Los cortes generan lagunas temporales, algo como el jetlag cuando se viaja en avión; Homi Bhabha ( The Location of Culture ) lo llama “time-lag”. En la laguna temporal se hace nítido el círculo de las políticas imperiales. Se nos corta el tiempo desde afuera y desde el estado, se corta algún proceso, y se nos define como temporalmente diferentes según una historia desarrollista, en etapas, que es la historia del capitalismo y del imperio concebidos como modernidad, civilización y continuo progreso. América latina, en esa cronopolítica, está siempre en una etapa temporal anterior, atrasada o “emergiendo” en relación con lo ya constituido, en un proceso que nunca acaba y que se reajusta con cada salto modernizador. Somos segundos en la historia del capitalismo y “llegamos tarde al banquete de la civilización” (Alfonso Reyes).
La diferencia temporal que se nos produce y asigna nos lleva a pensar críticamente y también a pensar de otro modo. A imaginar cambios sin etapas, progresos y modernizaciones sin desarrollos. Desde aquí no podemos ver el tiempo en forma lineal, en términos de “atraso” o “adelanto”. No podemos aceptar la historia desarrollista del capital y su cronopolítica que nos pone en una anterioridad o atraso. Homi Bhabha dice que Frantz Fanon destruye los esquemas de tiempo: el negro se niega a ocupar el pasado del cual el blanco es el futuro.
H. Bhabha critica la historiografía que plantea la sucesión de colonialismo, poscolonialismo y globalización. Las condiciones del colonialismo persisten dentro de las naciones independientes y también en la globalización, y producen pobreza y racismo.
John Kraniauskas (en Boundary 2, Nº 32, 2005, p. 2) dice que la idea de desarrollo ha sido fundamental en la historia latinoamericana y que es una idea central no solo para la historia del mundo, porque le da una gramática y una dirección civilizatoria, sino también para la administración transnacional del capitalismo aquí en América latina. El desarrollo captura el tiempo histórico y lo despliega como sentido de progreso (civilizatorio). Está íntimamente ligado a las teorías de la modernización, como la conocida “teoría de los estadios” de Rostow, que fue importante para la Alianza para el Progreso de Kennedy. El desarrollo sería el tiempo del capital y del imperio que sirve para la administración biopolítica del tiempo aquí, en América latina.
En América latina el salto modernizador produce tiempo no vivido: agujeros o lagunas de tiempo que quedan, a partir del corte, como estancadas en repeticiones y retornos. Esas lagunas temporales desafían una historia desarrollista como la del capitalismo.
¿Cómo especular o imaginar desde la laguna temporal, en el time-lag, sin etapas ni desarrollo desigual y sin modernidades alternativas en relación con una modernidad modelo o un desarrollo parejo? ¿Y cómo pensar sin los relatos historicistas e imperiales de la temporalidad del capitalismo con su imperativo de modernización emancipatoria?
La laguna temporal producida por los saltos modernizadores nos lleva a pensar el problema del tiempo histórico latinoamericano, y también el problema de la relación entre los sujetos y el estado. En la historia latinoamericana no se puede separar a los sujetos del estado porque la laguna temporal es también una experiencia íntima del tiempo. Los saltos modernizadores transforman y alteran las vidas individuales en América latina, donde la relación entre experiencia personal y acontecimiento histórico aparece directa, sin mediación. La dictadura militar o la modernización forzosa no solo producen saltos de tiempo y rupturas políticas y económicas; penetran la vida de las personas, entran en sus casas, deciden sus destinos.
Miércoles 21 de junio
Jueves 22 de junio
Temporalidad del mercado y temporalidad estatal
El tiempo neoliberal en América latina: la temporalidad del mercado es mucho más rápida que la temporalidad política y puede aniquilarla. La velocidad del neoliberalismo aplasta el estado latinoamericano y lo reformula. En adelante, será otra la relación entre nación y estado.
En el siglo XIX y sobre todo en el XX se instituyó una temporalidad estatal, poderosa y autónoma, que dominó sobre el tiempo del mercado actuando como lentificador social. Esta temporalidad culmina en la mitad del siglo XX y hoy está fracturada. Un legislativo lento y un ejecutivo que se acelera con los decretos de necesidad y urgencia para responder a lo que los diarios del 2000 en Buenos Aires llamaban “los mercados”. La velocidad de los mercados subordina y pone a su servicio (y usa) la temporalidad política estatal, mucho más lenta (y no hablemos de la temporalidad judicial). El tiempo neoliberal transforma el estado en América latina: el presente eterno y a la vez la máxima aceleración hacen estallar la temporalidad estatal e impiden proyectos políticos. El efecto es la abolición de la política.
La tradición económica y temporal del neoliberalismo (que nace con Adam Smith y culmina en los años 60 con los escritos de Friedrich von Hayek) trató de legitimar la supremacía del tiempo del mercado sobre el tiempo político. El pensamiento de Von Hayek coincide con la ideología neoliberal del fin del siglo XX. La economía del presente eterno de la sociedad de mercado trata de abolir la política: Von Hayek llevó al límite el rechazo del proyecto político negando toda idea de construcción fundada en el tiempo largo (un proyecto de nación, una reorganización social). Con esto puso en evidencia la tensión entre temporalidades del mercado y temporalidades políticas que se vive aquí en el 2000. Uno de los problemas es que no hay proyecto de nación, cuando el proyecto mismo es el que la define en tanto tal. El neoliberalismo no solo pone en cuestión el estado latinoamericano sino también la nación. Nos lleva a replantear la relación entre nación y estado, a dejar de usar la expresión estado-nación.
Miércoles 26 de junio
Domingo 2 de julio
La velocidad neoliberal y lo popular en Buenos Aires año 2000 (el santito de la temporada)
Me enteré de que el cantante Rodrigo (“El Potro”) existía el día de su muerte. Y en el accidente y en el estallido, en su cuerpo, pude imaginar (ver en imagen ) la temporalidad neoliberal y el negocio sin límites de la industria musical y discográfica.
El 25 de junio, después de un show, se estrella en el camino a La Plata, iba sin cinturón: la vida al borde. El pueblo le hace un altar en el lugar del accidente y le reza. Rodrigo, un muchacho de Córdoba que tenía ojos celestes y atravesaba por lo menos dos clases y culturas, podría dejarnos imaginar (ver en imagen: especular) no solo la velocidad del neoliberalismo latinoamericano sino su forma misma. Rodrigo usa una forma musical rural, una alianza con “el interior” folklórico (el auténtico folklore cordobés, de origen campesino) y con los pasodobles y las tarantelas (de los inmigrantes españoles e italianos) y eso es lo popular, pero es hijo de un empresario de la industria discográfica, del sello CBS. No representa; es él mismo un tipo de formación populista (“popular”) neoliberal como la de Menem, caudillo de La Rioja. Y se lanza a toda velocidad para estallar y cortar el tiempo.
En los tres días que siguieron a su muerte vendió 170 mil copias de su último disco. El más exitoso había vendido 300 mil copias. “La industria no pierde tiempo, por eso la velocidad y la autopista, y quizás por eso, también el golpe y el final”, dice Alejandra Dandan en Página/12 el domingo 2 de julio.
La muerte de Rodrigo, que en julio acumuló otro millón seiscientas mil unidades totalizando dos millones desde que se mató hace un mes, me deja ver la velocidad neoliberal. Decido que este tipo de estallidos que cortan el tiempo (muertes no naturales, accidentes y atentados, crímenes y suicidios) son acontecimientos centrales del 2000 en Buenos Aires. Es “cuando la muerte habla”. Después registro el suicidio de Favaloro, el asesinato de Natalia Fratticelli y otras muertes.
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