Jorge Semprún - El Largo Viaje

Здесь есть возможность читать онлайн «Jorge Semprún - El Largo Viaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Largo Viaje: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Largo Viaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Corre el año 1943.En un angosto vagón de mercancías precintado, ciento veinte deportados cruzan las tierras francesas camino del campo de concentración. Es un viaje claustrofóbico, vejatorio: los cuerpos hacinados caen de agotamiento, han perdido la cuenta de los días que llevan allí, y la angustia crece porque nadie sabe cuándo acabará ese viaje hacia el horror.

El Largo Viaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Largo Viaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero en los campos de concentración el hombre se convierte también en este ser invencible capaz de compartir hasta la última colilla, el último pedazo de pan, hasta su último aliento para sostener a sus camaradas. Es decir, no es en los campos donde el hombre se convierte en este animal invencible. Lo es ya. Es una posibilidad inscrita desde siempre en su naturaleza social. Pero estos campos son situaciones límite, donde la criba entre los hombres y los demás se hace de manera más brutal. En realidad, no eran precisos estos campos para saber que el hombre es el ser capaz de lo mejor y de lo peor. Esta constatación llega a ser desoladora por lo banal.

– ¿Y así terminó la historia? -pregunta el chico de Semur.

– Pues sí -le contesto.

– ¿Y Ramaillet continuó comiéndose sus paquetes él solo?

– Desde luego.

– Habría que haberle obligado a compartir -dice el chico de Semur.

– Se dice fácil -replico-. Si no quería, ¿qué podíamos hacer?

– Había que obligarle, te lo digo. Cuando hay tres tíos en una celda y dos están de acuerdo, hay mil maneras de persuadir al tercero.

– Seguro.

– ¿Entonces? No me parecéis muy despabilados el muchacho del bosque de Othe y tú.

– Nunca nos planteamos así el problema.

– ¿Y por qué?

– Es de suponer que la comida se nos hubiera atragantado.

– ¿Qué comida?

– La que hubiéramos obligado a Ramaillet a darnos.

– A daros, no. A compartir. Había que obligarle a compartir todo, sus paquetes y los del muchacho del bosque de Othe.

– Nunca nos planteamos el problema desde esta perspectiva -reconozco.

– Me parecéis muy escrupulosos vosotros dos -dice el chico de Semur.

Cuatro o cinco filas detrás de nosotros se produce un revuelo repentino y se oyen gritos.

– ¿Qué pasa ahora? -dice el chico de Semur. La masa de los cuerpos oscila de un lado a otro.

– ¡Aire, necesita airel-grita una voz detrás de nosotros.

– Haced sitio, por Dios, que le acerquen a la ventana -grita otra voz.

La masa de los cuerpos oscila, se abre, y brazos de sombra de esta masa de sombras empujan hacia nosotros y hacia la ventana el cuerpo inanimado de un anciano. El chico de Semur le sostiene de un lado, yo del otro, y le mantenemos ante el aire frío de la noche, que se precipita por la abertura.

– ¡Dios! -dice el chico de Semur-, tiene muy mal aspecto.

El rostro del anciano es una máscara crispada de ojos vacíos. Su boca se tuerce por el doior.

– ¿Qué se puede hacer? -pregunto.

El chico de Semur contempla el rostro del anciano y nada responde. El cuerpo del anciano se contrae de repente. Sus o]os recobran vida y mira fijamente la noche ante sí.

– ¿Os dais cuenta? -dice en voz baja pero clara. Luego, su mirada se apaga otra vez y su cuerpo se desploma en nuestros brazos.

– ¡Eh, viejo! -dice el chico de Semur-, no hay que abandonarse.

Pero me parece que se ha abandonado definitivamente.

– Debe de ser algo del corazón -dice el chico.

Como si el hecho de saber de qué ha muerto este anciano tuviera algo tranquilizador. Porque este anciano ha muerto, sin duda alguna. Ha abierto los ojos, ha dicho: «¿Os dais cuenta?», y ha muerto. Es un cadáver lo que sostenemos entre los brazos, ante el aire frío de la noche que se precipita por la abertura.

– Ha muerto -digo al chico de Semur.

Lo sabe tan bien como yo, pero tarda en conformarse.

– Debe de ser algo del corazón -repite.

Los viejos, es normal, siempre tienen algo del corazón. Pero nosotros, nosotros tenemos veinte años, no tenemos nada del corazón. Eso es lo que quiere decir el chico de Semur. Coloca la muerte de este anciano entre los accidentes imprevisibles, pero lógicos, que ocurren a los ancianos. Tranquiliza. Esta muerte viene a ser a!go que no nos atañe directamente. Esta muerte se ha abierto camino en el cuerpo de este anciano, estaba en camino desde hace mucho tiempo. Ya se sabe lo que son esas enfermedades del corazón, alcanzan a uno donde y cuando menos lo espera. Pero nosotros tenemos veinte años, esta muerte no nos alcanza.

Sostenemos el cadáver por sus brazos inertes y no sabemos qué hacer.

– ¡Eh! -grita una voz detrás de nosotros-, ¿cómo se encuentra?

– Ya no se encuentra de ningún modo -respondo.

– ¿Cómo? -dice la voz.

– Ha muerto -dice el chico de Semur, con mayor precisión.

El silencio se hace más pesado. Los ejes rechinan en las curvas, el tren silba, rueda siempre a buena velocidad. Y el silencio se hace más pesado.

– Tendría algo del corazón -dice otra vez en el silencio más pesado.

– ¿Estáis seguros de que ha muerto? -dice la primera voz.

– Del todo -dice el chico de Semur.

– ¿Ya no le late el corazón? -insiste la voz.

– Que no, hombre, que no -contesta el chico de Semur.

– ¿Cómo ha sido? -pregunta una tercera voz.

– Como de costumbre -respondo.

– ¿Qué quiere decir eso? -dice, irritada, la tercera voz.

– Quiere decir que estaba vivo, y que de repente ha muerto -explico.

– Tendría algo del corazón -dice otra vez la voz de hace un rato.

Un corto silencio, durante el cual los tipos rumian esta idea tranquilizadora. Es un accidente banal, un ataque de corazón, podía haberle sucedido a orillas del Mar-ne, mientras pescaba. Esta idea del ataque de corazón es tranquilizadora. Excepto para quienes tienen algo del corazón, claro está.

– ¿Qué hacemos con él? -pregunta el chico de Semur.

Porque seguimos sosteniendo el cadáver, por los brazos inertes, frente al aire frío de ía noche.

– ¿Estáis seguros de que ha muerto? -insiste la primera voz.

– Claro, nos estás cansando -dice el chico de Semur.

– Tal vez esté sólo desmayado -dice la voz.

– Mierda -dice el chico de Semur-, ven a verlo tú.

Pero nadie viene. Desde que hemos dicho que el anciano ha muerto, la masa de los cuerpos cercanos a nosotros se ha ido alejando. Apenas es perceptible, pero se ha alejado. La masa de los cuerpos de nuestro alrededor ya no está pegada a nosotros, ya no nos empuja con la misma fuerza. Como el organismo retráctil de una ostra, la masa de los cuerpos se ha encogido sobre sí misma. Ya no sentimos la misma presión continua contra los hombros, las piernas y los ríñones.

– Pero no vamos a sostenerlo toda la noche mi compañero y yo -dice el chico de Semur.

– Hay que pedir a los alemanes que paren el tren -dice una nueva voz.

– ¿Para qué? -pregunta otro.

– Para que recojan el cuerpo y lo envíen a su familia -dice la nueva voz.

Estallan unas carcajadas rechinantes, un poco brutales.

– Otro que ha visto La gran ilusión y hasta en colores -dice una voz de París.

– Ven -me dice el chico de Semur-, vamos a colocarlo en el suelo, bien estirado en aquel rincón. Allí abultará menos.

Comenzamos a movernos para hacer lo que ha dicho, e inevitablemente empujamos un poco a los que nos rodean.

– ¿Eh, qué hacéis? -grita una voz.

– Vamos a colocarlo en el suelo, contra el rincón -dice el chico de Semur-, ahí ocupará menos espacio.

– Cuidado -dice un tipo-, por ahí está la letrina.

– Pues apartad la letrina -dice el chico de Semur.

– Ah, no -dice algún otro-, no me vais a poner la letrina en las narices.

– Oh, ya está bien -grita un tercero enfadado-. Hasta ahora he sido yo quien he tenido vuestra mierda en la nariz.

– La tuya también -dice otro, gracioso.

– Pues no, yo me aguanto -dice el de antes.

– Es malo para la salud -dice el gracioso.

– ¡Eh, vosotros! ¿Vais a cerrar la boca? -dice el chico de Semur-. Empujad la jodida letrina, vamos a echar a éste en el suelo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Largo Viaje»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Largo Viaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Harry Harrison - Largo! Largo!
Harry Harrison
Francisco Cabrera Sánchez - Viaje por el camino sanabrés
Francisco Cabrera Sánchez
Jorge Semprún
Неизвестный Автор
Simon Ortiz - Un buen viaje
Simon Ortiz
Jorge Bericat - En viaje a Way Point
Jorge Bericat
José Fernández Díaz - El viaje de Enrique
José Fernández Díaz
Fernando González - Viaje a pie 1929
Fernando González
Jorge Larrosa Bondia - Elogio del profesor
Jorge Larrosa Bondia
Отзывы о книге «El Largo Viaje»

Обсуждение, отзывы о книге «El Largo Viaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x