Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora Sofía nos presenta a su amiga Patricia, que es baja, narigona, de ojos saltones e inquisidores y que, a pesar de sus facciones angulosas, tiene un aire a Isabella Rosellini, o será que la casa está iluminada muy suavemente y esas luces pálidas le sientan muy bien. Pero Patricia se las ingenia para parecer interesante y guapa, más interesante que guapa, pero sin ninguna duda interesante y sin ninguna luz guapa. La saludo con un beso comedido, exento de todo apetito o curiosidad lujuriosa, como me enseñó mamá que debo besar a las damas, ya que con los varones tuve que ser un autodidacta. En seguida Patricia me vapulea, a pesar de que acabamos de conocernos, porque, con una dureza que me sorprende, dice ay, qué voz tan rara tienes, voy a tener que acostumbrarme a tu voz. Sebastián se ríe burlón, como diciéndome con esa mirada maliciosa, y después no me digas que eres bisexual, que la voz de loca te delata.

Sofía nos ofrece tragos, aguas, limonadas, coca-colas, porque, un encanto, advierte mi incomodidad ante el comentario de su amiga, que se ha permitido cuestionar mi voz, una voz que, por otra parte, me ha procurado muchas satisfacciones en mi azarosa carrera en la televisión. Repuesto del golpe, digo apenas ¿no te gusta mi voz?, y Patricia no es que no me guste, es que me pone nerviosa. Yo pienso indignado pero disimulándolo: a mí me pone nervioso que me mires con esa cara de loca y fumona, pero no te lo digo, porque he sido educado en colegio británico y en hogar de raíces británicas, no como tú, enana resentida, que seguramente fuiste becada al colegio y creciste amasando pan en una panadería.

Entonces Sofía trae los tragos y Sebastián pone la música, pero nada le gusta porque él siempre quiere cantar, y no lo dice, pero yo sé que está pensando que canta mucho mejor que Sting, que Springsteen, que Jagger. Sebastián lo que quiere es cantar más que actuar y por eso ha sido cantante de un grupo musical que tuvo corta vida y lanzó un disco que vendió bastante bien entre sus familiares, y que luego se separó porque muchos de ellos consideraron que el disco era bastante malo y dejaron de interesarse en aquel grupo, Crepúsculos, que Sebastián recuerda con emoción y no mucha más gente recuerda en absoluto.

Sebastián espera una revancha y yo espero que ponga algo de música y deje de canturrear las melodías que nos inflige sin piedad. Entonces Sofía me pasa un whisky pero yo declino y le pido agua mineral, y ella me mira sorprendida, y le digo mejor así, ahora soy un chico sano, y me siento muy gay por decir eso, me siento más una chica sana, malsana, insana, que un chico sano, pero esto no se lo digo porque Patricia enciende un porro y ahora me lo ofrece con el rostro congestionado por el humo que retiene esta enana fumona que se ha atrevido a decirme que tengo una voz rara, como si ella fuese jurado de un concurso de canto. No, gracias, paso, digo, muy serio, y Patricia aspira otra pitada como si fuese el último porrito de su vida, y luego se lo pasa a Sebastián, que fuma con un entusiasmo mayor que el que dedica a canturrear.

Sofía, para mi sorpresa, aspira un toque, sólo un toque, sin retener el aire medio minuto como su amiga, no tarda en ponerse un poco volada, y aplaca su sed con un trago y me mira con una ternura que me deja mudo y pasmado, para felicidad de Patricia.

Nos sentamos los cuatro sobre unos cojines desparramados en el piso, alrededor de una mesa. Sofía baraja el mazo, reparte las cartas y propone que juguemos ocho locos, pero Sebastián está tan volado que hay que repetirle las reglas del juego, se ve que este chico todo tiene que ensayarlo varias veces para aprender. Yo tengo un ojo en mis naipes y otro en Sofía, que me perturba, porque cuando estoy con ella no me interesa Sebastián, que, de tan volado, no entiende el juego, se confunde, echa cartas de otro palo, se resiste a entender las reglas, es imposible jugar ocho locos con él. Sofía y Patricia se ríen de lo tonto que se pone Sebastián después de fumar. Yo pienso que es sólo un poco menos tarado sin fumar, pero le perdono todas sus taras, porque las compensa con un cuerpo que da envidia.

Entonces Sebastián, para mi estupor, se sube a la mesa, pisando las cartas por supuesto, y se pone a cantar una canción que está sonando en el equipo de música, I will survive, de Diana Ross, que ahora canta con un ardor sospechoso. Yo me muero de la vergüenza y las chicas de la risa, porque Sebastián, cantando encima de nosotros, moviendo el trasero como una cantinera insaciable, revela, a los ojos de cualquier persona perspicaz, que es una loca brava, una loca perdida, al menos para mí resulta evidente que sólo un gay cantaría I will survive de esa manera tan histriónica.

Odio cuando se lanza a cantar de este modo tan descarado y exhibicionista. Entonces Sofía dice ¿por qué no vamos a bailar?, y Patricia sí, vamos a bailar, mucho más divertido que estar todos sentados viéndote bailar, Sebastián, y él no se da por aludido y sigue gimoteando histérico. Antes de salir le pregunto a Sofía dónde está el baño. Ella me acompaña y me detengo a mirar el cuadro de un hombre barbudo, de nariz afilada, y le pregunto quién es, y ella es mi papá, y yo ¿está vivo?, y ella sí. Luego veo unos cuadros en la pared y encuentro lindas dos fotos, una en la que aparecen Sofía y su hermana Isabel, niñas las dos, jugando al pie de un columpio, y otra en la que está Sofía, rubia, cachetona, con no más de siete años, abrazada por Francisco, su hermano mayor.

Eras linda de niña, le digo, y ella no dice nada, sólo sonríe y me mira, y luego añado pero ahora eres mucho más linda, y ella ahoga una risa discreta, pudorosa, y tengo ganas de besarla, de sentir sus labios hinchados por la marihuana, de decirles a Sebastián y a Patricia que se vayan a bailar y me dejen solo con Sofía. Pero tenemos que ir a bailar, qué espanto, con lo mucho que odio ir a bailar. Disimulo la agradable turbación que esta mujer me provoca, entro al baño, alivio mis urgencias y al salir me quedo mirando a aquella niña rubia y en apariencia feliz que se ha convertido en esta mujer por la que siento una atracción irresistible, aunque el tontuelo de Sebastián no me crea.

Ahora estamos los cuatro en el auto azul de Sebastián y él maneja, y yo voy a su lado implorando en silencio que no se lance a cantar de nuevo. Atrás van las chicas, la fumona de Patricia encendiendo de nuevo la chicharrita de marihuana y dándole un toque más, y Sofía detrás de mí, quizá sintiendo lo mucho que la amo inexplicablemente y lo mucho que lamento que vayamos a bailar, porque no voy a poder hablarle, todas las discotecas de esta ciudad son un carnaval de simios y ninfómanas y yo siento que no pertenezco a ese mundo trastornado. Yo no voy a bailar, a mí déjenme en mi depa, anuncio con un coraje que me sorprende, y Sebastián me dice no seas cabro, ven a bailar, y yo no me provoca, gracias, no estoy con ganas de bailar.

Sofía no dice nada y Patricia tampoco, porque seguramente piensa que soy gay, pues de otra manera no se explica que tenga esa voz tan engolada. Entonces Sebastián comenta bueno, mejor, así me quedo yo sólito con las dos. Las chicas ríen pero no con ganas, sino por compromiso, y yo siento que no puedo seguir saliendo con Sebastián, porque me encanta besarlo pero cuando habla me puedo morir de la vergüenza. Sofía, un amor, me pregunta ¿no tendrás hambre, Gabriel, no te provoca ir a comer algo?, pero Sebastián, que está volado y maneja muy despacio, como una señora, ¡no, vamos a bailar, no sean aburridos!, y yo tranquila, Sofía, vayan al Nirvana, seguro que está buenazo, yo prefiero quedarme en mi depa.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x