—No, con Janne todo va bien… Es por King. Ha muerto —susurró con la voz rota.
King era el Pastor Alemán de los Stone, aquel perro vivía como su propio nombre indicaba; como un rey.
—Lo siento —murmuré un tanto afectado, adoraba a aquel perro.
Brandon asintió y comenzó a caminar hacía la salida, no interrumpí el silencio que se creó. Le seguía como si fuera mi guía por aquellas calles, anduvimos un buen rato, entre miradas al cielo y a los coches o viandantes que pasaban por nuestro lado, ninguno se molestaba en hablar. Stone señaló con el dedo un pequeño bar y asentí, me alegré de sobremanera al entrar y descubrir que era un bar inglés. Nos sentamos en los taburetes tapizados de verde botella y entusiasmado le pedí una Fuller’s al camarero. Echaba de menos mi tierra y aquel lugar parecía transportarme a Inglaterra y aún fue mejor cuando el sabor de la cerveza inundó mi paladar. Como en casa, pensé.
Stone seguía en un profundo silencio mientras vaciaba su primer botellín, fue en el quinto cuando comenzó a hablar; le contaba a todo aquel que se sentara a su lado anécdotas sobre King. La parte buena era que al menos estaba riendo. Un hombre, el cual no conocíamos de nada, agarró a Brandon del brazo y lo subió a la pequeña plataforma donde se hallaba un micrófono y la pantalla del karaoke. La mítica Let it be de los Beatles comenzó a sonar a la vez que la gente levantaba sus manos y las movía de un lado hacía el otro. Brandon, como si fuera John Lennon o Paul McCartney, agarró el micrófono y cantó a todo pulmón. Los allí presente aplaudían y se unían en los coros. Después de su debut como cantante Brandon volvió a la barra mostrando su sonrisa de siempre.
—Deberías hacerlo tú también —me aconsejó al a vez que bebía de su cerveza—. Es terapéutico.
Lo miré como si le hubieran salido cuatro cabezas. No había suficiente alcohol en el mundo para que yo subiera a un escenario a cantar, el único lugar donde daba conciertos era en la ducha.
—Está bien —dijo Brandon levantando las manos y riéndose—. Si no vas a cantar entonces bebe.
Cogí la nueva cerveza que me ofreció y la detuve en cuanto una voz comenzó a sonar por encima del ritmo de Its my life . Giré la cabeza hacía el pequeño escenario y mi cara se descompuso al ver a la señorita Rivas subida en él como una autentica roquera. Se movía al compás de la canción provocando que todos los presentes la miraran embobados, algunos atinaban a aplaudir a la vez que la baba se les caía, otros en cambio solo podían devorarla con los ojos, hecho que me enfureció. Quería subir allí, cogerla en brazos y llevármela, no obstante, me uní al grupo que la devoraba con la mirada, siguiendo cada uno de sus meneos.
“It´s My Life.
It´s Now Or Never.
I Ain´t Gonna Live Forever.
I Just Want To Live While I´m Alive.
(it´s My Life.)
My Heart Is Like An Open HighwayLike Frankie Said.
I Did It My Way.
I Just Wanna Live While I´m Alive.
It´s My Life.”
“Es mi vida.
Es un ahora o nunca.
Porque no voy a vivir para siempre.
Solo quiero vivir mientras siga vivo.
Es mi vida.
Mi corazón es como una autopista abierta.
Como dijo Frankie.
Lo hice a mi manera.
Tan solo quiero vivir mientras siga vivo.
Es mi vida.”
Sus ojos tropezaron con los míos y en lugar de ruborizarse, sonrió de forma cautivadora, se pasó la mano por el pelo y la subió dejando que los mechones cayeran seductoramente. Los labios se me resacaron, el pulso se me aceleró y mi entrepierna brincó. La gente se unía a su voz, saltando y disfrutando, mientras yo estaba sufriendo una erección y combatiendo con las ganas de raptarla. Cuando pensé que se había acabado, que bajaría de aquella maldita plataforma y estaría a salvo de las miradas lujuriosas, se acercó a la cabina del Dj le dijo algo y volvió al mismo lugar, junto con el micrófono.
Su mirada castaña me sonreía al igual que sus labios y haciendo lo impensable me señaló a la vez que decía:
—Esta canción es para ti, capullo. Que sé que te gusta.
No pude ni pestañear cuando Todo de pereza sonó. Sabía que la diseñadora llevaba varias copas encima, dado que el estado de embriaguez se notó en sus palabras y por alguna extraña razón aquel hecho me cabreó.
—Ahora atrévete a negar que te gusta esa mujer —murmuró Brandon.
Ni siquiera lo miré cuando dije:
—Me gusta. Y la voy a sacar de aquí. ¿Te quedas?
Oí la risa de Stone a mi lado, colocó su mano en mi hombro y musitó:
—Yo me quedo muchacho. Ve a por ella y no la dejes escapar.
Me hubiera reído de no haber estado tan enfadado ¿Dejarla escarpa? Llevaba lo que consideraba mucho tiempo para tener a Rivas donde quería y aquella noche la iba a tener, como que me llamaba Matthew James Bennett.
Terminé mi cerveza de un trago, sin quitar mis ojos del cuerpo que se contoneaba con las últimas notas de la canción. Me levanté y me situé al lado del escenario, tendiéndole mi mano a Mirian para que pudiera bajar.
—¿Te ha gustado? —preguntó en una carcajada.
—Muchísimo —dije sin un ápice de diversión.
—Eres un sieso.
Antes de coger su brazo y arrastrarla hasta la salida, me agaché para susurrar en su oído:
—Esta noche soy todo lo que tú quieras.
Mirian me exigía que la soltara, no obstante, no forcejeaba para que lo hiciera. Antes de salir de vuelta a las calles de Madrid, logré ver por el rabillo del ojo como Carlos iba a interponerse en mi camino y fue frenado por Zamara, quien asintió con la cabeza en mi dirección. Al parecer tenía su visto bueno.
—¿Se puede saber que estás haciendo? —increpó la diseñadora deteniéndose y haciendo que algunas miradas de los viandantes recayeran sobre nosotros.
—Terminar con esto de una vez.
—¿Terminar con qué? —Dio un paso atrás, con la intención de alejarse. No se lo permití. Levanté las cejas como si la respuesta fuera clara y sus ojos parecieron platos—. Ni de coña. Suéltame.
Solté su brazo solo para agarrarla de los hombros y pegar mi frente con la suya.
—Mírame a los ojos y dime que no quieres esto… que no quieres que te haga todo lo que quiera. Mírame a los ojos, dime que no quieres te folle y juro que te soltaré y te dejaré en paz, para siempre.
Pestañeó varias veces mientras respiraba de forma agitada, pero su boca no pronunciaba nada. Conté hasta veinte esperando su negativa, pero no llegaba. Sonreí, me agaché y me la cargué sobre un hombro. Mirian gritaba despavorida.
—¡SUELTAME! MATT, LO DIGO EN SERIO. SUELTAME. —Ignoraba todo lo que dijera—. ¡Que sepas que has perdido la apuesta! ¡Te estás comportando como un verdadero capullo!
Me paré en un pequeño callejón con poca luz, la bajé de forma brusca, empotrándola contra la pared y colocando mis brazos a los laterales de su cabeza. No podía escapar.
—¿Quieres que vaya vestido por ti a la gala de Stuff? —inquirí sin intención de recibir respuesta— Iré con uno de tus diseños, ¡Como si quieres que vaya desnudo! Me da exactamente igual esa maldita apuesta Mirian.
—Entonces… ¿Por qué la hiciste? —murmuró un tanto desconcertada.
—No tengo ni puñetera idea.
Y sin dejarle tiempo para que me tirara algún dardo envenenado, la besé.
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