Daniel Pennac - ¡Increíble Kamo!

Здесь есть возможность читать онлайн «Daniel Pennac - ¡Increíble Kamo!» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

¡Increíble Kamo!: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «¡Increíble Kamo!»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Kamo se ve obligado a aprender inglés en tres meses. Su madre le ofrece la posibilidad de cartearse con Cathy, una chica francamente extraña, por la que Kamo empieza a sentir una fuerte atracción…

¡Increíble Kamo! — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «¡Increíble Kamo!», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Este chico es un cocinero de verdad -decía Pope.

– Ningún mérito -respondía Kamo-. Mi padre fue marmitón de joven.

A veces la casa también olía a yeso fresco, o a pintura.

– Hoy me he metido con el desván -anunciaba Kamo-. Se estaba jorobando por la parte del tejado.

– ¿También trabajaba tu padre en la construcción? -preguntaba Pope.

– Mi padre sabía hacer de todo. Hasta aquello supo hacerlo… -murmuraba Kamo-. También supo morir.

Después de cenar, partidita de cartas o de scrabble (Pope perdía muchas veces y Moune ganaba a menudo); y Kamo y yo sólo nos reencontrábamos de verdad cuando la casa se había quedado en silencio, bien entrada la noche, en nuestro cuarto. Inmediatamente volaban las almohadas. Kamo contaba con los músculos, pero yo era rápido. Lo esencial en las batallas de almohadas es ser capaz de esquivar a] contrario y, al mismo tiempo, atraerlo para que se convierta en una presa fácil.

La cabeza de Kamo retumbaba como un tambor y vibraba como un punching-ball. Se tambaleaba sobre unas rodillas que se le habían vuelto de gelatina, pero, en el momento en que me disponía a rematarlo, almohada en ristre, saltaba como un muelle, su arma emplumada me alcanzaba en la barbilla y me mandaba dando tumbos al otro lado de la habitación. Zurrarnos mutuamente la badana era nuestra manera de dormir-

También hablábamos. No hay nada mejor que hablar cuando se han apagado las luces. Una noche (una de las primerísimas noches de aquellas vacaciones), la voz de Kamo se alzó en la oscuridad de la habitación…

– No debería haberme hecho esto. Ella no -dijo.

(¿Quién era «ella»? ¿Y hacerle qué?) Como si hubiese adivinado mis interrogantes, Kamo precisó:

– Mi madre. No debería haberse marchado sin mí.

¡Ah. claro! Como que era por eso por lo que estaba pasando con nosotros sus vacaciones de Pascua. Su madre había emprendido un viaje enorme. Primero Grecia, todos los Balcanes, y luego Rusia, en busca de sus antepasados. «Tengo que reencontrarme con mis raíces», le había dicho a su hijo- Y había dejado a Kamo al cuidado de mis padres. Por unos cuantos meses.

– Sus «raíces», como ella dice, son también mis raíces, ¿no? ¡Habría podido llevarme!

La madre de Kamo procedía de todas partes. De Grecia por su abuela, de Georgia por su abuelo, de Aie-mania por su padre (un peluquero judío que se había casado con la hija del georgiano y de ¡a griega y que, en los años cuarenta, había huido de las persecuciones del «pirado de los bigotes garuados», como decía Kamo).

Al proceder de tantos horizontes, la madre de Kamo, nacionalizada francesa, hablaba cantidad de idiomas, pero no se sentía en realidad de ninguna parte. 0 más bien, como explicaba Kamo, cambiaba de nacionalidad como se cambia de humor, a la menor ráfaga de viento. Y con sinceridad.

– En serio. ¡Se acuesta francesa y se levanta rusa!

Total, que cuando se sentía algo más alemana, algo más judía y algo más griega de la cuenta, la madre de Kamo se marchaba a uno de sus innumerables países de origen en busca de sus antepasados. Si el viaje era breve y coincidía con un período de vacaciones, se llevaba a Kamo. De lo contrario, lo dejaba en tierra, fu-

– Después de todo, su abuelo ruso y su abuela griega son mis bisabuelos…

– Había colegio, Kamo, y se iba para tres meses.

– ¡A la mierda el colegio! ¿Y los Balcanes? ¿Y Rusia? -'No es eso un colegio estupendo?

En resumen, así es como estaban las cosas: Pope, Moune y yo subidos en nuestras máquinas de dos ruedas, y Kamo en casa, jugando a marmitón. Sin embargo, aquella historia de la bici me preocupaba.

Hasta donde yo era capaz de recordar (Kamo y yo nos conocíamos desde la guardería). Kamo jamás había tenido miedo de nada.;Cómo era posible que se le arrugara el ombligo por encaramarse a una bicicleta?

– Eso se llama una fobia -me explicó Pope.

– ¿Una fobia?

– Una fobia. Un miedo irracional. Hay quien es capaz de todo: puede entrar en cueros en la jaula de los leones, escalar el Everest con las manos, discutir toda una noche con el fantasma de su preceptor… pero le enseñas una araña minúscula y le da un patatús. Ahí lo tienes. Una fobia es eso. Tu Kamo le tiene fobia a la bici. Eso es todo.

¿Y tú tienes fobias. Pope?

– ¡Superpope. o sea yo. no ha tenido jamas la menor fobia!

– Superembustero, querrás decir -intervino Moune riendo-. Pope le tenía fobia a Crastaing, tu profe de lengua cuando estabas en sexto, ¿te acuerdas?

A finales de la primera semana, me desperté en plena noche por uno de esos truenos que te ponen los pelos de punta. Las contraventanas cerradas de mi cuarto se recortaban contra un resplandor de fogonazos. La casa estaba en el centro de una tormenta. Junto a mi cama, la de Kamo aparecía vacía.

Primero pensé que había ido a beber algo a la cocina y volví a dormirme. Pero, cuando me desperté una segunda vez. Kamo no había vuelto. Inquietud, bata y zapatillas. La tormenta seguía zarandeándonos. Al bajar la escalera de madera, tuve la sensación de penetrar en un bombo con el que estuviese ensañándose un chalado de la batería. Ni rastro de Kamo en la cocina. Ni en ningún otro rincón de la casa, que se encendía y apagaba al ritmo del batería loco. Abrí la puerta de entrada.

¡Duchado! ¡Calado de la cabeza a los pies en un segundo!

– ¡Kamo! ¡Hijo de tu madre!

Me lancé corriendo hacia adelante, cegado, con los puños apretados, convencido de que me había hecho la jugarreta de la emboscada con el cubo de agua. Pero no era Kamo. Era la lluvia. Una lluvia recia y glacial; lanzada a chorros compactos contra la casa por un viento que quería derribar las paredes. Y allí estaba yo, con los brazos colgando en medio de la tormenta, goteando como una fregona, cuando lo vi.

Al otro lado del patio, bajo el cobertizo de la madera, estaba Kamo en cuclillas; igual, en su inmovilidad, al viejo tocón sobre el que Pope cortaba la leña.

Los relámpagos recortaban su silueta en la noche. Y delante de Kamo, con cada explosión de luz, brillaban los guardabarros de la bicicleta checoslovaca.

– ¡Kamo!

Se volvió. Su cara chorreaba. Se habría podido creer que eran lágrimas.

– Ven; vas a agarrar un trancazo.

No opuso ninguna resistencia a seguirme hasta el cuarto de baño, donde nos secamos antes de volver a acostarnos.

Ahora estábamos callados. Kamo miraba al techo del cuarto con la misma fijeza que a la bicicleta un momento antes. Acabé por murmurar:

– Te da un terror infernal, ¿eh?

Al principio no contestó, incluso dejó que pasara un buen rato. Luego, dijo:

– No.

La tormenta se había alejado. Luna llena. La casa se iluminaba en silencio.

– No. Me da un santo terror, que no es lo mismo.

Nuevo silencio. Luego:

– Es triste, ¿no te parecer

No, no me parecía. No entendía cómo una bicicleta podía ser triste.

Kamo dijo aún:

– Es triste como un amor perdido…

Cuando al fin me decidí a preguntarle qué quería decir, era demasiado tarde; Kamo se había dormido. Y no habrían podido despertarle todas las tormentas del mundo.

2 Kamo y Melissi

EL milagro se produjo hacia el final de las vacaciones. Bueno, el milagro… digamos que el acontecimiento más inesperado en aquella parte del mundo.

Pope. Moune y yo estábamos haciendo picnic en el valle de Loscence. No era muy lejos de casa. Kamo podía ir hasta allí a pie si quería unirse a nosotros.

– Si me queda tiempo. Tengo que enfoscar el desván.

– Cuando hayas acabado con el desván -había dicho Pope riendo- baja al sótano. He visto que tiene grietas. ¡Y cuando hayas apañado toda la casa, métete con el mundo, que también necesita mucho que lo reconstruyan.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «¡Increíble Kamo!»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «¡Increíble Kamo!» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «¡Increíble Kamo!»

Обсуждение, отзывы о книге «¡Increíble Kamo!» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x