Ignacio Pisón - Carreteras secundarias

Здесь есть возможность читать онлайн «Ignacio Pisón - Carreteras secundarias» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Carreteras secundarias: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Carreteras secundarias»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un adolescente y su padre viajan por la España de 1974. El coche, un Citroën Tiburón, es lo único que poseen. Su vida es una continua mudanza, pero todos los apartamentos por los que pasan tienen al menos una cosa en común: el estar situados en urbanizaciones costeras, desoladas e inhóspitas en los meses de temporada baja. Bien pronto, sin embargo, tendrán que alejarse del mar y eso impondrá a sus vidas un radical cambio de rumbo. «Antes», comentará el propio Felipe «no´sabíamos hacia dónde íbamos pero al menos sabíamos por dónde.».A veces conmovedora y a veces amarga Carreteras secundarias es también una novela de humor cuyas páginas destilan un sobrio lirismo, en la que Ignacio Martínez de Pisón se ratifica coo uno de los mejores narradores de su generación.

Carreteras secundarias — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Carreteras secundarias», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Permanecimos los tres callados más de un cuarto de hora, y mi padre, como si hubiera estado todo ese tiempo dándole vueltas a la misma pregunta, volvió a decir: -Seguir.

4

En eso consistía nuestra vida, en seguir. Seguíamos y seguíamos hacia delante, casi sin detenernos, y con nosotros seguían nuestro coche y nuestro escaso equipaje. A mí a veces me daba la impresión de que no teníamos pasado, o de que lo teníamos pero no a nuestro lado sino detrás, siempre detrás. ¿Os parece una tontería? ¿Os parece que eso mismo le ocurre a todo el mundo? Echad una ojeada a vuestro alrededor, mirad los objetos que adornan vuestro cuarto de estar, revolved en vuestros armarios y vuestras estanterías. ¿Verdad que todas esas cosas que acompañan vuestro presente forman también parte de vuestro pasado? ¿Verdad que podéis decir «ese cuadro lo compré en tal sitio cuando fui a hacer tal cosa» o «ésta es la camisa que llevaba puesta cuando me ocurrió esto o aquello»? A eso me refería cuando decía que nuestro pasado se iba quedando siempre detrás, a nuestra espalda. Mi padre y yo seguíamos hacia delante, y con nosotros seguían nada más nuestro coche y nuestro escaso equipaje. Eran muy pocos los objetos que nos acompañaban desde el principio, ni siquiera sé si había alguno. ¿Os he hablado alguna vez de mi equipaje? Sí, creo que sí, que al principio os dije qué era lo que mi padre y yo llevábamos con nosotros: el televisor portátil, las maletas con la ropa y poco más. En cada mudanza había cosas que se incorporaban a nuestro viaje y cosas que eliminábamos, que abandonábamos en el apartamento. En cada mudanza había una parte de nuestro pasado que quedaba como cancelada. En Almacellas, con las prisas, dejamos el televisor portátil, los horribles estaños de Marisa, mi navaja suiza de ocho usos, todos mis posters de tías desnudas, la vajilla que mi padre había comprado como recuerdo de Benidorm, el álbum de recortes de Patricia Hearst y no sé si alguna cosa más. En Almacellas dejamos tantas cosas que era como si borráramos de golpe todo nuestro pasado y nos dispusiéramos a iniciar una nueva vida, distinta de la anterior.

A mí me habría gustado conservar algún objeto de cada una de las etapas. No sé. Supongo que así debe de ser la vida, que también ella debe de ir cargándose poco a poco de recuerdos, como una maleta en mitad de un largo viaje. He dicho que en Almacellas dejamos muchas cosas, pero lo que no he dicho es que también hubo cosas que me llevé de allí. Me llevé el puzzle con las vistas de Notre Dame y me llevé algo que todavía no he mencionado. Un Quijote, un ejemplar del Quijote que debía de haber pertenecido al jubilado de la RENFE. Era uno de los pocos libros que había en aquella casa, una edición de los años treinta, con dibujos y notas aclaratorias, y vosotros no lo sabéis, pero yo de vez en cuando lo cogía y leía unas cuantas páginas. Y la verdad es que nuestra historia no era la de Patricia Hearst y sus simbióticos, no podía serlo, sino la de aquellos dos hombres que recorrían España en un burro y un caballo. También nosotros recorríamos España, también mi padre creía ser lo que no era, también él trataba de impresionar a una mujer… Nuestra historia era la de un largo error, una torpeza, una historia tan antigua como la de don Quijote y Sancho. Y lo único que estaba claro era que estábamos solos, como esos dos hombres. Que habíamos empezado nuestro viaje solos y que probablemente así lo terminaríamos.

Paquita nos dejó al día siguiente. La llevamos a la estación de Zaragoza y nunca más volvimos a saber de ella. Mi padre le pagó el billete de vuelta. ¿No decía que quería viajar y recorrer mundo? Pues ahí tenía otro viaje, el segundo en sólo dos días.

– Es lo más sensato. Contra ti no hay nada.

Eso fue lo que le dijo mi padre mientras la ayudaba a cargar con la bolsa, la jaula vacía y los libros de Lobsang Rampa. Y era verdad. Contra ella no había nada. Los que habíamos perpetrado aquel absurdo robo éramos nosotros, mi padre y yo.

Nos quedamos en Zaragoza. Yo supongo que mi padre lo tenía previsto desde hacía tiempo. Bueno, no quiero decir que mi padre hubiera previsto que pasara todo lo que pasó ni que fuéramos a acabar como acabamos. Lo que quiero decir es que, si vosotros vivierais como vivíamos nosotros, montando aquí y allá locutorios clandestinos, ¿verdad que trataríais de acercaros a la gente que, por vivir lejos de su casa, pudiera ser más propensa a utilizar un teléfono como el nuestro? En Zaragoza había una importante base aérea norteamericana, y lo que quiero decir es que, una vez que los temporeros de Almacellas hubieran regresado a su tierra, mi padre debía de tener previsto que viajáramos a esa ciudad y nos instaláramos junto a tan prometedor foco de posibles clientes. Eso es lo que quiero decir.

La primera casa que tuvimos en Zaragoza tampoco estaba en Zaragoza sino en las afueras de Zaragoza, al lado de la carretera de Logroño. Mejor dicho, al lado de una academia de ballet que estaba al lado de esa carretera. Era una casa pequeña, soleada y llena de moscas y, quitando la academia, no teníamos ningún otro vecino a menos de quinientos metros. Delante de la casa había un campo de alfalfa y un pequeño camino, y ese camino acababa en otro camino que acababa en la carretera que llevaba a la base americana. No creo que estuviera a más de cinco kilómetros. O a lo mejor sí, no lo sé, pero en el campo esas distancias parecen ridículas.

– Desde aquí casi podremos verlos aterrizar -dijo mi padre señalando un punto lejano e indeterminado.

He dicho que la casa era pequeña. Tan pequeña que sólo tenía un dormitorio, y yo esperaba que mi padre no tuviera muchas novias en los próximos meses, porque seguro que me tocaría pasar la noche en el sofá. Televisor no había, pero sí teléfono: claro, ¿para qué queríamos nosotros una casa sin teléfono? Bueno, y en la parte de atrás, en una especie de cobertizo, había un flipper. El cristal estaba roto por una esquina, pero funcionar, funcionaba. El compartimento de las monedas carecía de cerradura, y sólo había que meter el dedo y tocar una palanquita para que aquella máquina me diera ocho, diez, doce partidas, todas las que yo quisiera.

– ¿Qué significa Stars? -preguntó mi padre, viéndome jugar.

– Estrellas -dije.

La máquina se llamaba Las Vegas Stars o algo así. De ahí su pregunta.

– ¿Qué tal tu inglés? -volvió a preguntar.

– ¡Mal! -grité, al tiempo que cargaba todo mi peso sobre la máquina y se encendía la bombilla intermitente del tilt. Falta.

Es verdad que mi inglés era muy malo. Había pasado por muchos colegios y en unos se estudiaba inglés y en otros francés, así que no había aprendido ninguno de los dos. Pero es que mi padre aún sabía menos que yo. Al final de las películas aparecía el THE END y mi padre lo pronunciaba tal cual, «te-en».

¿Queréis saber por qué me hacía esas preguntas? Su pongo que no es difícil de imaginar. El fin de semana nos metimos en el coche y fuimos a Zaragoza. Por la zona de la universidad había unos cuantos bares en los que los americanos solían reunirse cuando estaban de permiso. No tuvimos ningún problema para encontrarlos. Aparcados en doble fila delante de esos bares había media docena de coches inmensos, coches de esos que se veían siempre en las películas de la televisión pero nunca en la realidad.

– ¿Cómo se dice teléfono? -dijo mi padre.

– Telephone.

– ¿Y amigo?

– Friend.

Con un vocabulario no mucho más amplio entramos en el bar y nos pusimos junto a un grupo de americanos. Al cabo de un rato mi padre ya había conseguido entablar conversación con ellos, si es que a eso se le podía llamar conversación.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Carreteras secundarias»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Carreteras secundarias» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Renē Gijo - Baltkrēpis
Renē Gijo
Alberto Ignacio Vargas Pérez - En busca del cuerpo personal
Alberto Ignacio Vargas Pérez
Ignacio Walker Prieto - Cambio sin ruptura
Ignacio Walker Prieto
Ignacio Olaviaga Wulff - Hace mucho
Ignacio Olaviaga Wulff
José Ignacio Cruz Orozco - Prietas las filas
José Ignacio Cruz Orozco
Juan Ignacio Correa Amunátegui - Cohesión social y Convención Constituyente 2021
Juan Ignacio Correa Amunátegui
Ernesto Ignacio Cáceres - Sin héroes ni medallas
Ernesto Ignacio Cáceres
Ignacio Di Bártolo - La palabra del médico
Ignacio Di Bártolo
Juan Ignacio Colil Abricot - Un abismo sin música ni luz
Juan Ignacio Colil Abricot
Ignacio Serrano del Pozo - Después del 31 de mayo
Ignacio Serrano del Pozo
Отзывы о книге «Carreteras secundarias»

Обсуждение, отзывы о книге «Carreteras secundarias» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x