MJ Brown
La vida me debe
una vida contigo
Serie Serendipia 3
© MJ Brown
© Kamadeva Editorial, enero 2022
ISBN ePub: 978-84-122884-3-8
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Dedicado a todas esas personas que han sido serendipia en mi vida.
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper.
(Mitología china y japonesa)
Índice
Nota de la autora Nota de la autora Nunca pensé que la historia de Aris y Elena, los protagonistas de A 100 peldaños de ti, primer título de la Serie Serendipia, me llevaría a escribir dos libros más para formar una serie. Comencé a teclear estos libros allá por el mes de marzo de 2020 tras decretarse el estado de alarma en España y quedar confinados en casa. Tras terminar el primer libro, las ganas de seguir escribiendo me llevaron a contar la historia de Héctor y Gloria, los mejores amigos de Aris y Elena, y así surgió Enséñame a decir te quiero Serendipia 2. Una historia pasional y especial, en la que los protagonistas no dejaron de decirme cosas al oído ni un solo momento por lo que me fue muy fácil escribirla. Y tras Aris, Elena, Héctor, Gloria y sus respectivas historias ha llegado el turno de Junior, el hijo de Aris y Elena, y el de Vicky, la hija de Héctor y Gloria. Ellos se conocen desde niños y están plenamente convencidos de que sus vidas están destinadas a estar unidas, pero en ocasiones la vida tiene otros planes diferentes a los nuestros. A veces creemos que la vida nos está diciendo no, cuando en realidad nos está diciendo espera. Si queréis conocerlos y ver que les deparan sus respectivas vidas, pasad, leed y disfrutad.
Prólogo
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Epílogo
Nota de Olivia
Agradecimientos
Sobre mí
Nota de la autora
Nunca pensé que la historia de Aris y Elena, los protagonistas de A 100 peldaños de ti, primer título de la Serie Serendipia, me llevaría a escribir dos libros más para formar una serie.
Comencé a teclear estos libros allá por el mes de marzo de 2020 tras decretarse el estado de alarma en España y quedar confinados en casa.
Tras terminar el primer libro, las ganas de seguir escribiendo me llevaron a contar la historia de Héctor y Gloria, los mejores amigos de Aris y Elena, y así surgió Enséñame a decir te quiero Serendipia 2. Una historia pasional y especial, en la que los protagonistas no dejaron de decirme cosas al oído ni un solo momento por lo que me fue muy fácil escribirla.
Y tras Aris, Elena, Héctor, Gloria y sus respectivas historias ha llegado el turno de Junior, el hijo de Aris y Elena, y el de Vicky, la hija de Héctor y Gloria.
Ellos se conocen desde niños y están plenamente convencidos de que sus vidas están destinadas a estar unidas, pero en ocasiones la vida tiene otros planes diferentes a los nuestros. A veces creemos que la vida nos está diciendo no, cuando en realidad nos está diciendo espera.
Si queréis conocerlos y ver que les deparan sus respectivas vidas, pasad, leed y disfrutad.
Prólogo
Vicky
Entro en casa con el pelo mojado, descalza y dando saltitos, después de darme el último baño del día en la playa. Lo hago mientras llevo una mora negra hasta mi boca y cierro los ojos para saborearla.
—No me gusta que comas chuches antes de cenar —me dice mamá sobresaltándome—. Y tampoco, me gusta, que entres en casa con los pies mojados—sentencia.
Tras escucharla, ruedo mis ojos hasta ponerlos en blanco y me llevo una mano al pecho para recuperarme del susto.
—Es solo una —replico, levantando uno de mis dedos índices y haciendo un pequeño puchero con mi boca—. Te prometo que las demás las guardaré para mañana y además te invitaré—. Le guiño un ojo a mi madre, le hago un nudo a la bolsa de gominolas que sigo teniendo entre mis manos y se la tiendo para que sea ella quien la guarde hasta mañana. Mamá me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.
He ignorado la parte de que no le gusta que entre descalza en casa y con los pies mojados y ella parece olvidarla cuando me acerco a ella para darle un beso. «Estamos de vacaciones» pienso, mientras me pongo de puntillas para llegar hasta su mejilla.
Las moras negras son mis gominolas favoritas, mamá dice siempre que es porque tuvo antojo de ellas durante los nueve meses que estuvo embarazada de mí.
—¡A cenar! —escucho gritar a mi padre desde el baño, donde acabo de entrar para lavarme las manos después de haberme quitado el bañador mojado, haberme recogido el pelo y, además, haberme calzado. Termino de lavármelas, las seco y voy hasta la cocina.
—Dice Junior que vamos a casarnos —digo nada más sentarme a la mesa. Miro a mis padres de reojo, mientras me llevo una cucharada de gazpacho hasta la boca.
—Quizás algún día —dice mi madre sin darle demasiada importancia a lo que acabo de anunciar.
—Para eso, Junior tendrá que hablar conmigo primero —ahora es mi padre el que habla, bueno, más bien debería decir que mi padre rebufa o gruñe. No sé muy bien qué es lo que realmente ha hecho.
Tuerzo el gesto y vuelvo a tomar otra cucharada de gazpacho, sin dejar de observar a papá y a mamá. Sobre todo, a papá, me temo que lo que voy a decir ahora tampoco va a gustarle demasiado.
Retiro de mi cara el mechón de pelo que se ha soltado de la coleta y cojo aire antes de comenzar a hablar.
—Pues tendrá que hablar contigo pronto. Dice que vamos a casarnos mañana —lo digo todo del tirón y, después de hacerlo, dejo salir el aire que he cogido hace un rato para llenarme de valor.
Vuelvo a mirarlos de reojo, pero esta vez detengo la mirada en mi padre que acaba de escupir el gazpacho que tenía en la boca. Mamá se levanta de su silla y le da palmadas en la espalda mientras se ríe y yo me tapo la boca con las manos para no hacerlo.
—¿Cómo? —consigue decir mi padre una vez que se ha recuperado de su atragantamiento.
—Pues eso, que vamos a casarnos mañana—. repito soltando un suspiro y retirando de mi cara una vez más ese mechón de pelo que aún está mojado.
Mi padre alza una ceja mientras me mira, yo dibujo una pequeña sonrisa con mis labios y mi madre mira a mi padre encogiéndose de hombros y haciendo un pequeño mohín con su boca.
—Son cosas de niños, Héctor —mi madre me guiña un ojo.
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