No recuerdo cuándo oí estas palabras por primera vez. “Cambia tus ideas y cambiarás tu mundo”. Es una frase muy simple, pero está llena de poder. Para mí ha sido desde siempre una especie de mantra. Cambia tus ideas y cambiarás tu mundo. En momentos difíciles, frustrada por la decepción y por no cumplir mis metas, repito esas palabras en mi mente y hago un esfuerzo deliberado, casi físico, por cambiar de rumbo, recalibrarme y conducir la pequeña nave de mi ser en una dirección nueva y más positiva.
Cambia tus ideas y
cambiarás tu mundo.
NORMAN VINCENT PEALE
Hace unos días hablé ante un grupo de mujeres del ramo financiero y una de ellas me preguntó a qué atribuía mi larga carrera en la televisión. Tuve que pensar un momento para responder. He corrido con suerte en esta industria. Me inicié en la CBS de Atlanta siendo universitaria aún, y tenía 19 años cuando entrevisté en vivo al entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. (No sé qué me emocionó más: entrevistar al presidente o que el reportero de ABC en la Casa Blanca, Sam Donaldson, me preguntara más tarde qué me había dicho aquél. Si hubiera muerto en ese momento, mi epitafio habría sido: “Se fue feliz”.)
Mi carrera dio después giros inesperados, pero logré protegerla, juntar las piezas y volver a empezar. Sin embargo, ¿cuál es el secreto de mi larga y todavía exitosa trayectoria? Al considerar esta pregunta, me di cuenta de que a mi favor habían operado tres cualidades, que cualquier persona puede desarrollar: una enorme capacidad de trabajo , una curiosidad insaciable y un optimismo a toda prueba (que a veces raya incluso en el ridículo). Todos podemos trabajar con empeño, invertir unas horas más en el trabajo y esforzarnos por vencer un reto. Contra lo que dice el refrán, la curiosidad no mató al gato, ni a nadie. Aprender, explorar temas de los que no sabemos nada: eso es lo que le da sabor a la vida. Pero ¿y ser optimista? ¿Cómo se logra esto cuando se ha perdido el empleo, se recibe un diagnóstico negativo o la vida personal se viene abajo?
Para mí, ver una perspectiva consoladora en las dificultades de la vida es un mecanismo de defensa. Mi madre padeció de niña una enfermedad crónica. Al terminar las clases, yo oía a mis compañeros quejarse de que su mamá ya había llegado y no pudieran quedarse a jugar. En cambio, yo me emocionaba cuando veía en la fila la camioneta de mis padres. Eso significaba que mi mamá tenía un “buen día”. Al morir ella (yo tenía 20 años entonces), di gracias al cielo de que hubiera dejado de sufrir.
Como empecé mi carrera antes de graduarme en la University of Georgia, tuve que sortear muchos obstáculos. ¿Qué podía haberle contestado a la compañera que me dijo: “Eres una inepta, debías dejarle tu puesto a una persona capaz”. Nunca olvidaré ese momento frente a las máquinas despachadoras en Channel 5. Apenas si pude balbucear: “No defraudaré a mi jefe”. Resolví también aprovechar esa oportunidad mientras durara. ¡Mi jefe podía convencerse de que esta reportera tenía razón!
Cuando, tiempo después, sufrí fracasos profesionales, descubrí que no podía controlar lo que me pasaba, pero sí su impacto en mi vida. El filósofo griego Epicteto lo dijo con elegancia: No pidas que todo ocurra como deseas; desea que ocurra, y tendrás paz”. Debo confesar que hice este descubrimiento tras hundirme un tiempo en la depresión y la autocompasión.
Hacer eso NO es fácil. ¿Cuántas veces no te han rechazado al pedir un empleo? ¿Acaso no te has sentido humillado cuando se te niegan oportunidades? ¿Frustrado cuando, en cambio, se le ofrecen a alguien que no cubre ni de cerca los requisitos? Tal vez problemas de salud hayan obligado a tu familia a reorganizar su vida. ¡No es justo! Yo me he visto en esas circunstancias. Y no es justo. Pero la clave está precisamente ahí. Tengo tres hijos, y al llegar al mundo nadie les dijo en la sala de partos: “De aquí en adelante todo va a ser justo”. La vida no funciona de esa manera.
Esto parece no afectar a algunos. Así como hay quienes pueden cruzar sin problemas un campo de hiedras venenosas, hay quienes pueden sufrir todas las negaciones de la vida sin perder su temple. Yo no me cuento entre ellos. Niégame la entrada a la disco y una parte de mí querrá sollozar en la esquina preguntándose por qué no lleno los requisitos. No obstante, lo mejor de mí ya sabe que la autocompasión no sirve para nada. Mientras menos cedo al pesar, la frustración o el estrés, parece que tengo más éxito, tanto en lo personal como en lo profesional.
¿Realidad o ficción? En los últimos años he estudiado valores como gratitud, respeto, resistencia y fe. ¿Qué vuelve más resistentes a algunos? ¿Cómo logran que las dificultades de la vida se les resbalen? ¿Por qué parecen más fuertes ? La respuesta está en el título de este libro: Piensa positivo. Estudios científicos recientes han demostrado que una actitud positiva tiene beneficios apreciables. Las personas agradecidas y positivas dicen vivir mejor y tener más recuerdos positivos. Está confirmado que quienes recuerdan hechos positivos son más resistentes, aun en las situaciones más difíciles. Quienes toman nota de lo bueno en su vida son más sanos, activos, productivos y queridos. ¡Las pruebas lo demuestran!
Más aún, las personas capaces de “acentuar lo positivo” son más listas, más hábiles para hacer asociaciones. Resuelven problemas en forma más rápida y correcta. A los jóvenes con recuerdos positivos les va mejor en sus exámenes.
¿Pero cómo recordar cosas positivas si se está en un aprieto grave? Muchos lo están en estos tiempos. El reciente desplome de los mercados financieros aniquiló empleos y ahorros de toda una vida. Un número incalculable de personas tuvieron que aplazar su jubilación e incumplir el pago de hipotecas. En Estados Unidos, el terrorismo ha producido cambios en la manera en que la gente viaja y percibe a los extranjeros.
Cambia tus ideas y cambiarás tu mundo
Aceptémoslo: esto no siempre es fácil. Cuando las cosas no marchan como queremos, los proverbios edificantes – Cuenta bendiciones , no borregos ; Si la vida te da limones , haz limonada, y Querer es poder – resultan sencillamente fastidiosos. Podrán servir para decorar los cojines de la sala de estar, pero cuando te ves en una situación difícil los dichos no son de gran ayuda. Este libro sí.
Este nuevo y maravilloso volumen de ciento una historias inspiradoras, Caldo de pollo para el alma : Piensa positivo , está lleno de experiencias de personas reales con una vida ordinaria y problemas de verdad, pero que han encontrado la fortaleza indispensable para vencer esos retos, o simplemente maneras de dar más significado a su existencia. Su ejemplo puede ayudarte a hallar la clave para pensar en forma positiva, vivir mejor y sentir la pizca de motivación adicional que te impulsará a superar los tropiezos de la vida.
De hecho, la serie Caldo de pollo para el alma es un excelente caso de los resultados de pensar en forma positiva. Yo me enamoré de ella desde que apareció hace unos años, pero la historia de cómo surgió me gusta más todavía. Suelo contarla en mis discursos como una magnífica muestra de perseverancia. Jack Canfield y Mark Victor Hansen estaban seguros de que su modesta compilación de historias inspiradoras podía influir significativamente en la vida de los lectores. El problema es que ninguna editorial pensaba lo mismo. Llevaron su manuscrito a ferias del libro, y literalmente cientos de editoriales los ignoraron. Por fin una pequeña editorial aceptó imprimir unos miles de ejemplares, que ellos vendían en la cajuela de su coche cuando viajaban a dar charlas y firmar libros. Este “empeñoso trenecito” se convirtió en un bestseller en el mundo entero, y Caldo de pollo para el alma en un fenómeno editorial, una de las colecciones de libros más exitosas de la historia.
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