—No fumo. No me trago el humo, me limito a expulsarlo por la boca. Me relaja —me defiendo ante mi padre. Es cierto que no me trago el humo, pero la sensación de tener algo entre mis manos me alivia, sé que no es la mejor manera de afrontar los problemas, pero tantas veces erramos en la forma de encararlos, que esta simplemente, es una más.
—Victoria, cariño. Sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa. ¿Está todo bien?
Me llevo la taza, de manera lenta, hasta los labios y bebo un poco de té antes de responder, mirando a mi padre por encima de ella.
—Sí. ¿Por qué no iba a estarlo?
—Estas un tanto extraña.
—He discutido con Vega. Eso es todo. Pero mañana lo solucionaré. Hoy estoy cansada. Quiero irme pronto a la cama.
—¿Has… has… has hablado con Vega? —pregunta mi padre ¿nervioso?
—Sí… —giro mi cara para mirar a mi padre arrugando la frente.
—¿Yyyyyy? —pregunta.
—¿Y? ¿Qué? —pregunto extrañada.
—Hemos hablado sobre mi vestido de novia. No le gusta y, bueno…, además me ha dicho algunas cosas que no me han gustado. Nada más. —No quiero hablar otra vez de mi conversación con ella.
Escucho a mi padre soltar todo el aire que ha retenido en sus pulmones. Es como si así estuviera liberando una sensación de ahogo.
—¿Hay algo que quieras contarme? —pregunto alzando mis cejas. Después de mi madre, soy la persona que mejor conoce a mi padre y sé que tiene algo que decirme, pero tal vez no encuentra las palabras exactas, o quizás aún no sea el momento. Yo qué sé.
Observo como mesa su pelo una y otra vez. Ese gesto termina por delatarle. Está nervioso por algo. Y ese algo me incumbe, estoy segura. Muy segura.
—¿Papá…? —interpelo.
—Vicky, cariño. Gordon al teléfono —interrumpe mi madre. Mi padre vuelve a resoplar en señal de alivio.
—Gracias, mamá —digo cogiendo el móvil que mi madre me tiende y levantándome del peldaño donde estaba sentada junto a mi padre. Busco un poco de intimidad para hablar con Gordon.
Mientras me alejo puedo escuchar a mis padres hablar, lo hacen muy bajito, sin embargo, hay una parte de esa conversación que llega hasta mis oídos.
—Hay que decírselo, nena. Hay que decírselo. Ya —sentencia mi padre.
—Mañana, Héctor. Lo haremos mañana, cariño. Hoy ha vivido demasiadas emociones.
15
Gordon
—Gordon, cariño. Perdóname. —Escucho aliviado la voz de Vicky al otro lado del teléfono mientras abro la puerta del apartamento que comparto con ella desde hace algún tiempo en Notting Hill.
—No hay nada que perdonar, mi vida. Perdóname tú a mí por llamar al teléfono de tu madre —me disculpo—. Pero llevo toda la tarde intentando contactar contigo a través del tuyo y siempre me da la señal de apagado o fuera de cobertura. Imagino que te has quedado sin batería —continuo.
—No. No me he quedado sin batería, lo he apagado después de discutir con Vega.
Me sorprendo al escuchar que ha discutido con Vega. Desde que conozco a Vicky, creo que no la he visto discutir con nadie y mucho menos la he escuchado hacerlo con ella. Ambas son un apéndice de la otra, aunque no se vean desde hace dos años, si no me equivoco en esto último. Si hay una definición de amistad distinta de la que recogen los diccionarios sería «amistad es la relación que mantienen Vicky y Vega».
—¿Quieres hablar de ello? —pregunto contrariado.
—Prefiero no hacerlo, al menos, por ahora. —Escucho como resopla al otro lado del teléfono—. Estoy cansada y mañana tengo que madrugar para ir al trabajo. ¿Te importa que lo dejemos para otro momento?
—Claro que no. Descansa, mi amor. Te echo de menos, Vicky.
—Yo también te echo de menos, Gordon. Sabes que te quiero, ¿verdad?
—Yo también te quiero Vicky —respondo—. Yo también —insisto.
—Hablamos mañana y te cuento que tal me ha ido en el trabajo. Estoy tan emocionada por volver a la oficina de mamá y trabajar de nuevo con Elena. Por cierto, ¿tienes ya el billete de avión para venir este fin de semana?
—Sí, hablamos mañana y me cuentas que tal ha ido todo. El billete también lo buscaré mañana. Hoy me ha sido imposible. Aún faltan algunos días para el viernes, tranquila mi amor.
—Descansa, Gordon. Hasta mañana.
Me aflojo el nudo de la corbata, me sirvo un whisky, me quito la americana y la tiendo en el respaldo del sofá y, por último, me dejo caer sobre él, me restriego la cara y paso una mano por mi pelo para mesarlo. Estoy cansado, el día no está siendo fácil.
No suelo beber demasiado y mucho menos en días de diario. Pero hoy no sé por qué, lo necesito. Será el encontrarme solo en esta casa de nuevo, me he acostumbrado a Vicky. Me he acostumbrado a tenerla en casa, en el trabajo y en mi vida. Sobre todo, en mi vida.
Al colgar la llamada, busco una lista aleatoria en Spotify, suena One en la voz de Mary J. Blige acompañada por Bono de U2. Saboreo un trago de whisky escuchando los primeros acordes de la canción y fijo la mirada en la foto que tengo como fondo de pantalla en el teléfono. Es una foto de Vicky de hace tan solo unos días, si no recuerdo mal es del pasado domingo, está sentada en el sofá de casa, recién levantada, tomando una taza de café con el pelo alborotado y con cara de sueño. Pero es que aquel día estaba tan bonita, que no pude resistirme a inmortalizar el momento. Estaba tan feliz, tan despreocupada…, era tan Vicky.
Era la Vicky que conocí hace algunos años. Una Vicky que poco a poco volvía a ser esa de la que me enamoré un día nada más verla. Tan segura de sí misma, con esa sonrisa eterna, esos ojos entre azul y verde que hablan cuando ella está en silencio, esos ojos que dicen todo lo que ella calla.
La primera vez que la vi recuerdo que llevaba puestas esas botas Converse negras que son tan parte de ella, una falda de tul negra hasta los tobillos y una sudadera gris con un unicornio dibujado en la parte delantera. Esbozo una sonrisa cuando esta imagen viene a mi cabeza, pues me doy cuenta de que, a pesar del tiempo pasado, ese recuerdo ha llegado hasta mí de manera nítida.
Doy otro trago a mi whisky, me acomodo un poco más en el sofá y me dejo llevar hasta el día en que la vi por primera vez. Aquel día Vicky estaba sentada en una de las mesas de la editorial que por entonces dirigía Gloria, su madre. Esa a la que ha vuelto por unos días o tal vez semanas.
Aquel día mi padre y yo fuimos a hablar con Gloria por primera vez personalmente para interesarnos por la editorial. Una empresa pequeña que ella misma había creado y que, gracias a su tesón, trabajo y valentía, consiguió cosechar grandes éxitos y encumbrar a la fama a diferentes escritores. Entre ellos Hache Winter, Elena, la mejor amiga de Gloria, mujer de Aris y madre de Junior y Vega.
Vicky había comenzado a trabajar para su madre como correctora hacía tan solo unos meses, tras haberse licenciado en Filología en la universidad. Además, hacía sus pinitos como diseñadora gráfica, aunque esta actividad la veía como hobby, pero finalmente se ha dado cuenta de que es buena en este tipo de trabajos.
La editorial de Gloria, como ya os he dicho, era pequeña e independiente y el grupo editorial que dirige mi padre, Sunder´s Edition, la compró tras llegar a un acuerdo económico con ella. La única condición que puso Gloria, tras llegar a ese acuerdo de compraventa y antes de firmar el contrato, fue que su hija no perdiera el puesto de trabajo, cosa a la que ni mi padre, ni yo, pusimos ninguna objeción o impedimento.
Por aquel entonces, Vicky salía con Junior y estuvo un tanto reacia a abandonar su ciudad para trasladarse a Londres, ya que esa fue la única condición que puso mi padre, que Vicky trabajara en las oficinas centrales del grupo. El puesto de trabajo de Gloria seguiría en España para dirigir al pequeño equipo que tenía bajo sus órdenes y del que, por supuesto, nadie perdería su trabajo. Pero Vicky debería trasladarse hasta Londres para llevar a cabo su trabajo, esa condición era inamovible.
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