En el capítulo 7, “Por un uso coeducativo de los cuentos infantiles”, Paula Hernández afirma que los educadores deben reconocer el “gran poder educativo [de los cuentos] y, sobre todo, del papel que juegan como transmisores de valores y actitudes”. Lastimosamente, “muchos cuentos tradicionales [...] están colmados de estereotipos y siguen transmitiendo los mismos roles de antaño, que fomentan la desigualdad entre géneros”.
En el capítulo 8, “La biblioteca infantil en el entorno universitario”, Johanna Herrera y Carlos Corrales subrayan la importancia de la biblioteca infantil dentro de la biblioteca de una universidad. Además, ofrecen sugerencias sobre los materiales que debe incluir y cómo puede ofrecer sus servicios a la comunidad local.
En resumen, Reflexión y práctica pedagógica de la Literatura Infantil es un libro temático, abordado desde diversos ángulos complementarios, que llena uno de los vacíos más significativos de la biblioteca nacional.
Quito, 25 de febrero de 2019
La literatura en la primera infancia: una manera afectiva de crecer
Leonor Bravo Velásquez1
Resumen
La literatura, al ser el arte que expresa la esencia de los seres humanos a través de las palabras, es fundamental en la educación inicial, ya que es un aporte para el logro de uno de los principales desafíos de la formación en la primera infancia: apoyar a los niños a reconocerse como constructores de sentidos y significados. El rol que tienen los padres y maestros para que el encuentro entre los niños y la literatura sea grato es fundamental y posible de lograr.
En nuestro mundo hay una tribu semisalvaje muy especial, muy antigua y ampliamente extendida, a la que antropólogos e historiadores sólo han comenzado a prestar atención recientemente. Todos nosotros hemos pertenecido a esta tribu; hemos conocido sus costumbres, sus hábitos y sus ritos, su folklore y sus textos sagrados. Me estoy refiriendo a los niños.
Alison Lurie
No se lo cuentes a los mayores
Los textos sagrados de esta tribu son muchos, son variados y fueron creados desde muy antiguo. Seth Lerer, catedrático estadounidense, dice en su libro La magia de los libros infantiles: “La literatura infantil ha existido desde que existen los niños. Mucho antes de que John Newbery fundara en 1740 la primera imprenta dedicada a la publicación de libros para niños, ya se contaban y se escribían relatos para los más jóvenes […]”. Cuarenta años antes Charles Perrault publicaba Historias y cuentos de tiempos pasados, Los cuentos de mi madre la Oca, obra en la cual recopilaba y reelaboraba numerosos relatos de la tradición oral como El gato con botas, La bella durmiente, o Caperucita Roja, clásicos de la literatura para niños; en 1650 John Comenius, escritor y humanista checo, publicaba el Orbis Sensualium Pictus o El mundo sensible en imágenes, Guía ilustrada de lectura para niños, y dos milenios antes Esopo narraba ya sus famosas fábulas a niños y adultos de la Antigua Grecia .
Sin embargo, para llegar a lo que fue el germen de esta literatura debemos hacer el esfuerzo de imaginar aquello que ignoramos y que se ha perdido, pero que con seguridad ocurrió. Me refiero a las sencillas canciones, arrullos, retahílas que las madres susurraban a sus hijos recién nacidos para aquietar su llanto, para acompañarlos en esa hora difícil en que el sueño no llega, para calmar su hambre o exorcizar el miedo a que mueran demasiado pronto como ocurría con demasiada frecuencia en esos lejanos tiempos. Seguramente la primera nana, que se pierde en el oscuro pasado del ser humano, se cantó antes que las loas a los dioses, antes que los poemas de amor; se cantó la primera noche que una hembra, con capacidad de articular palabras, sintió la necesidad de arrullar a su hijo. Estas creaciones fueron tal vez los primeros intentos literarios del ser humano que, al ser orales y producidas en el círculo más íntimo de la sociedad, no se difundieron ni sobrevivieron en el tiempo.
Hablar, cantar y jugar con los niños
La relación de los niños con el lenguaje inicia antes de su nacimiento porque sus padres, muy tempranamente, toman contacto con ellos a través de palabras al escoger su nombre, al imaginarse cómo es ese ser que se mueve y da pataditas, al expresar en palabras con significado sus expectativas, sueños y temores respecto a su nacimiento, a su futura vida, a cómo transformará su existencia. Por su parte el niño, dentro del vientre escucha ya la voz de su madre, la de su padre, y empieza a descifrar los sentimientos que ponen en sus palabras.
Al nacer los llamarán por su nombre y muchas madres, con mayor conciencia que sus antecesoras de lo que significa hablar, susurrar y cantar a los niños, siguen cantando a sus hijos para que se duerman.
Señora Santa Ana
Por qué llora el niño
Por una manzana
Que se le ha perdido
Si llora por una
Yo le daré dos
Una para el niño
Y otra para vos.
La vieja señora Santa Ana se pasea por la habitación que huele a leche materna y a cariño. El cuco ha sido desterrado de esa casa y ya no habrá amenazas de ser comido por él, como les pasó antes a muchos otros y en su lugar habrá estrellas, conejos o mariposas.
El niño escucha las palabras y aunque no sabe lo que es una manzana, mucho menos una manzana perdida, siente el amor que tiene esa voz que, durante nueve meses, le ayudó a construir con sonidos una parte importante de su idea de lo que es la vida y el mundo.
Fruto de la experiencia de los talleres impartidos en los que se realizaron actividades de mediación lectora, los resultados observados en los niños participantes fueron los siguientes:
El niño se siente querido y poco a poco va comprendiendo lo que cada palabra quiere decir, y entre más palabras escuche más grande será su universo, la conciencia de sí mismo y su relación con ese todo que crece con cada experiencia diferente que vive. Y al oír su nombre empezará a forjar su identidad. Su nombre dicho con amor, con alegría, con cansancio o con tristeza será uno de los primeros referentes que tendrá para saber quién es él y cuál es su lugar en el universo. El niño aprenderá entonces a leer los sonidos y los gestos de su madre, de su padre, del resto de la familia y del mundo que le rodea. La primera lectura que el niño realiza es del rostro de quien le cuida, de quien conversa con él, de quienes son su universo cercano. Un rostro afectuoso, receptivo, atento y cariñoso le hará sentirse querido y aceptado, por el contrario un rostro apático, indiferente o peor aún, disgustado, le trasmitirá la sensación de ser poco aceptado en su medio. Y aprenderá también a comunicarse, primero con gestos y sonidos hasta cuando brote la primera palabra como una flor que quiere regalar a todos. Palabra repetida muchas veces hasta que tenga sentido para él y se convierta en muchas otras palabras que le entreguen el mundo.
Las palabras irán acompañadas de juegos, y la risa del niño pintará de colores el aire de la casa con el tope, tope, tun, inflar las mejillas, cerrar los ojitos, dar besos de esquimales, contar pequeñas historias con los dedos y las muchas formas de provocar cosquillas. Y también esos antiguos juegos que pueden decir cosas crueles como el aserrín, aserrán donde les dan palo a los que piden pan, sin embargo, ni la madre ni el niño se fijarán en eso sino en el sonido que rima y que invita al movimiento, al juego y luego al abrazo.
Pero no en todas las casas es así, pues en otras hay niños que crecen sin cosquillas, sin que nadie les sople la carita para que cierren los ojos, sin deditos que compran huevos, sin arañitas que recorren todo su cuerpo, porque las madres jóvenes con múltiples preocupaciones y distractores o cansadas de trabajar con doble jornada se olvidan de jugar y, si bien abrazan también a sus hijos y les dicen cosas bonitas, la mayor diversión de los dos será mirar la televisión. Los niños se entretendrán con mensajes prefabricados que empezarán a uniformizar su pensamiento y con propagandas que los adiestrarán para el futuro consumo.
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