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Director de la colección: Fernando Sapiña Coordinación: Soledad Rubio |
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© Del texto: Jesús Purroy Vázquez, 2008
© De la presente edición:
Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2008
www.valencia.edu/cdciencia
cdciencia@uv.es
Publicacions de la Universitat de València, 2008
www.uv.es/publicacions
publicacions@uv.es
Producción editorial: Maite Simón
Interior
Diseño: Inmaculada Mesa
Maquetación: Textual IM
Corrección: Communico, C.B.
Cubierta
Diseño original: Enric Solbes
Grafismo: Celso Hernández de la Figuera
Realización de ePub: produccioneditorial.com
ISBN: xxx-xx-xxx-xxxx-x
A mis hijos Xavier y Anna
con la esperanza de que, cuando lo sepan leer,
aún valga la pena.
Premios Literarios Ciutat d’Alzira 2007
Esta obra obtuvo el XIII Premio Europeo de Divulgación Científica Estudi General, instituido por la Universitat de València y el Ayuntamiento de Alzira y con el apoyo de Bancaixa. Formaban parte del jurado Fernando J. Ballesteros, Consuelo Berenguer, Manuel Costa, Emilia Matallana y Fernando Sapiña.
El método, aunque sea indigesto y espeso, es mucho más importante que los descubrimientos de la ciencia.
CARL SAGAN
Si la política es el arte de lo posible, la ciencia es el arte de lo soluble.
PETER MEDAWAR
Somos como marineros que tienen que reconstruir el barco en mar abierto, sin empezar de cero. Cuando quitamos una viga tenemos que poner otra en seguida, y mientras tanto usamos el resto del barco como soporte. Así, a base de vigas viejas y material de deriva, podemos reconstruir el barco de pies a cabeza, pero sólo gradualmente.
OTTO NEURATH
PALABRAS PRELIMINARES Y BUENOS PROPÓSITOS
Imagina esto: es el año 1922, Einstein acaba de ganar el Premio Nobel de Física. Un niño le dice a su madre que quiere ser investigador, pero le preocupa que, al paso que va la ciencia, cuando sea mayor ya no quede nada por descubrir. Unos años después el niño se ha licenciado en física. Interrumpe el doctorado cuando una bomba nazi destruye su laboratorio. Se incorpora al servicio secreto británico y diseña una mina especial para hundir los dragaminas alemanes. Decide cam-biar de tema: quiere descubrir el secreto de la vida. Con un hatajo de visionarios inaugura la era del genoma y gana el Premio Nobel de Medicina por este trabajo. A los 60 años decide que el último territorio que queda por explorar para comprender la vida es la consciencia. A la edad en que la mayoría de la gente está pensando en la jubilación empieza una nueva carrera como neurocientífico. Durante casi treinta años genera ideas y ejerce una influencia poderosa como pocos otros científicos de su tiempo. Pocas horas antes de morir, en el 2004, Francis Crick acaba de corregir un manuscrito donde sugiere líneas de trabajo a los investigadores que quieran entender mejor qué es la consciencia.
Si incluso los cerebros más privilegiados y las personas con una capacidad de trabajo extraordinaria se mueren sin saberlo todo, ¿qué esperanza nos queda a los que tenemos capacidades más ordinarias?
No te queda otro remedio que admitirlo: no puedes saberlo todo. Lo máximo a lo que puedes aspirar es a saber pocas cosas, pero saberlas bien.
Antes de continuar vale la pena definir unas cuantas palabras que encontraremos a menudo.
En el título has encontrado la palabra saber. Saber es creer cosas ciertas justificadamente.
Es un buen principio, pero, ¿qué cosas son ciertas? Y ¿qué quiere decir justificadamente? La respuesta no es corta, pero en el capítulo cuarto hay indicaciones que pueden ayudarte a distinguir las cosas ciertas. Desgraciadamente, no incluye ninguna lista detallada.
También hablaremos de conocer, que es lo mismo que saber. Aprender es adquirir un conocimiento. Si aprendes una cosa que nadie sabía antes, puedes decir que la has descubierto.
A lo largo de la vida aprendes de muchas maneras diferentes, y una de ellas es a base de razonar. Razonar es lo que haces cuando analizas todos los datos que tienen que ver con una situación y extraes una conclusión que los tenga en cuenta. No es necesario razonar siempre, pero en muchas situaciones es la manera más segura de aprender. Cuando aplicas la razón a la búsqueda del saber estás haciendo ciencia.
La ciencia no es sólo una acumulación de conocimiento, porque el conocimiento científico cambia cada día. Tampoco es un único método, porque el mundo se manifiesta de maneras tan diferentes que no hay una única manera de conocerlo. Un método que sirva muy bien para descubrir los aspectos físicos de la materia puede ser inadecuado para la investigación de las propiedades biológicas de esta misma materia, y viceversa. Si esto no fuera así, sólo haría falta estudiar el manual de instrucciones y el resto vendría automáticamente.
Hay unos conocimientos, hay un método, pero una caracte-rística de la ciencia es la actitud de las personas que la practican. Al-guien que hace ciencia quiere saber cómo es el mundo, no cómo querría que fuese.
La ciencia tiene mucho de irracional, imaginativo e intuitivo, y en los capítulos siguientes veremos ejemplos de sobra para ilustrar esta afirmación. Pero, en un momento u otro del descubrimiento científico, hay un análisis racional que separa el conocimiento científico de otros tipos de conocimiento. Estas otras maneras no son mejores ni peores, en general: simplemente, no son racionales.
Afortunadamente, no todos los aspectos de la vida se prestan al análisis racional y metódico. La mayoría de tu comportamiento diario es instintivo, irracional e irreflexivo, y es bueno que sea así. Si no, pasarías horas cada día decidiendo qué ropa ponerte, qué recorrido has de hacer para ir al trabajo, qué menú te conviene más o a quién quieres considerar un amigo.
Pero (y este es un gran pero, digno de unas mayúsculas de ad-vertencia) hay algunas situaciones cotidianas en que un poco de racionalidad no hace ningún daño, aunque sea de manera casual y poco estructurada. Leer el periódico, mirar la televisión o buscar respuestas en Internet son realidades perfectamente cotidianas que nos exponen, sin que nos demos cuenta, a afirmaciones de fiabilidad variable.
Razonar tiene un peligro, y es que de tan bien que funciona nos vemos tentados a ir razonando por todas partes. Podemos caer en un exceso de racionalidad. El resultado de este capricho de niño con un juguete nuevo son estas obras de arte que no se pueden entender si no se ha leído antes el manual explicativo. O la costumbre de rebautizar muchas disciplinas de humanidades con un pomposo ciencia que ni les queda bien ni necesitan (¿Ciencias de la Información? ¿Qué problema hay con el entrañable periodismo?). O las predicciones de algunos economistas, que tienen más que ver con las bolas de los videntes que con las predicciones de los físicos y los químicos.
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