—Pero por lo que parece que hay personas que no opinan lo mismo —suspiro al decir esto último.
—¿Un novio quizás? —su voz suena con algo de recelo. Desvía su preciosa mirada azul hacia el infinito, soltando el humo de la primera calada del cigarrillo que acaba de encender.
Me quedo callada ante su pregunta, acabamos de conocernos y ya está haciendo este tipo de preguntas un tanto íntimas. No respondo y dejo que mi mirada se pierda siguiendo las ondas del humo de su cigarrillo.
—Perdona, no debí preguntar eso. Demasiado personal. —Liam hace chasquear la lengua contra el paladar en señal de desaprobación a sí mismo y después le da otra calada al cigarrillo, arrugando un poco los labios y también los ojos. Esta vez la calada es un poco más profunda. Podría asegurar que se está regañando mentalmente.
—Mi mejor amiga. O tal vez debería decir mi ex mejor amiga. Creo que después de la discusión que hemos tenido hoy la he perdido para siempre —respondo y añado un pequeño suspiro al tiempo que me recojo los rizos en un moño en lo alto de la cabeza.
Yo y mis dramas. Por favor, Vega. No es más que un enfado. Ya verás como pronto se soluciona todo. Vicky está cansada nada más. Su vida es una montaña rusa de sentimientos desde hace años. Qué coño una montaña rusa, Vicky vive en puto parque de atracciones.
—¿Para tanto ha sido? —insiste Liam.
—Creo que me he pasado con mi sinceridad —confieso—. Ella va a casarse dentro de unos meses y le he dicho que se equivoca en esta decisión.
—Ufffff. Parece un tema delicado —resopla Liam y hace mover su cuerpo como si un escalofrío le hubiera recorrido desde arriba hasta abajo. Me río ante ese gesto.
—Lo es. Pero es que detrás de todo eso hay una historia —me levanto y vuelvo a sacudirme el trasero para retirar la arena de él. He decidido irme. Creo que estoy hablando demasiado, y lo estoy haciendo con alguien a quien acabo de conocer, el tema de Vicky es bastante espinoso, y no tengo por qué ir aireándolo por ahí y, mucho menos, tengo que contárselo a un desconocido.
—Tengo que irme lo siento —me disculpo.
—Espera, Vega. ¿He dicho o hecho algo que te haya molestado? —Liam me sujeta por una de mis muñecas y tira de mí para que vuelva a sentarme. Pero yo consigo mantenerme en pie, por lo que él también se levanta y se queda a mi lado mientras hablo.
—No. No. No. Es solo que tengo que irme. Mañana tengo que madrugar y se me hace tarde. Además, he dejado mi casa abierta, le digo señalando con la cabeza la casa que está con la luz del porche encendida y la puerta abierta de par en par. Soy un desastre para todo, como podéis comprobar.
—¿Vives ahí?
—Sí.
Oh joder, no tendría que haberle dicho donde vivo, y si es un psicópata o un violador o un ladrón, o un secuestrador. Para, Vega, que te embalas. Deja de montarte historias en la cabeza, la escritora es tu madre.
—¿Puedo acompañarte? —Me encojo de hombros como respuesta.
—Como quieras, pero no creo que vaya a perderme —digo finalmente.
—Me pilla de camino a casa. Vivo al otro lado.
—Entonces tendré que aceptar tu compañía a la fuerza. —Hago un mohín con mi boca.
—Sí que eres sincera, sí —me dice sonriendo.
—Puedo invitarte a una cerveza si quieres —le digo de camino a casa. Yo y mis contrariedades.
—Creí entender que se te hacía tarde.
—Sí. Pero de todos modos pienso tomarme una antes de cenar y prefiero beber en compañía que hacerlo en soledad. —Ahora soy yo la que se ríe.
—Acepto tu invitación. Solo con una condición que mañana sea yo el que te invite.
—Mmmmm, déjame que lo piense —le digo llevando el dedo índice hasta mis labios para dar golpecitos en ellos.
Nos tomamos la cerveza sentados en el porche y hablando de cosas sin importancia, mientras observamos una de las puestas de sol más bonitas que he visto en mi vida, solo hay una que me guste más que esta y es la de mi paraíso.
Ese paraíso que descubrí siendo una niña, gracias a mis padres y al que muy pronto pienso volver. Ese será mi próximo destino y allí cumpliré mi sueño. Ese sueño que me persigue desde que descubrí el surf. Tener mi propia escuela.
Hoy, esta puesta de sol es mucho más bonita, o al menos a mí me lo parece, será porque estoy acompañada de Liam, o tal vez porque será una de las últimas que vea a este lado del mundo.
Miro de reojo a Liam, mientras apura la cerveza de un trago. Me gusta este chico. Lástima que tenga que irme en unos días. Lástima no haberlo conocido antes. Chasqueo la lengua contra el paladar en señal de disgusto.
—Tengo que irme. Se hace tarde. —Liam se levanta del escalón donde está sentado y deja el botellín vacío sobre el suelo.
Me levanto al mismo tiempo que él y le agradezco su compañía.
—Mañana saldré a surfear temprano, al amanecer. ¿Te apetece acompañarme?
—¿Qué te hace pensar qué hago surf?
—Supongo que esas dos tablas que tienes apoyadas sobre la pared no son precisamente de adorno. Y porque un alto porcentaje de las personas que visitan y viven en Byron Bay lo practican. —Me guiña un ojo.
—Ah, claro —le digo y noto como mis mejillas comienzan a sonrojarse. Cosa que es la primera vez que han hecho desde que Liam y yo nos hemos encontrado.
Si es que cuando te gusta un chico o te enamoras pareces tonta Vega. Me recrimino.
Si yo soy de las que cuando me gusta un chico, me empeño en hacer el ridículo una y otra vez. Forma parte de mi encanto. Yo no aleteo las pestañas en señal de coqueto, ni me paso la lengua por los labios en un gesto sexy. No. Yo hago el ridículo, y lo hago con todas las consecuencias, eso sí.
—¿Te apetece? —insiste.
—¿El qué?
—Surfear mañana al amanecer —responde algo contrariado.
—Ah, sí…, claro que me apetece —consigo decir, metiéndome así de nuevo en la conversación.
—Bien.
—Bien —repito.
—A las cinco estaré en tu puerta.
—A las cinco —vuelvo a repetir.
—Hecho.
—Hecho —repito una vez más. ¿Veis lo que os decía? No puedo ser más ridícula. Liam se despide de mí levantando su mano para decirme adiós y le silba a Paco para que acuda a su lado mientras camina por la pasarela de madera que le lleva hasta su casa.
—¡¡¡LIAM!!! —le llamo antes de que desaparezca de mi vista—. Gracias —le digo, cuando se gira hacia mí, levanto y agito la mano con la que sujeto el teléfono móvil que Paco ha rescatado y que él me ha devuelto.
Liam me regala una sonrisa tímida.
—De nada, ha sido un placer —responde, levantando él también de nuevo su mano a modo de saludo.
«El placer ha sido mío», suspiro mentalmente.
Liam guarda sus manos en los bolsillos del pantalón corto con el que viste y se da la vuelta de nuevo para continuar su camino.
Me asomo para observarlo caminar. Mierda, ¿por qué estoy haciendo esto? Parezco una espía o peor aún parezco una adolescente vigilando al chico que le gusta.
Liam vuelve a girarse y me saluda de nuevo. Joder y además me ha pillado. Hago lo mismo y siento como mis mejillas se encienden, una vez más, tras darme cuenta de que he sido descubierta. Segunda vez que me sonrojo hoy y las dos veces por culpa de este hombre. Resoplo y lo hago tan fuerte que mis labios incluso vibran.
No te enamores Vega, no te enamores, me exijo. Que en dos días estas de vuelta en casa y Australia y Liam quedarán lejos. Muy lejos. Demasiado lejos.
Entro en casa, tras sacudirme los pies de arena, y recoger los botellines vacíos de cerveza que acabamos de bebernos.
Me preparo un sándwich vegetal para cenar y hago un nuevo intento de llamar a mi amiga, me da igual la hora que sea en España. Necesito hablar con ella y disculparme, sé que no soy nadie para meterme en su vida. Nadie. Pero no quiero que cometa un error. No quiero que lo haga y haré todo lo que esté en mis manos para evitarlo.
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