González, Fernando, 1895-1964.
Viaje a pie / Fernando González.-- Medellín : Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2010.
254 p. ; 20 cm.-- (Biblioteca Fernando González)
ISBN 9789587200812
Literatura colombiana - Siglo XX 2. Colombia - Descripciones y viajes – Relatos personales I. Tít. II. Serie
Co868.5 cd ed. 21
A 1274009
CEP-Banco de la República. Biblioteca Luis Ángel Arango
VIAJE A PIE
PUBLICADO POR PRIMERA VEZ EN OCTUBRE DE 1929
POR LE LIVRE LIBRE, PARÍS
COLECCIÓN BIBLIOTECA FERNANDO GONZÁLEZ
Octava edición: diciembre de 2010
Cuarta reimpresión: mayo de 2012
PRIMERA EDICIÓN EN LA COLECCIÓN BIBLIOTECA FERNANDO GONZÁLEZ
© Herederos Fernando González Ochoa
© Fondo Editorial Universidad EAFIT
Carrera 49 #7 sur 50, Tel. 261 95 23, Medellín.
http//www.eafit.edu.co/fondo
E-mail: fonedit@eafit.edu.co
ISBN: 978-958-720-081-2
Diseño y diagramación: Alina Giraldo Y.
Editado en Medellín, Colombia
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
ILUSTRACIÓN DE CARATÚLA PARA LA PRIMERA EDICIÓN ALBERTO ARANGO URIB
CONTENIDO
PRESENTACIÓN
Gonzalo Arango
VIAJE A PIE DE DOS FILÓSOFOS AFICIONADOS
EPÍLOGO
BAJO PECADO MORTAL
VIAJE A PIE
Estanislao Zuleta Ferrer
NOTAS AL PIE
PRESENTACIÓN *
Por Gonzalo Arango
La vida no es un sueño, es un viaje: un viaje a pie. Y para viajar hay que estar despierto, ¿no?
Despierte, pues, si quiere leer a Fernando González. Usted preguntará: ¿A dónde lleva este viaje?
Yo digo: el hombre no tiene sino sus dos pies, su corazón, y un camino que no conduce a ninguna parte.
Pero ante este libro la respuesta es muy simple: este viaje conduce a usted mismo.
El maestro enseñaba que los conceptos son el estiércol del alma. Eso es lo que no haré en estas páginas: estercolar conceptos sobre Viaje a pie . Si acepté escribirla, no es para ostentar méritos de una amistad cancelada por la muerte. Por lo demás, es un esfuerzo que excede mi posibilidad. Pero hay una manera de ser digno: siendo fiel.
No pienso enturbiar la claridad de esta obra para que Fernando González, ahora ausente de la ciudad, aparezca inteligente y profundo ante las nuevas generaciones.
Aquí no aprenderán nada nuevo los viejos eruditos y los exégetas de filosofía escolástica. Para ellos, evidentemente, no escribió.
Yo me dirijo a la juventud, a esos que aún no están hipotecados, ni muertos. A usted, que desespera de lo que es, que busca un camino, que está a tiempo de salvarse. Para usted, evidentemente que sí fue escrito este libro.
En cierto sentido, este no es un libro como todos los libros; es un viaje como todos los viajes. Y los viajes no se explican: se hacen.
Este fue vivido realmente y escrito paso a paso durante el camino que de Medellín conduce a Manizales. No tiene importancia. En esencia, se trata de un viaje alrededor del mundo de Fernando González. Y esto sí tiene importancia, pues con este hombre, con este escritor, con este profeta, se inician nuevos rumbos en la literatura colombiana y continental. Su aparición marca un renacimiento espiritual, funda un nuevo ser y un nuevo pensamiento.
Aquí nada necesita ser explicado: ni los viajeros, ni el paisaje, ni el camino, ni la meta. Lo que interesa no son las peripecias de la aventura, sino el suceder interior de un filósofo de carne y hueso que ve las cosas con una visión diferente, original.
Usted, para empezar no necesita carnet de inteligente para leer a Fernando González y comprenderlo. Solo necesita abrir el libro como una puerta, entrar, y ponerse en marcha para hacer este Viaje a pie en compañía del maestro, como cualquier caminante.
Él lo precederá porque es un guía. Su gran pasión fue viajar y conocer a los hombres. Por eso, su conocimiento es tan vivo, la síntesis de verdades y vivencias que luego de padecidas fueron recreadas en sus libros.
Como en los viajes reales, usted gozará las emociones, las sorpresas, las amarguras, las alegrías del camino que él propone. Usted será colmado en cada página con el éxtasis del paisaje; con las verdades de su filosofía viviente. Amará la pasión, la rebeldía, la sinceridad de este discurrir de un espíritu por el tiempo y el espacio de su propia conciencia.
No se arrepentirá de haber elegido este viaje. En él aprenderá muchas cosas: ante todo a conocerse. Pero no todo le será dado. Se le exigirá sinceridad y coraje, desnudarse, despojarse de sus mentiras, de sus ilusiones, de sus mitos, de lo que no es usted, de lo que niega su vida. Quedarse solo, en el puro desamparo, sin sus queridas y trampositas verdades eternas; sin esas falsas entelequias idealistas en que usted reposaba cómodo, resignado a morir, ya muerto.
Se le exigirá, en síntesis, ser guerrero, luchar contra todo y contra usted mismo; aceptar morir para resucitar. Al final del viaje tendrá su recompensa: ya no estará solo, pues habrá enterrado en el camino su ser muerto, y habrá salvado su verdadero ser.
Fernando González es un escritor clásico. Y como clásico, de todos los tiempos. Sobre todo del nuestro: un colombiano universal.
Su obra refleja este siglo, nos afecta, nos compromete, nos turba, nos acusa, nos libera. Constituye, por su rebeldía y sinceridad, por su desnudez y agresivo lenguaje, uno de los testimonios humanos más vivos y beligerantes de nuestra literatura.
No es un escritor “profesional” en el sentido de hacer de la literatura un fin estético. Para él es un medio de comunicación, el más eficaz. A través de las palabras se confiesa, se comprende, se realiza como ser humano. Lo dijo en El Remordimiento : “La literatura ha sido mi panacea; es una necesidad espiritual sucedáneo del confesionario”.
Todo lo que escribió constituye por eso una vasta acusación, a la vez que una dramática confesión de sí mismo: de sus conflictos con los hombres y con Dios. Fue una lucha desesperada por el conocimiento, contra los límites y las astucias de la Razón, de la cual era su feroz y personal enemigo, porque lo alejaba de Dios y la Naturaleza.
Por este camino contingente que es el mundo buscaba anhelosamente lo Absoluto a través del arte. Es un penitente que se siente culpable de existir. La literatura significó en su vida una hoguera en la que arde, sufre, goza y se purifica. Suplicio a la vez que redención. La palabra es su instrumento mágico: en ella ama y comprende; le brinda la posibilidad de resolverse y salvarse; de reconciliarse con su destino humano y con Dios.
Para él, la literatura fue un rito de linaje religioso y no escribe para triunfar y ser famoso sino para saciar su sed de Absoluto, que es sed de eternidad, pero también sed de vivir.
En esencia, un atormentado espíritu religioso. Su misticismo era vital, edénico, profundamente humanizado. Asumió, como síntesis de su lucha, la defensa del hombre, su libertad, su dignidad viviente. En su obra palpita, con una furia religiosa, el carácter sagrado de la vida. En su exaltación no economiza fervor. Escribe con sed para los sedientos. Al hacerlo, se desgarra interiormente para desnudarse ante sí mismo y ante los demás. Es un acto de expiación en homenaje a la verdad de su condición humana, en la que se glorifica por lo que tiene de divina, y en la que se abisma por lo que tiene de bastarda.
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