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Anna Gavalda: La sal de la vida

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Anna Gavalda La sal de la vida

La sal de la vida: краткое содержание, описание и аннотация

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«La sal de la vida es un relato alegre, lleno de sonrisas, de juegos, de reyes, reinas y ases, que nos recuerda que todo es posible todavía», ANNA GAVALDA. Simone, Garance y Lola, tres hermanos que se han hecho ya mayores, huyen de una boda familiar que promete ser aburridísima para ir a encontrarse en un viejo castillo con Vincent, el hermano pequeño. Olvidándose de maridos y esposas, hijos, divorcios, preocupaciones y tristezas, vivirán un último día de infancia robado a su vida de adultos. La sal de la vida es un homenaje a los hermanos, compañeros imborrables de nuestra niñez. Una novela con todos los ingredientes que han hecho de Gavalda una de las autoras más leídas y admiradas de la literatura europea: alegría, ternura, nostalgia y humor.

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– Mira, Vincent, un tío que hace esa clase de cálculos tan mezquinos… Yo a esta chica la comprendo, qué quieres que te diga… -se burló Lola.

– Pero… ¿has… intentado besarla? -pregunté yo, ingenua.

– No. No me he atrevido. Sí, ya sé, es como para darme de tortas…

Nos burlamos a lo grande.

– Ya lo sé. Soy tímido, es una chorrada, pero qué le voy a hacer…

– ¿Cómo se llama?

– Eva.

– ¿Y de dónde es?

– No lo sé. Y eso que me lo dijo, pero no me enteré…

– Ya… Y esto… ¿crees que tienes alguna oportunidad de todas formas?

– Es difícil decirlo… Pero me ha enseñado fotos de su madre…

Ya era demasiado.

Rodábamos por la hierba, descojonados de risa, mientras nuestro Don Juan trataba de hacer saltar piedras sobre el agua y no daba ni una.

– Oh… -supliqué-, ¿me lo das?

Lola arrancó una página de su cuaderno de dibujo y me la tendió.

Lola había sabido ver la gran nobleza de mi heroico chucho tumbado a la bartola al sol. El único macho, ahora que lo pienso, que me ha perseguido con tanta constancia…

El dibujo siguiente era una vista preciosa del castillo.

– Desde el jardín inglés… -precisó Vincent.

– Deberíamos mandárselo a Pop y escribirle unas palabras -propuso sor Lola.

(Nuestro Pop no tenía móvil.) (De hecho, tampoco había tenido nunca teléfono fijo…)

Como todas las suyas y como siempre, era una buena idea, y como siempre y por siempre, seguimos la estela de nuestra hermana mayor.

Aquello parecía los asientos del fondo del autocar al final del campamento de verano. Hoja y bolígrafo pasaron de mano en mano. Pensamientos, saludos, ternura, tonterías, corazoncitos dibujados y muchos besotes.

La pega -pero esto no era culpa de nuestro Pop, sino de Mayo del 68- era que no sabíamos dónde exactamente teníamos que mandar nuestra cartita.

– Creo que está en un astillero en Brighton…

– ¡Qué va! -rió Vincent-, ¡allí hace demasiado frío! ¡Que el abuelete ya tiene reúma! Está en Valencia con Richard Lodge.

– ¿Estás seguro? -pregunté, extrañada-. La última vez que hablé por teléfono con él se iba a Marsella…

– …

– Bueno -zanjó Lola-, pues por ahora me la guardo en el bolso, y el primero que se entere de algo, que me lo diga.

Silencio.

Pero Vincent tocó unos acordes para que no se oyera.

Guardados en un bolso…

Todos esos besos que no se darían nunca. Todos esos corazones encerrados con llaves y talonarios.

Bajo los adoquines no había playa ni nada de nada.

¡Menos mal que yo tenía a mi perro! Estaba lleno de pulgas y se lamía concienzudamente los atributos.

– ¿Por qué sonríes, Garance? -me preguntó Simon para cambiar de tema y no pensar más en cosas tristes.

– Por nada. Porque tengo mucha suerte, nada más…

Mi hermana volvió a sacar sus lápices de colores, los chicos se dieron un chapuzón y yo me puse a contemplar a mi perrito querido, que iba resucitando conforme le daba trocitos de pan con embutido.

Se comía el embutido y escupía el pan, el muy caradura.

– ¿Cómo lo vas a llamar?

– No lo sé.

Fue Lola la que decidió que era hora de irse. No quería llegar tarde porque le entregaban a los niños, y ya la notábamos nerviosa. De hecho, más que nerviosa, estaba inquieta, frágil, con una sonrisa como torcida.

Vincent me devolvió el iPod que me había birlado hacía meses:

– Toma, que anda que no hace siglos que te prometí que te haría este popurrí…

– ¡Ay, gracias! ¿Has puesto todo lo que me gusta?

– No. Todo no, claro. Pero ya verás cómo te gusta de todas formas…

Nos despedimos con un beso, lanzándonos un montón de pullitas tontas para abreviar, y luego nos metimos en el coche. Simon cruzó el foso y luego aminoró la marcha. Yo me asomé por la ventanilla para gritar:

– ¡Eh, Cara Bonita!

– ¿Qué?

– ¡Yo también tengo un regalo para ti!

– ¿El qué?

– Eva.

– ¿Qué pasa con ella?

– Llega pasado mañana en el autobús de Tours.

Corrió hacia nosotros.

– ¿Qué? ¿Qué chorradas estás diciendo…?

– No es ninguna chorrada. La hemos llamado antes, mientras te estabas bañando.

– Mentirosas… -Estaba muy pálido-. A ver, para empezar, ¿cómo habéis conseguido su teléfono?

– Hemos mirado en la agenda de tu móvil…

– No es verdad.

– Tienes razón. No es verdad. Pero tú ve a la parada del autobús por si acaso.

Estaba rojo como un tomate.

– Pero ¿qué le habéis dicho?

– Que vivías en un gran castillo, que le habías compuesto un solo, y que tenía que oírlo porque se lo ibas a tocar en una capilla y que sería súper romantichno…

– Súper ¿qué?

– Es serbocroata.

– No os creo.

– Pues peor para ti. Ya se ocupará de ella Nono…

– ¿Es verdad, Simon?

– No lo sé, pero conociendo a estas dos arpías, todo es posible…

Vincent había recuperado el color.

– ¿Va en serio? ¿Llega pasado mañana?

Simon volvió a arrancar el motor.

– ¡En el autobús de las siete menos veinte! -precisó Lola.

– ¡El que para enfrente de la panadería Pidoule! -grité yo por encima de su hombro.

Cuando desapareció por completo en el retrovisor, Simon dijo:

– ¿Garance?

– ¿Qué?

– Pi-dou-ne, no Pidoule.

– Ah, sí, perdón. Anda, mira quién está ahí, el obseso ese… ¡Atropéllalo!

Queríamos esperar a estar en la autopista para escuchar el regalo de Vincent.

Lola se decidió por fin a preguntarle a Simon si era feliz.

– ¿Lo dices por Carine?

– Un poco…

– Bueno… En casa es mucho más maja, ¿sabéis?… Sólo se pone tan pesada cuando estáis vosotras. Me imagino que es porque está celosa… Os tiene miedo. Cree que os quiero más que a ella y… y además vosotras sois todo lo que ella no es. Le desconcierta que estéis medio locas. Esa forma de ser vuestra tan divertida, tan libre… Creo que está como acomplejada. Le parece que, para vosotras, la vida es un gran patio de recreo y que seguís siendo esas alumnas tan populares que se burlaban de ella en el instituto porque era la primera de la clase. Esas chicas guapas, inseparables, divertidas y admiradas en secreto.

– Si ella supiera… -dijo Lola, apoyando la cabeza contra la ventanilla.

– Pero no sabe, de eso se trata precisamente. Comparada con vosotras, se siente como si no diera la talla. Es verdad que a veces es muy pesada, pero menos mal que está en mi vida… Carine me anima, tira de mí hacia delante, me obliga a espabilarme. Sin ella, no habría salido de mis curvas y mis ecuaciones, estoy seguro. ¡Sin ella, seguiría en un apartamento cutre de soltero repasando para el examen de mecánica cuántica!

Calló.

– Y además me ha dado dos regalos bien bonitos, al fin y al cabo…

Nada más pasar la garita del peaje, conecté el artilugio en la radio del coche.

A ver, chavalín… ¿qué nos has preparado aquí?

Sonrisas confiadas. Simon se aflojó el cinturón para hacerles sitio a los músicos. Lola bajó el respaldo de su asiento, y yo aproveché para acurrucarme en su hombro.

Marvin en plan jefe de pista: Here my dear…This album is dedicated to you. … Una versión desenfrenada del Pata Pata de Miriam Makeba para ir entrando en calor, Hungry Heart del Boss, porque hace quince años que el Boss nos hace mover el esqueleto, y, más adelante en la lista, The River, para alimentar ese corazón hambriento. Beat It, del difunto Michael Jackson, a todo volumen para dar volantazos en la carretera, Friday I'm in love, de los Cure, para -perdonad un momento que bajo el volumen- celebrar el fantástico fin de semana que acabábamos de pasar, Common People de Pulp, canción con la que habíamos aprendido más inglés que con todos nuestros profes juntos. Amado mío, la que canta Rita Hayworth en la película Gilda, que nos da subidón a todos… Amado mío, love me forever, and let forever begin tonight. … Y ya que estábamos en plan romántico, le seguía una bellísima versión de Bésame mucho interpretada por Cesária Evora, Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche laúltima vez… Una versión sublime de IWill Survive, de Musica Nuda, y otra de My funny valentine, de Angela McCluskey, con la voz rota. De ella también, un Don't explain que podría emocionar al picaflor más cabronazo… Aznavour, con esa voz suya tan cálida, recordándonos cómo era la vida de los artistas sin gloria y sin blanca en La Bohême. … El violín de Yo-Yo Ma para Ennio Morricone y sus jesuítas de La misión, Jacques Brel evocando el puerto de Amsterdam y Dylan repitiendo sin tregua I want you a dos hermanas casi vírgenes, un par de joyas de Nick Drake, fabulosas odas a la melancolía, Day is done y Cello song, qué talento este chico, lástima que muriera tan joven… Love me or leave me, implora Nina Simone mientras sorprendo a Lola frotándose la nariz… Hey, hey, hey, a Simon no le gusta ver a su hermana triste, así que rápidamente cambia las tornas y le pone a las Weather Girls con su It's raining men, para animarla… Yves Montand en recuerdo de Paulette y Simon & Garfunkel porque sí, porque emocionan con su canción For Emily, whenever I may find her… . ese final apoteósico que te pone la carne de gallina, Oh, I love you… Eu sei que vou te amar, cantada por Toquinho, y Comptine d'un autreété de Yann Tiersen, Björk que grita it's oh so quiet, el Nisi Dominus de Vivaldi para complacer a Camille y la canción de Neil Hannon que tanto le gustaba a Mathilde. Kathleen Ferrier para Mahler, Glenn Gould para Bach y Rostropovich para la paz. Una canción dulce, Une chanson douce, de Henri Salvador, la misma que nos cantaba nuestra madre y que, chupándonos el dedo, escuchábamos hasta que nos quedábamos dormidos. Lucio Dalla con su Caruso… ti voglio bene assai, ma tanto tanto bene sai… . La banda sonora de En la boca no, esa peli que me salvó la vida en un momento en que yo ya no quería seguir viviendo. Y otra banda sonora, la de Juegos prohibidos, con ese Romance anónimo no tan anónimo… Seguimos con el mítico Luis Mariano, que alaba a golpe de gorgorito el sol de México, Pyeng Threadgill repite Close to me y yo me digo que eso sí que es el no va más… La elegancia de Cole Porter sublimada por la de Ella Fitzgerald, y a esto le añadimos Cindy Lauper porque los contrastes son buenos, Oh, daddy, the girls just wanna have fun!, grito, sacudiendo a mi perro como si fuera el pompón de una animadora, para que todas sus pulgas bailen a gusto La Macarena.

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