Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando llegamos al edificio en el que vivo, estoy seguro de que Sofía va a decirles que prefiere quedarse conmigo. Me despido de Sebastián con una palmada en la pierna y le digo a Patricia con mi voz rara chau, encantado, que te diviertas, y ella chaufa, suerte, no te pierdas. Bajo del auto y espero a que Sofía baje también para quedarnos juntos, pero me llevo una sorpresa, porque ella baja sólo para darme un beso en la mejilla y decirme duerme rico, llámame mañana para vernos, y sube luego en el asiento que le he dejado calentito y se van los tres, y yo me quedo solo, despechado, hecho polvo, porque mi chico quiere estar con ellas y la chica que me gusta prefiere bailar antes que hacer el amor conmigo. Sofía no me quiere, pienso en el ascensor. Si me quisiera, se habría quedado. Me tiro en la cama y me toco pensando en que ella y mi chico hacen el amor. No tengo eso que llaman autoestima. No me toco pensando en que me aman, sino en que ellos se aman, traicionándome. Papá y mamá tienen la culpa. Si me hubiesen dado amor en vez de dogmas religiosos, tal vez estaría bailando en el Nirvana con Sofía y no acá, en el baño, llorando frente al espejo.

Odio los casamientos. Me deprime y me angustia tener que vestir traje y corbata y concurrir con impostada elegancia y ademanes de dandi a una de las tantas bodas que se celebran a menudo en esta ciudad. Esta vez, sin embargo, no puedo escapar. Me ha invitado Sofía a la boda de uno de sus amigos, y la fiesta se celebra en casa de sus primos, una mansión al pie de los acantilados, en Barranco, con una vista espléndida al mar oscuro que lame las playas rocosas de Miraflores. Además, me ha dicho que irá Sebastián, íntimo amigo del novio, y no me sorprendería que íntimo amante también. De modo que no hay escapatoria, tendré que ir a la fiesta, ya que no a la iglesia, pues le he dicho a Sofía que sólo estoy dispuesto a acompañarla a la celebración en casa de sus primos pero en ningún caso al templo católico en el cual la confundida pareja declarará su amor ante Dios y, lo que es más importante, pagará los servicios religiosos. Me niego a pisar una iglesia porque son cárceles del espíritu, campos de concentración en los que esos predicadores con aspecto de cuervos roban la libertad y torturan con dogmas y admoniciones trasnochadas, trampas en las que los fieles pierden su identidad, su derecho a pensar y a rebelarse, y se confunden en una masa asustadiza, obediente y sosa. A la iglesia, que vayan Sofía y Sebastián, yo paso, que ya suficientes he visitado con mi madre y ya bastantes curas me han manoseado en los campamentos del Opus Dei, para mala suerte de los curas, que no encontraron mucho entre mis piernas y sin duda hubiesen preferido auscultar a Sebastián.

Vestido como el principito que me hacía sentir mi madre cuando era niño, llego a la casa de los primos de Sofía, cuatro muchachos estupendos, guapísimos, encantadores, campeones de polo, acompañados de lindas mujeres siempre, es decir, todo lo contrario de lo que soy yo, que tengo miedo de subirme a un caballo y más de jugar polo. Nada más entrar a esta residencia que se erige solitaria en la esquina del acantilado y debe de costar una fortuna, busco, entre los muchachos en traje y las chicas en vestido, a Sebastián y a Sofía, aunque no necesariamente en ese orden. Tras saludar a uno de los primos de Sofía, que se distinguen con facilidad por sus narices prominentes, la encuentro en un pasillo, con un hermoso vestido negro, acosada por un impaciente jovencito, guapo sin duda, pero tosco de maneras, que intenta besarla, incomodándola, mientras ella, con una sonrisa, se resiste dulcemente. Saludo a Sofía y él me mira rabioso, odiándome por interrumpir sus penosos esfuerzos por seducirla, y ella me sonríe porque le doy la oportunidad de escapar de este patán, que, por supuesto, también es jugador de polo. Sofía me abraza y me dice llegaste en el momento justo, me has salvado del pesado de Pepe, que no me deja tranquila.

Tal vez porque Pepe nos mira despechado desde el pasillo, Sofía me acaricia, me da un beso en la boca, corto pero rotundo, para que ese papanatas entienda que yo, a pesar de no jugar polo, tengo más suerte con ella.

Salimos a la terraza, pasa un mozo impecablemente uniformado, tomamos dos copas de champagne y al momento de brindar y rozarlas suavemente, yo, no sé por qué, pues aún no estoy borracho, será que estos casamientos me ponen muy nervioso, dejo caer la copa, que se parte y se hace añicos, provocando las miradas reprobatorias y burlonas de quienes nos rodean, que, ya puedo oírlos susurrar a mis espaldas, dicen no sé qué hace este atorrante acá, parece que ha llegado zampado porque ya está rompiendo las copas. Sofía ríe divertidísima con mi torpeza, y uno de sus primos palmotea mi espalda sin darle importancia al percance, y ya un mozo limpia el piso y recoge las astillas de la copa deshecha. Yo sólo quiero irme de allí con Sofía o al menos encontrar a Sebastián, pero no lo veo, y le pregunto a ella ¿dónde anda Sebastián, lo has visto?, y Sofía está allá, bailando, cerca de los novios. A pesar de mi miopía, alcanzo a distinguir a mi amigo y amante, bailando con su novia oficial, la señorita Luz María, tan pequeña y pizpireta, y cuyo oficio conocido es el de fotografiar niños y familias, generalmente en blanco y negro y sin que aparezca nunca un negro. Me asalta un ramalazo de celos al ver a Sebastián bailando con su novia, pero ese malestar es superado cuando Sofía me pasa otra copa de champagne y me dice para ir a bailar. Yo le digo no, ni hablar, yo no bailo, y ella no seas tonto, vamos, nadie te va a mirar, no estamos en la tele, y yo no me gusta bailar, siento que lo hago mal, me pongo tenso, y ella yo te enseño, déjame enseñarte y vas a ver cómo bailas regio, y yo no, gracias, yo sólo bailo cuando estoy borracho, y ella entonces emborráchate, porque hoy vas a bailar conmigo. Bebo de golpe la copa de champagne, y el mozo, tan solícito, me alcanza otra sin demora, y voy a bailar con Sofía tomados de la mano y la copa en la otra mano, sintiendo las miradas recelosas, hostiles, de los muchachos presentes, que por suerte no saben que soy amante de Sebastián pero que me ven con cierta resistencia porque salgo en la televisión, soy famosillo, coqueteo travestís, defiendo a los gays (en un acto que yo llamaría de legítima defensa o defensa propia) y gano más plata que todos ellos, que seguro han comprado sus ternos a plazos. Estás deliciosa, susurro en el oído de Sofía, que en verdad luce espléndida, y ella me dice gracias, tú también estás muy churro, y me encanta que me diga churro, porque es una palabra muy peruana y dulzona que me hace recordar a los churros grasosos y espléndidos, bañados en polvillo azucarado y rellenos de manjarblanco, que comía en mi adolescencia en un café de la avenida Larco en Miraflores, cuando me escapaba del colegio, es decir, tres veces por semana. No sé si estoy churro, pero sí borracho, porque, bailando con Sofía muy cerca de los novios, que no sé quiénes son y tampoco me interesa, dejo caer otra copa, la segunda, en un acto de imbecilidad que ya no tiene disculpas. La copa se rompe en mil pedazos filudos de cristal que quedan dispersos por la pista de baile, y todo el mundo me mira con mala cara, como diciéndome no puede ser que seas tan pelotudo, has llegado hace diez minutos y ya rompiste dos copas. Yo me quiero morir de la vergüenza, arrojarme por el acantilado arenoso y acabar con este sainete que es mi vida. Sofía se ríe a carcajadas y me dice ¿qué te pasa?, ¿por qué botas las copas?, ¿lo estás haciendo a propósito?, y yo recuerdo apesadumbrado que cuando era un niño siempre se me caían los vasos, los platos, las tazas, todo se me caía, no agarraba nada de un modo seguro, y por eso papá se enojaba conmigo y me gritaba ¡manos de mantequilla, manos de mantequilla!, y ahora creo oír a los chicos polistas de la fiesta, congregados alrededor de mí, gritándome ¡manos de mantequilla, manos de mantequilla!, pero es sólo mi imaginación paranoica. Sofía se apiada de mí, me toma del brazo y me saca de la pista de baile, mientras yo le digo no sé qué me pasa, no sé por qué se me caen las copas, y ella no te preocupes, dicen que trae buena suerte, y yo no creo, es simplemente que estoy nervioso, estas fiestas no son para mí, vámonos mejor, y ella no seas aguado, recién has llegado, ¿y ya te quieres ir? Entonces pasamos al lado de Sebastián y su novia Luz María, y yo hago el ademán de saludarlos pero él finge que no me ha visto, me da la espalda y sigue bailando con ella, que me hace adiós pero de lejos y sin mucho entusiasmo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x