Josefina Ludmer
LO QUE VENDRÁ
A esta altura pienso que la tarea crítica se ha transformado en un delirio y busco entrar por la literatura a lo que llamo la “fábrica de realidad”, o sea a la imaginación en la que la literatura es una parte privilegiada: la imaginación de formas, relatos, personajes, es la que realmente construye la realidad. Estoy absolutamente metida en ese trabajo con cierta presión para terminarlo, pero hasta que no se termine no se sabe.
Lo que vendrá recopila intervenciones críticas de Josefina Ludmer dedicadas al estudio de la literatura latinoamericana. Escritos a lo largo de cincuenta años, y hasta hoy dispersos en libros, actas, revistas, estos textos pueden leerse como una historia tentativa de la literatura latinoamericana (con artículos sobre sor Juana, la gauchesca, el naturalismo mexicano, Macedonio Fernández, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Roa Bastos, Pedro Juan Gutiérrez). Pero pueden pensarse también como la historia de un pensamiento, de una máquina de lectura, que en sus recurrencias y variaciones constituye uno de los momentos más brillantes de la crítica literaria latinoamericana. La intensidad de la lectura (de la escritura) que propone Josefina Ludmer en sus ensayos informa la materia de este libro.
Ezequiel De Rosso
Lo que vendrá
Una antología (1963-2013)
JOSEFINA LUDMER
Selección y prólogo de Ezequiel De Rosso
El conocimiento es polémico y estratégico. Los restos que deja una lectura analítica, sus vacíos y puntos ciegos, remiten a los rechazos y también a lo que vendrá.
JOSEFINA LUDMER
Lo que vendrá recopila un conjunto de artículos de Josefina Ludmer dedicados al estudio de la literatura latinoamericana. Elaboradas en debates y tensiones con diversas tendencias del campo, estas intervenciones pueden leerse como una historia especulativa. Esa historia se inicia al filo del siglo XVIII con la “Respuesta a Sor Filotea” de Sor Juana, atraviesa el siglo XIX (en el estudio de la gauchesca) y se detiene en el naturalismo de fin de siglo (en Santa , de Federico Gamboa, de 1902). El siglo XX tiene un doble inicio, en Argentina, en los veinte, con la vanguardia (Macedonio Fernández) y el modernismo (Alfonsina Storni), una redefinición en los cuarenta (en las obras de Jorge Luis Borges y Felisberto Hernández) y una clausura con las narrativas de los sesenta y setenta (en textos de Mario Benedetti, Ernesto Sábato, Vicente Leñero, Miguel Barnet, Guillermo Cabrera Infante, Manuel Puig, Augusto Roa Bastos y Juan Carlos Onetti), que llega hasta los textos de Osvaldo Lamborghini (con quien Ludmer firma en 1975 “Por Macedonio Fernández. Apuntes alrededor de 35 versos de Elena Bellamuerte ”). El siglo XXI empieza a fin de la década de los noventa, en Cuba, con dos novelas (de Atilio Caballero, de Pedro Juan Gutiérrez) y con el fin de la autonomía que organiza esa historia: nuestro presente es, para Ludmer, “lo que viene después”.
Esa historia se organiza sobre un horizonte, el del análisis textualista, que, con variantes, llega hasta las últimas intervenciones de Ludmer. Ese modo de abordar la literatura latinoamericana registra el impacto del trabajo de Noé Jitrik y de la cátedra de Literatura Latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires, que Jitrik dirigía, y de la que Ludmer participó durante los primeros setenta. Es también el efecto de una sincronía que puede verse en un conjunto de textos que a lo largo de la década comienzan a publicarse en todo el continente en la estela del estructuralismo. De 1972 es “Barroco y neobarroco” de Severo Sarduy, de 1973 es la primera edición de “El entre-lugar en el discurso latinoamericano” de Silviano Santiago, de 1979 es José Revueltas: una literatura del lado moridor de Evodio Escalante, todos textos que intentan pensar la posibilidad de una textualidad específicamente latinoamericana.
En esos años (los de su formación, según declara en “La crítica como autobiografía” [2009]) se diseña la máquina de lectura que hará nítidamente reconocibles las intervenciones de Ludmer. En efecto, sea cual sea su objeto, los artículos de Ludmer siempre leen un acontecimiento: la emergencia de una singularidad que permanece irreductible a sus condiciones de posibilidad, pero que, a la vez, solo puede pensarse a partir de esas condiciones. Desde su tímida presentación en “Ernesto Sábato y el testimonio del fracaso” (1963) hasta su gozoso colapso en “Literaturas postautónomas: otro estado de la escritura” (2013), la crítica es un emplazamiento inestable entre lo inevitable y lo inesperado.
El asedio a la singularidad depende en los textos de Ludmer de la constitución de dos instancias cuya relación asimétrica caracteriza el trabajo crítico. Por una parte, aparecen los órdenes, las repeticiones, las variaciones, los múltiples entes que constituyen una regularidad (lo público y lo privado en las novelas de Benedetti, la nación y el sueño en Sobre héroes y tumbas , el saber y el decir en la “Respuesta a Sor Filotea”, los regímenes de sentido en Santa ). En los textos de Ludmer asumen diferentes pero significativos nombres: series, líneas, cadenas y, finalmente, fronteras. Por otra parte, entre las series aparece un elemento que las excede, que las lleva más allá de sí mismas para constituir un punto de suspensión (los héroes de las novelas postautónomas), de destrucción (el uso del policial en Dejemos hablar al viento de Onetti) o de desborde de las series (el uso de los pronombres en Elena Bellamuerte de Macedonio).
La máquina registra siempre esa tensión: la crítica es una crítica de serialidad.
La máquina de lectura apela recurrentemente a tres herramientas para constituirse.
En primer lugar, los textos de Ludmer aparecen siempre atravesados por el problema de la enunciación, independientemente del estatuto que diferentes configuraciones de la máquina den a la voz. Es el tópico central de “Miguel Barnet: el montaje de las palabras” (1969) y es el “problema de la literatura política” en “Ficciones cubanas de los últimos años”, publicado treinta y cinco años más tarde. Así, se insiste en los usos de las personas verbales, de los formatos, de las posiciones políticas de los textos: todo un repertorio de las formas en las que es posible tomar la voz en América Latina.
En segundo lugar, la máquina exhibe una serie de estrategias discursivas que resultan características de las intervenciones de Ludmer. Por una parte, en los artículos se impone un tono taxativo, apodíctico, que se apoya en la antonomasia para constituir un efecto de autoridad (y que aparece concentrado en el modo en que Ludmer toma la voz, en el modo en que empiezan sus intervenciones). Por otra, la máquina usa una lógica arborescente que tiende a encontrar series dentro de series (generalmente en pares). Los textos de Ludmer, así, se tornan declinaciones, recorridos que la crítica engarza en su escritura: la reflexión se produce por articulaciones espaciales antes que estrictamente causales. Finalmente, la atención de la crítica a la materia del texto, a sus articulaciones, encuentra su lugar en una estrategia que disemina los sentidos del texto crítico. Homonimias (el “lugar común” en los textos de Felisberto), paronomasias (“reproducción contra producción”), quiasmos (“testimonio del fracaso y fracaso del testimonio”), fórmulas (“la voz (del) gaucho”): la crítica produce nuevos juegos significantes que hacen proliferar la materia de su objeto. La lectura de Ludmer, en fin, como la de ningún otro crítico (salvo, tal vez, Severo Sarduy) produce un efecto de vértigo, de una espiral guiada por intensidades de la lengua antes que por la lógica de una argumentación rigurosa. 1
Читать дальше