Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sofía cree que dejaré de desear sexualmente a los hombres -a la idea borrosa de un hombre que me ame con desenfreno- cuando haga las paces con mi padre, me deshaga de esta mochila de malos recuerdos que cargo sobre los hombros y aprenda a querer a ese señor gruñón que es papá. Tú no eres gay -me dice en la cama, después de hacer el amor-. Tú eres un hombre, más hombre que tu padre, más hombre que cualquiera de tus hermanos. Yo estoy segurísima de eso. Tengo amigos gays, adoro a los gays, no tengo nada contra ellos, pero tú no eres gay, y eso es demasiado obvio para mí. Yo la escucho en silencio, sorprendido por la determinación de sus palabras. Me gusta creer en esa superstición, que soy un hombre del todo y no a medias, que no soy un hombre roto, tal vez porque mi lado más estúpidamente orgulloso me hace pensar que ser gay es un estigma, una imperfección, una condición que te hace vulnerable, blanco de burlas, desprecios y abusos. Tú necesitas el cariño de un hombre, no el sexo de un hombre, el cariño, la ternura, el afecto de un hombre, porque estás buscando en alguien lo que no encontraste en tu padre, lo que él no te dio, y como tienes ese hueco, ese vacío en el corazón, estás tratando de taparlo con cualquiera, con el primer Geoff que se te cruce en el camino, dice Sofía, llena de amor.

Infatigable en su cariño por mí, que es probablemente una de las maneras más nobles y tortuosas de elegir el sufrimiento, me anima a ir al psiquiatra y a deshacerme de los recuerdos traumáticos que me inspira mi padre, exorcizar esos demonios que azuzan mi infelicidad y perdonarlo, ser capaz de perdonarlo. Nunca vas a ser feliz si vives molesto con tu papá, odiándolo, culpándolo de todas las cosas malas que te pasan -me asegura-. Tienes que hacer terapia y perdonarlo y decírselo: Papá, te perdono, fuiste una mierda conmigo, pero te perdono y te quiero y voy a ser muy feliz.

En esto, Sofía me recuerda a mi madre, que, cuando yo era niño, me decía a menudo, con una insistencia desesperante: Sólo vas a poder torear al mundo si aprendes a torear a tu papá, que es el toro más bravo de todos. Yo no sé si ella aprendió a torearlo, creo que no, porque se pasaba las noches llorando en silencio, pero yo nunca pude, no traté siquiera, le tenía demasiado miedo. Pero Sofía, desde su adorable ingenuidad, cree que no soy gay y que perdonaré a mi padre. Yo creo que papá sabe que soy gay y nunca me perdonará por eso. A veces creo que soy gay por su culpa y que nunca se lo perdonaré. Es decir, que la única capaz de perdonar en esta fea foto familiar es Sofía, porque mi padre no parece ser capaz, aferrado a sus modales de general, y mi madre tampoco, secuestrada por el Opus Dei, esa secta de fanáticos intolerantes, y yo menos, porque no sé perdonar.

Si alguien me hace daño, lo alejo de mi vida para siempre, aunque sea mi padre, y más aún si es mi padre, le digo a Sofía, a quien he contado aquellas historias de abuso y prepotencia que papá ejerció contra mí en las circunstancias más innobles, pero ella me dice, con una terquedad que me recuerda a mamá, que en el fondo tu papá te quiere, está orgulloso de ti, sólo que no sabe expresar ese amor, no sabe quererte porque no sabe querer a nadie, ni siquiera sabe quererse a sí mismo. Yo creo que te equivocas, que sí tengo un lado gay muy fuerte, que eso no es un delirio mío, que no es culpa de la mala relación con mi padre y que no va a desaparecer si lo perdono, digo. Pero ella discrepa con ternura y me dice te apuesto que, si tratas, tu lado gay va a desaparecer. y yo le digo no creo, no creo, ni siquiera creo que debería tratar, porque cuanto más intentas eliminar esos deseos, con más fuerza te asaltan en seguida.

Bella, apasionada, cubriendo su desnudez con unas sábanas de seda, Sofía me dice que yo exagero, que idealizo el amor homosexual, que fantaseo sobre unos placeres que no son tales. Te apuesto que no vas a ser feliz nunca con un hombre, afirma, para mi sorpresa. Te aseguro que no podrías enamorarte de un hombre, que nunca vas a ser sexualmente feliz con un hombre. Me quedo pasmado, porque yo pienso exactamente lo contrario, que, aunque la amo con pasión, nunca voy a poder ser feliz con ella, con ninguna mujer, porque la sombra del deseo homosexual estará acechándome, y que, si me doy una oportunidad para estar con un hombre como Geoff, podría enamorarme y ser feliz con él, sin sentir la urgencia de poseer a una mujer. No se lo digo de esa manera, pero pienso que la violencia del deseo homosexual es infinitamente superior en mí a la palidez de las pulsiones heterosexuales que todavía me agitan a veces. Le digo esto: Yo te amo, y soy feliz contigo sexualmente, pero necesito estar con un hombre. ¿Le he mentido? ¿De veras soy feliz en la cama con ella? No del todo. Ninguna mujer me ha complacido tanto como Sofía, que es una amante deliciosa, pero no sé si en verdad me satisface del todo, porque a veces, sacudiéndome con violencia dentro de ella, estremeciéndome entre sus piernas, pienso en un hombre. ¿Alguna vez, haciendo el amor con Sebastián, pensé en una mujer? Nunca: esa mujer era a menudo yo mismo. ¿Pensé en una mujer cuando Geoff me asaltó con premura en esa cama estragada de su habitación en Nueva York? No: yo quería ser su chica, dejarme poseer. Entonces Sofía me sorprende una vez más: Si realmente necesitas estar con un hombre, vamos. Me dice eso y sonríe con un punto de locura que me recuerda a la sonrisa de su padre. ¿Vamos adonde?, le digo, sorprendido. Vamos a que estés con un chico, dice ella, con la misma naturalidad como si me estuviera proponiendo ir al supermercado.

Río de buena gana, celebrando esta complicidad que hace más verdadero nuestro amor, y le digo pero cómo voy a encontrar a un chico, es imposible, no es tan fácil. y ella ¿realmente quieres acostarte con un chico hoy? Yo no lo dudo, realmente quiero estar con un chico y más aún desde que, abatido, renuncié a tomar el tren para encontrarme con Geoff. Sí, me encantaría, pero es imposible, y además no lo haría si te molesta, digo. Pero ella está decidida: Vamos, te voy a llevar a la mejor discoteca gay de Washington, y vas a elegir al chico que más te guste, y te vas a ir con él, te vas a acostar con él. Yo sonrío nerviosamente y le digo estás loca, no tiene sentido, ¿dónde me voy a acostar con él, y dónde vas a estar tú? Sofía sonríe con aplomo y dice puedes venir con él a este departamento, yo me voy a bailar y los dejo solos un par de horas, y yo no, ni hablar, no tiene sentido, y ella tienes que hacerlo, tienes que sacarte el clavo, no puedes vivir con esa idea que te hace infeliz, que no te deja estar bien conmigo, vamos a la discoteca, que está llena de chicos lindos, y escoge al que más te guste, y yo, de pronto animado por la promesa de tantos chicos lindos a mi alrededor, me dejo convencer y digo bueno, vamos, pero Sofía me advierte vas a ver que te vas a arrepentir, que no lo vas a disfrutar, que cuando te acuestes con el chico que elijas, no va a ser tan perfecto, tan lindo como te imaginas, y entonces te vas a dar cuenta de que lo nuestro es amor verdadero y eso es sólo una fantasía tuya que viene de la falta de amor de tu papá, de todo ese veneno que has ido metiéndote por odiarlo, y yo, asombrado por la contundencia de su razonamiento y por la ausencia de dudas que pone en evidencia, ¿de verdad crees que, si me acuesto hoy con un chico, me voy a arrepentir?, y ella sí, estoy segura, vamos, y yo pienso que es muy improbable que me arrepienta.

Entonces nos arreglamos, nos echamos encima pañuelos de seda y colonias finas, y nos montamos en el auto de Isabel, y yo manejo, siguiendo las instrucciones que Sofía me da con precisión, hasta un barrio más bien feo, en los extrarradios de Adams Morgan, entre tiendas de chamanes, bares bulliciosos, comercios de baratijas y consultorios de videntes que predicen el futuro por veinte dólares la hora. Sofía señala un galpón de aspecto siniestro, una especie de fábrica abandonada o hangar en desuso, y me dice es allí, ésa es la discoteca, cuadra donde puedas. Yo estaciono a regañadientes, pues el lugar me parece horrendo, arrabalero, sin una fachada digna o un cartel iluminado, apenas un portón de fierro en la penumbra y alrededor unos cuerpos musculosos de hombres con las ropas apretadas, y digo mejor nos vamos, este lugar no me gusta nada, y ella ríe y me dice vamos, no seas maricón, y yo sonrío de que ella me diga maricón y pregunto ¿de verdad crees que me va a gustar?, y ella sí, seguro, y yo ¿pero tú has entrado alguna vez?, y ella me sorprende sí, cuando estudiaba en Filadelfia venía mucho a Washington y una vez vine con un amigo francés y otra vez con un italiano, por fuera es feo el lugar, pero adentro, ya verás, te va a gustar, hay chicos lindísimos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x