendió ella.

– Se olvida de Neuman… Krugë le ha pedido que me sonsaque, ¿es eso?

Janet Helms tardó un momento en responder.

– ¿Sabe dónde está?

– Si así fuera, hace tiempo que me habría largado de aquí -dijo Epkeen en tono perentorio.

La agente de información suspiró. Era obvio que no se decidía a hablar. Brian la dejó debatirse consigo misma un rato más. Esa chica lo asqueaba. Ella lo percibió.

– Hay algo que no les he dicho a los hombres de Krugë -dijo por fin-. Falta un fusil Steyr de la armería… El capitán Neuman firmó el volante para poder llevárselo: ayer por la mañana.

Un arma de francotirador.

El corazón de Brian se puso a latir a mil por hora: Ali iba a matarlos. A todos.

Con o sin el consentimiento de Krugë.

Brian caminaba sobre un alambre invisible en el pasillo del hospital de Park Avenue. Como el médico se negaba a darle el alta en su estado, había firmado un escrito de descargo, para que lo dejaran de una vez en paz, y había pedido ver a Ruby Petición denegada: acababa de salir del coma y descansaba después de la triterapia de emergencia que acababan de administrarles a ambos… Llamó a Neuman desde el teléfono del hospital, por si acaso, pero no había cobertura.

El asfalto se reblandecía bajo el sol de mediodía cuando el afrikáner salió del edificio público. Sólo veía un filtro turbio detrás de sus ojos quemados, lo demás se diluía. Sentía ganas de vomitar. Náuseas. Se compró unas Ray Ban de diez rands en los puestos del mercadillo de Greenmarket, se hizo con un móvil y recogió su coche en el sótano de la comisaría. La luna trasera estaba pulverizada y el parabrisas tenía una raja de parte a parte, pero el Mercedes arrancó a la primera…

And then, she… closed…

Her baby blue…

Her baby blue…

Oh… her baby blue… EYES!!!

Las cenizas revoloteaban en el habitáculo del Mercedes. Epkeen tiró el cigarro por la ventanilla y subió hacia Somerset. Le seguía doliendo terriblemente la cabeza, y su conversación en el hospital lo había dejado hecho un manojo de nervios. Krugë enterraba el caso por motivos que se le escapaban, o más bien que lo superaban. Pero Brian no se dejaba engañar tan fácilmente. Frente a la competencia de los mercados mundiales, los Estados soberanos apenas podían hacer nada para poner coto a las presiones de las finanzas y del comercio globalizado, so pena de ahuyentar a los inversores y amenazar su PNB: hoy en día, el papel de los Estados se limitaba a mantener el orden y la seguridad en medio del nuevo desorden mundial dirigido por fuerzas centrífugas, extraterritoriales, huidizas, inasibles. Ya nadie creía de verdad en el progreso: el mundo se había vuelto incierto, precario, pero la mayoría de los que partían el bacalao estaban de acuerdo en sacar tajada del pillaje que llevaban a cabo los filibusteros de ese sistema fantasma, mientras esperaban el final de la catástrofe. Los excluidos iban quedando relegados a las periferias de las megalópolis reservadas a los ganadores de un juego antropófago en el que la televisión, el deporte y la mediatización del vacío canalizaban las frustraciones individuales, a falta de perspectivas colectivas.

Obligado o forzado, Krugë era un tipo pragmático: no iba a poner en peligro las inversiones en el país que se preparaba ya para organizar la gran feria del balón por una banda de niños de la calle, cuyo destino oscilaba entre un casco de botella lleno de tik y una bala perdida. Neuman era su única esperanza, una esperanza que llevaba casi dos días sin dar señales de vida…

Epkeen volvió a su casa a toda velocidad y, totalmente hecho polvo, se tumbó en el sofá del salón. La inyección de Debeer lo había sumido en un estado aterrador, y la noche que había pasado delirando en el hospital había terminado de dejarlo K. O. Un caballo muerto en el fango. Se quedó así un momento, juntando los trozos de sí mismo dispersos por ahí. La atmósfera de la casa de pronto se le antojó siniestra. Como si ya no fuera suya, como si las paredes quisieran echarlo… ¿El fantasma de Ruby, espectro contaminado por el virus, que venía a vengarse de él? Ahuyentó esos delirios de yonqui en pleno mono, se tomó dos analgésicos y puso el último disco de Scrape. A todo volumen, ya se encargarían los cuervos de limpiarlo todo… De hecho, pronto pasó un velo negro por encima de él, desplomado sobre el sofá. La música rugía en el salón, tan fuerte como para arrancarle la piel al cielo. Las ideas se le fueron organizando despacio en la cabeza… Qué más daba ya el doble juego de Janet Helms: Ali había roto el contacto para tener las manos libres. Y si había sacado un arma de francotirador de la armería era porque sabía dónde estaban los asesinos…

Mzala: huido.

Terreblanche: inencontrable.

La banda de los americanos: liquidada.

Los niños: un montón de huesos.

Epkeen dio mil vueltas al enigma en su cabeza abollada por los golpes y por fin comprendió: la bailarina del Inkatha.

***

La Rhodes House era la discoteca elegante del City Bowl, donde se reunían entre dos rodajes las modelos y las estrellas de la publicidad, una actividad lucrativa que se explicaba en parte por la luz excepcional de que gozaba la región.

Una clientela masculina satisfecha de sí misma acudía en masa aquella noche bajo la mirada del portero, un chavalín cachas: el que no estuviera moreno y no llevara una camisa blanca abierta sobre el pecho tenía pocas probabilidades de entrar. Con su vendaje en la cabeza, sus andares de robot oxidado y sus ojos escarlatas, Epkeen parecía estar en las últimas. Le enseñó la placa al tipo que permitía la entrada al local y encontró hueco en el bar, situado por encima del escenario.

Llegaba al final de la actuación. Entre tambores zulúes y pared de sonido eléctrico, Zina arrancaba las cuerdas de una guitarra incandescente bajo los resplandores cegadores de los focos. Brian entornó los párpados para calmar su vértigo, con los nervios en fusión. Breve momento de osmosis. Al final del seísmo, Zina se desvaneció hecha humo, bajo un diluvio de acoples de micrófono…

Las luces se encendieron poco después y sonó un hilo musical que cubría las voces. Brian quiso pedirse una copa, pero el camarero, un tío engominado, fingía no verlo. Una vez terminada la atracción de la noche, las modelos volvieron a la pista de baile donde los casanova vestidos de Versace ligaban con su sombra malhumorada. Epkeen acechaba la salida de los artistas, sintiéndose para el arrastre. La triterapia le daba unas náuseas de caballo. La líder del grupo salió por fin de su camerino; Epkeen se presentó en medio del jaleo y la acompañó al bar. Llevaba un vestido escotado e iba descalza. Era un bellezón.

– Ali me había hablado de una antigua militante del Inkatha -le dijo al llegar a la barra-, no de una furia eléctrica.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zulú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zulú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Caryl Férey - Plus jamais seul
Caryl Férey
Caryl Férey - Plutôt crever
Caryl Férey
Caryl Férey - Utu
Caryl Férey
Caryl Férey - Mapuche
Caryl Férey
Caryl Férey - Haka
Caryl Férey
Caryl Férey - Condor
Caryl Férey
Отзывы о книге «Zulú»

Обсуждение, отзывы о книге «Zulú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x