Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre
Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Huracán Lleva Tu Nombre
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Esa noche vamos a dormir sin hablarnos. No me gusta dormir así, peleado con ella. Duermo mal, tengo pesadillas. A la mañana siguiente, se va temprano y no me deja una nota ni el desayuno preparado. A media mañana, mientras trato de escribir, suena el teléfono y cometo la imprudencia de contestar. Es Bárbara, que me habla con una amabilidad sospechosa: Hola, Gabriel, qué gusto hablar contigo, hace tiempo que no hablamos. Yo me hago el tonto: Sí, qué gusto, ¿todo bien? Ella no pierde tiempo: Sí, mira, te llamo porque Sofía me ha contado que ya terminaste tu libro y que quieres publicarlo en España. Yo temo lo peor. Sí, así es, digo, odiando a Sofía por acusarme ante su madre. Mira, sólo quiero decirte algo para que lo pienses, y no te lo digo para fastidiarte la vida, sino por tu bien. -Claro, seguro que es por mi bien, pienso, seguro que no duermes pensando en hacerme feliz, vieja arpía, ¿crees que soy tan ingenuo para engatusarme de esta manera tan chapucera? Ella continúa-: Sofía me ha contado que tu libro es tremendo, que está lleno de mariconadas, que es un libro para maricones. -Yo guardo silencio: nada que pueda decir cambiará las cosas. A Bárbara, al parecer, le molesta que no diga nada, tal vez por eso se pone más agresiva y dice-: Todos en la familia pensamos que sería una locura que publiques un libro así. Recapacita, por favor. Tú eres una persona inteligente. Comprende que estás por tener un hijo con Sofía. Eso es para toda la vida, Gabriel. Vas a ser papá y no puedes seguir haciendo payasadas, irresponsabilidades, cosas de chico malcriado que quiere fastidiar a sus papas. Ya basta de rebeldías, basta de poses de niño terrible. No puedes publicar ese libro, Gabriel. Simplemente, no puedes publicarlo si quieres ser papá. -Yo sigo callado. Ella pregunta-: ¿Me estás escuchando?, ¿estás ahí? Yo digo secamente: Sí, aquí estoy. Bárbara dice entonces: Tienes que elegir. O tu hijo o el libro. No puedes hacer las dos cosas. Si eliges a tu hijo, olvídate de tu libro, bótalo a la basura, quémalo. Si eliges esa novela de maricones, olvídate de tu hijo, no vas a ver a Sofía y no vas a ver nunca a tu hijo. Yo me indigno de escuchar ese chantaje vil: ¿Y quién dice eso? ¿Lo dices tú o lo dice Sofía? Ella responde con firmeza: Lo decimos todos en esta familia, incluyendo a Sofía. Yo me defiendo, aunque no debería decir nada, lo mejor sería quedarme callado: No tienes derecho a decirme eso. Yo puedo ser un buen papá y también publicar mi novela, aunque a ti y a Sofía no les guste. No es justo que me hagan escoger entre mi hijo y mi novela. Ella habla con su voz más despiadada y egoísta: A mí no me importa si te parece justo o no. Yo lo he hablado con todos en la familia y hemos tomado una decisión: Si publicas ese libro de maricones y haces un escándalo asqueroso y nos salpica a todos la mierda que vas a poner en el ventilador, olvídate de tu hijo y de Sofía para siempre. Eso es todo lo que tenía que decirte. Adiós.
Me quedo desolado y rabioso al pie del teléfono. Regreso a la computadora pero no puedo escribir. Estoy indignado con Sofía. No debería haber llamado a su madre y urdir este complot contra mi novela. Un rato después, vuelve a sonar el teléfono. Es mi madre: Mi amor, mi Gabrielito, mi pericotito, no vayas a publicar ese libro que has escrito, ¿ya? Porque sería muy malo para tu futuro, para tu vida familiar. Te lo digo yo con todo el amor que tú sabes que siento por ti, que siempre has sido mi favorito, mi engreído. Yo le digo: Pero, mamá, ¡no has leído una línea del libro! ¿Por qué te parece que no debo publicarlo? Su respuesta me irrita aún más: Porque yo no tengo que leer tu libro para saber que no te conviene publicarlo, mi amor. Yo te escucho la voz y ya sé perfectamente cómo estás. y sé que estás confundido, pasando por un mal momento, pero con la ayuda del Señor y del Beato José María saldrás adelante, ya verás. No vale la pena discutir con mamá, es inútil, está aferrada a unas supersticiones tóxicas de las que ya es obvio que nunca se sacudirá. Sólo falta que llame mi padre.
Antes del mediodía, cumple con hacerlo. Con voz consternada, me dice: Hijo, te suplico que no publiques ese libro. Te ruego que no lo hagas. Vas a hacerle mucho daño a la familia. Le digo que lo voy a pensar, que no se preocupe, que no es seguro que lo publique porque todavía no hay una editorial interesada. Tras despedirnos, me quedo pensando que es la primera vez que mi padre me ruega algo en esos términos tan desesperados. Está todo muy claro: si llego a publicar la novela, habrá una guerra familiar y todos en la familia de Sofía y en la mía me odiarán, tomarán represalias contra mí y acaso Sofía cometa la locura de alejarme de mi hijo. Si creen que me van a intimidar, se equivocan. No me rendiré ante ellos. Si quiero ser un escritor, es ahora cuando debo demostrarlo. No abortaré esta novela aunque toda mi familia me odie. Tal vez algún día mi hijo pueda comprenderme. ¿Cómo podría querer a ese niño o a esa niña si destruyo esta novela que tanto trabajo me ha costado? ¿Debo renunciar a mi sueño de ser un escritor sólo porque, como voy a ser padre, se supone que debo cuidar el honor tal como estúpidamente lo entienden las señoras beatas o refinadas de la ciudad en que nací? ¿No seré un mejor padre si lo arriesgo todo y publico la novela, aunque deje de ver un tiempo a mi hijo y a Sofía? Lo tengo claro: nadie va a negarme el derecho de dar vida a mi novela. La publicaré porque amo a mi hijo y quiero que algún día se sienta orgulloso de que su padre se atrevió a ser lo que soñó y no se dejó intimidar por su familia. No abortaré mi novela. Voy a ser padre y también escritor. Que se jodan mi madre, mi esposa, mi suegra, mi padre, mis hermanos, mi cuñado y todos los maricones reprimidos del Opus Dei.
Sofía vuelve agotada de clases, me saluda con cariño, lo que me sorprende, y sugiere ir a tomar un café a Sugars. Me gusta esa cafetería a sólo media cuadra del edificio: los dueños son unos coreanos muy amables, Kim y su esposo Sun, que hacen unos sánguches muy buenos, y a menudo la visitan los chicos guapos de la universidad, claro que ninguno se fija en mí; el único que a ratos me mira es Julio, el hondureño de la cocina, un chico bajo, con las patillas largas y pobladas como Elvis, que debe de ser gay porque me mira con una insistencia sospechosa. En Sugars hay una barra con asientos rojos, redondos y giratorios, frente a la plancha eléctrica en la que Julio fríe agitadamente las comidas, y un puñado de mesas dispersas, no más de diez, siendo la mejor aquella que da a la ventana de la calle 35, donde por lo general nos sentamos Sofía y yo, como ahora, que acabamos de entrar, saludar a Kim, la coreana y pedir Sofía un café con leche y tostadas y yo unos huevos con tocino y un jugo. Sofía me mira con cariño.
No sé qué decirle. No hay novedades. Ninguna editorial me ha contestado y quizá no lo haga nunca. Sin embargo, seguiré escribiendo. Es probable que no pueda dejar de hacerlo a pesar de tantas contrariedades o precisamente a causa de ellas. Ya le he dicho a Sofía que, por mucho que se opongan su familia, la mía y ella misma, la decisión sobre los textos que debo o no publicar la tomaré yo solo. Ella me comunica entonces la decisión que ha tomado: Si publicas la novela que he leído, te dejo, me voy, no podemos seguir juntos. Lo dice con una voz serena, pero sus ojos la traicionan y revelan la tristeza que trata en vano de esconderme. Ni siquiera has terminado de leerla, digo con suavidad. No puedo, me hace daño, siento que cada palabra es un cuchillo que me estás clavando en la barriga -dice con excesivo dramatismo, tanto que me molesta. Me quedo callado para no decir algo mezquino, hiriente-. Siento que tengo que proteger a esta criaturita -añade-. No puedo envenenarme leyendo tu novela, Gabriel. Bueno, está bien, si no te provoca, no la leas -digo-. Pero si la publico algún día, cosa que no es para nada segura, ¿qué harías?, ¿no me dejarías ver a nuestro hijo, te irías a vivir con tu madre y me odiarías? Sofía demora su respuesta porque se acerca el camarero y deja el café para ella y el jugo de naranja. Cuando el muchacho se aleja, ella habla sin dudar: Si publicas tu novela, no volveré al Perú nunca más. No podría. Sería una vergüenza para mí. No podría mirar a la cara a nadie allá. Yo me sorprendo de que diga algo tan tajante y pregunto: ¿Tanto te avergüenza que pueda pensarse que soy gay o bisexual? No es para tanto. Creo que exageras. Ella continúa hablando como si no me oyese, mientras miro sus ojeras pronunciadas y las manos que mueve nerviosamente sobre la mesa: Si tú me amas de verdad, no publicarás ese libro. Te lo estoy pidiendo de rodillas. Si me quieres, escribirás otro que no me haga daño y botarás este que me hace llorar y sentir vergüenza de ti. ¿Y si no lo boto? -pregunto-. ¿Y si lo publico? Sofía responde: Apenas me gradúe, te dejo, me voy. Yo pregunto: ¿Adonde? Ella hace un esfuerzo para no llorar y dice: Todavía no sé bien. Al Perú ni cagando. y acá no me quedaría porque prefiero no estar cerca de ti. Creo que me iría a París. Lo dice sin mirarme a los ojos, como si le diese vergüenza. Pero no me sorprende, es comprensible que piense refugiarse allá. ¿Con Laurent?, pregunto, sin ninguna hostilidad, tratando de ser amable. De nuevo, no me mira a los ojos: Sí, volvería con Laurent, esta vez de verdad.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.