Me arriesgaré a salir mal parada por meterme donde no me llaman, pero quien no se arriesga siempre pierde. Y yo soy de las que me arriesgo, de las que me tiro a la piscina de cabeza, aunque la piscina no tenga ni una sola gota de agua.
«Apagado o fuera de cobertura» son las cinco palabras que obtengo por respuesta en todos y cada uno de los intentos que hago de nuevo por hablar con ella. Hay que ser obtusa y soberbia para apagar el teléfono y no querer hablar conmigo.
Humildad, Vicky, un poquito de humildad, es lo único que te estoy pidiendo.
Esto, hace un tiempo, no se habría quedado así, porque yo habría corrido hasta su casa para hacer las paces con ella y, así, poder dormir con la conciencia tranquila, pero hoy es distinto. Es más, casi seguro habríamos terminado compartiendo cama y riéndonos de nosotras mismas por el enfado. Sin embargo, hoy tendré que irme a la cama sin haberme reconciliado con ella. Nos separan demasiados kilómetros, concretamente 15.741, para correr hasta su lado, saltar sobre ella y abrazarla para después terminar las dos tiradas sobre el suelo muertas de la risa, como si nada hubiera pasado entre nosotras.
Esto de vivir en diferentes continentes es complicado a veces. A veces, no. Es complicado siempre. Muy complicado. Es como si viviéramos en diferentes galaxias, en diferentes planetas, es como si una de nosotras estuviera en la Tierra y la otra en Marte o en Plutón.
«Mañana será otro día», pienso mientras acaricio ese tatuaje que ambas compartimos, dos dedos meñiques entrelazados Un tatuaje que Sara, la amiga común de nuestros padres y tatuadora oficial de nuestras familias, nos tatuó cuando ambas cumplimos los dieciocho años de edad en señal de nuestra amistad, y también para sentirnos mayores. Mucho más mayores.
¡¡Buah!! Dieciocho años y además un tatuaje. Muy maduro todo. Sí. Muy maduro.
Nuestra amistad viene desde que éramos unos bebés. Vicky y yo solo nos llevamos nueve meses de diferencia. Nuestros padres son amigos desde hace muchos años, lo son desde antes de nacer nosotras. Vicky y yo no somos amigas, somos casi hermanas, y esa teoría además la corroboran nuestros padres que siempre nos han contado que yo fui concebida la misma noche en que Vicky nació.
¿Que cómo saben ellos eso? Muy fácil, Vicky nació en Las Vegas la misma noche en que mi padre, Aris Gon, El Angel, boxeador profesional, se proclamó campeón del mundo de los pesos pesados.
Sí, soy hija de Aris y Elena y, además, soy la hermana pequeña de Junior. ¡Oh!, que eso no os lo había contado. Yo y mis despistes. Pero seguro que ya lo sabéis, sé que tanto Vicky como Junior han pasado por aquí antes que yo y os habrán hablado de mí. Que yo no esté presente en alguna de sus conversaciones es algo tan difícil como extraño, tan extraño que seguro que podría ser un tema a tratar por Iker Jiménez en Cuarto Milenio.
A lo que iba, nueve meses después de aquello, de la proclamación de mi padre como campeón del mundo y del nacimiento de Vicky nací yo, así que las cuentas no fallan. Héctor, el padre de Vicky y, por cierto, mejor amigo del mío, siempre dice que yo soy el resultado de la fiesta privada que se montaron mis padres en la habitación del hotel para celebrar la victoria en el campeonato del mundo. Gloria, su mujer y madre de Vicky, siempre le da un codazo como respuesta, para que cierre su preciosa e inoportuna boca.
Mi nombre, Vega, también tiene que ver con esa anécdota. Si fui engendrada en Las Vegas, no había mejor manera de recordármelo a todas horas que llamarme así. Bien por mis padres. Un aplauso para ellos por recordarme a diario donde echaron el polvo del cual fui el resultado. Es broma. Me encanta mi nombre. Pero lo de imaginarme a mis padres engendrándome me da un poco de grima. Todo hay que reconocerlo.
Vicky y yo hemos vivido muchas cosas juntas, tanto buenas como malas. Siempre nos hemos apoyado. Pero en esto, a lo de su boda me refiero, no puedo hacerlo. De verdad que no puedo.
Y os preguntaréis por qué no estoy de acuerdo con esa boda. Pues muy sencillo, porque ella no va a casarse con Junior, pero eso también lo sabéis. No va a casarse con mi hermano, su alma gemela, su hilo rojo. Vicky va a casarse con el estirado de Gordon, ese pijo inglés. No es que lo conozca demasiado, ni siquiera nos conocemos en persona. Reconozco que tampoco me he preocupado en hacerlo, no me interesa. No me cae bien, bueno, en realidad tampoco me cae mal. Simplemente no me cae. Eso es.
En resumidas cuentas, Vicky no es para Gordon y Gordon no es para Vicky. Punto y final.
Vicky es para Junior, siempre lo ha sido. Al igual que Junior ha sido, es y será para Vicky. No tengo ni un solo recuerdo de ellos en el que no los vea juntos. Siempre juntos. Siempre. Por ello, no me cabe ninguna duda de que ellos deben compartir su vida con la del otro.
Pero el accidente de Junior… Ese maldito accidente… Ese maldito combate… Ese maldito día…, las decisiones equivocadas y todas esas trabas que, a veces, nos empeñamos nosotros mismos en ponernos han hecho que todo cambiara.
Joder lo que nos gusta una zancadilla. Si es que somos tan extraños que, si no encontramos una piedra en nuestro camino con la cual tropezar, nosotros buscamos una para hacerlo, y esa piedra, justo esa, es la que hace que te caigas de bruces contra el suelo.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.