A todas luces, sin embargo, no fue nuestra monja tan original como las madres Ferrer y Agramunt, al emplear en su narración manuscrita –entre otra documentación hoy desaparecida– los relatos de la atrás referida sor Vicenta Castell, testigo directo de los acontecimientos descritos en el Libro de fundación que ahora interesa. «Muger adornada de toda la variedad de las virtudes y de una verdad inalterable», en palabras del bibliógrafo V. Ximeno, había nacido esta última fémina el 24 de enero de 1646 en la localidad castellonense de Vistabella, desde donde se trasladó a Valencia, en fecha incierta, para ingresar en el convento de Nuestra de Belén y profesar en él, con el nombre de sor Vicenta del Espíritu Santo, el 9 de marzo de 1670, ejerciendo desde entonces diferentes responsabilidades de gobierno. 19
Un par de opúsculos son lo que, tradicionalmente, han sido atribuidos a nuestra religiosa. En primer lugar, De la entrada del magistrado de la Ciudad con sus médicos en el monasterio de Santa María de Belén por setiembre del año 1698 . O lo que es lo mismo, la crónica viva de los sucesos acaecidos en esta comunidad como consecuencia de unas virulentas fiebres hectíquicas que, a punto de concluir la decimoséptima centuria, trajeron consigo la ruptura de la clausura por parte de las autoridades municipales. Relato como éste, tan rico en detalles, nada tendría que envidiar a los de otros dietaristas del momento, varones en su inmensa mayoría, como el popular beneficiado de la catedral de Valencia mosén Joaquín Aierdi. 20Y ello pese a la modestia con que sor Vicenta se confesaría en el prólogo de su narración:
Para memoria de las venideras quiero escrivir lo que sucedió en la entrada de la Ciudad en este convento de Nuestra Señora de Belén. Y para dar alguna noticia al historiador o cronista, que piadosa y caritativamente quiera emprender el sacar a luz la historia o crónica de este convento desde su fundación […], aunque con tan mal cortada pluma y estilo a lo pastoril y grosero; que como alcanzo poco y no sé mi mano derecha, me podrá perdonar el ingenio agudo y delicado que esto leyere; que como soy betlemita, soy rústica y pastorcilla ignorante, que en la cueva y portalejo de Belén, aunque ay ángeles, también ay jumento y bestia. Esa soy yo, y me tengo por muy dichosa de estar entre ángeles, y que su ardiente caridad sufra en su santa compañía a este jumento y bruto animal con tanta paciencia y sufrimiento, no siendo de provecho sino para continua mortificación de este coro angélico. A no ser tan perfecta su caridad era imposible el sufrirme, porque es imponderable mi grosería y torpeza. Y assí conozco que su relevada virtud y perfección las impele a soportar con su gran prudencia a esta bestia indómita y sin razón, ejercitando las virtudes de caridad, paciencia, humildad, piedad y resignación con todas las demás que a cada passo las doy ocasión de exercitarlas. Sea el
Señor bendito por su infinita bondad y misericordia, que permite con su inmensa clemencia y piedad que la lana sucia esté con la limpia, el cieno hediondo y sucio con el oro puríssimo y el tizón del infierno en compañía de puríssimos serafines y caríssimas esposas de mi Dulcíssimo Jesús, mi amor. ¡Oh gloria de mi pobrecita alma! No permitáis, Bien mío, que yo sea Judas en este místico apostolado vuestro, sino dadme luz para aprender de esta sapientíssima escuela y dechado de perfección en que vuestra bondad misericordiosamente me ha puesto sin méritos míos. No permitáis que borre yo el lustre y hermosura con que resplandecen estas estrellas de este místico firmamento y cielo estrellado de Belén. 21
De carácter bien diferente resulta el segundo título alumbrado por la madre Castell, bajo el epígrafe Vidas de las monjas que resplandecieron en virtud desde la fundación del monasterio hasta 1700. 22Un total de veintidós breves biografías –fieles a la más pura tradición hagiográfica, tan en boga por aquellos días 23– de muy desigual extensión y compuestas –a veces a partir de testimonios de las propias difuntas– como modelo de vida para las futuras generaciones de religiosas, belemitas en particular o dominicas en general. Los nombres de sus protagonistas, fecha de profesión en la vida consagrada y óbito se ofrecen a continuación:
Ambos escritos fueron incluidos en el Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén de Valencia . 24Del siguiente modo justificó su anónima compiladora el uso en éste de los papeles de sor Vicenta Castell, cuya modestia trataría de emular:
Aunque pudiera escrivir las memorias de las venerables religiosas de este convento con estilo más lacónico y conciso del que las escrivió la venerable madre sor Vicenta del Espíritu Santo, me ha parecido más conveniente copiarlas con las mismas palabras. Lo primero, por ser esta venerable señora testigo ocular de quanto escribe; y lo segundo, porque no halla mi ignorancia otras vozes igualmente significadoras de lo que quiere dezir, y fuera quitarles el espíritu y alma que les da su autora. Las más de las vidas que escrivió tienen interpolados altíssimos sentimientos de muchas virtudes y repetidas exclamaciones lleníssimas de finíssimo amor de Dios. Y este lenguaje es oscuro para mí, que tanto ignoro de esta divina sabiduría. Algunas cosas parecen impertinencias, pero como sólo las copio para el uso de las religiosas del mismo convento me parece cierto que, para su consuelo y enseñanza, nada les parecerá sobrado leyendo con afición estas memorias. Es verdad cierta que en los libros, como en las tiendas de varias mercaderías, lo que unos desprecian a otros será muy útil. Son mesa de variedad de manjares; cada cual echa mano a lo que más gusta, y lo que a uno fastidia será para otro recreo. No obstante, será preciso alguna vez colocar las noticias que esta venerable madre escrive incidentemente en su propio lugar, pero siempre será con las mismas voces que ella lo escrive, añadiendo sólo lo que ella omitió por parecerle no necessario. Por exemplo, los padres, patria, recepción, professión de las religiosas. 25
La importancia de este hallazgo documental, en fin, merecía en nuestra opinión la presente edición crítica, con el estudio preliminar que la precede –articulado en dos capítulos y un epílogo– y para el que se ha contado con otras fuentes secundarias reseñables. En especial las diferentes biografías de la madre fundadora sor Inés Sisternes de Oblites, reseñadas en páginas posteriores, así como los datos de las monjas que la acompañaron en su empresa, consignados en los registros de su comunidad de origen, no otra que Santa María Magdalena. 26Se han utilizado también algunos registros de la serie Consejo de Aragón. Secretaría de Valencia del Archivo de la Corona de Aragón. 27Del resto de fondos archivísticos todavía existentes sobre Nuestra Señora de Belén –pocos, transferidos al Estado durante la exclaustración y desamortización decimonónica, conservados mayoritariamente en el Archivo del Reino de Valencia y de carácter económico– casi nada ha podido aprovecharse. 28
No sería justo finalizar estas líneas introductorias sin una mención expresa a quienes de un modo u otro han hecho posible la publicación que el lector tiene en sus manos. De manera muy especial al convento de la Inmaculada Concepción de Torrent, cuya priora sor María Pilar Marco, con afecto fraternal, puso a disposición del abajo firmante los fondos manuscritos custodiados en su archivo. Mi querido amigo Alfonso Esponera volvió a acompañarme, cual santo Job, en todas las fases de la investigación. La Universitat de València, por último, tuvo a bien acoger el estudio en su colección editorial.
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