Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo primero que hago cuando ella se marcha es meterme de nuevo en la cama y dormir un par de horas más, para escribir contento y relajado al despertar, a media mañana, oyendo el barullo de los niños que juegan en el parque vecino y que me recuerdan las inestimables ventajas de vivir solo. Ya no voy con frecuencia a la universidad, salvo en ocasiones a la biblioteca o con Sofía a alguna conferencia. Sólo echo de menos a mi amigo Huan, que se ha ido a Maryland a estudiar ingeniería, y al italiano desdeñoso que ignoró mis avances amatorios. Una mañana, escribiendo en ropa de dormir, tomando un té más, caminando en pantuflas como un demente, suena de pronto la puerta apolillada y me acerco presuroso pensando en que quizá Sofía olvidó algo o se siente mal. Pero no: tan pronto como abro, me encuentro con una mujer muy guapa, de pelo marrón levemente enrulado, ojos almendrados y una sonrisa dulce.

No la reconozco en seguida porque soy un tontorrón. Ella me saluda con cariño: tú debes de ser Gabriel, hola, yo soy Isabel, la hermana de Sofía. Entonces me siento un estúpido porque claro, es ella, Isabel, más linda en persona que en las fotos que había visto. La hago pasar, le digo que Sofía no está en casa y ella echa un vistazo y dice no está mal el departamento, tiene su encanto, y yo comprendo que es sólo una pocilga al lado del suyo, tan lujoso y confortable, pero ella no me hace sentir mal, sonríe con cariño, acepta la taza de té que le ofrezco y me cuenta que acaba de llegar de Río. Yo prefiero no preguntarle nada porque seguro que las peleas con su marido han sido horribles, sólo atino a preguntarle si habla brasilero y ella me responde con unas palabras sensuales en portugués que confirman la impresión que me he llevado al verla: es una mujer espléndida. Está vestida con elegancia y sus ademanes son finos y muy suaves, los de una persona cuya vida ha sido amortiguada por el dinero. Mira y sonríe divertida, como si no hubiese perdido un cierto espíritu travieso con el cual me identifico en seguida. Nos sentamos sobre el sofá cama, el único lugar donde podemos sentarnos a no ser el piso, y, como es pequeño y ella no se sienta en un extremo sino casi al medio, quedamos bastante cerca. No puedo evitar mirarla, recorrer su cuerpo con mis ojos, adivinar sus pechos y sus piernas, desearla en silencio mientras ella me cuenta que Washington es la ciudad perfecta para vivir, es tranquila y tiene mucha cultura, y hay gente de todas partes, lo único malo es el frío, pero yo prefiero vivir en una ciudad fría, con estaciones marcadas, que en Miami, donde el calor me vuelve loca. Mientras habla, miro su boca, sus labios, sus brazos, sus pechos erguidos, y siento ganas de besarla, pero sólo la miro con una sonrisa mansa y me excito imaginando las cosas que me gustaría hacerle en la cama donde duermo con su hermana, tan linda y distinta de ella.

Ahora Isabel me dice que tenemos que salir juntos los tres, los voy a llevar a la ópera y al ballet, porque desde que mi marido me dejó estoy harta de quedarme sola en el departamento, necesito salir, airearme un poco, ojalá me presentes a un amigo, no me vendría nada mal. Yo sonrío y me pregunto si ella también estará pensando que deberíamos callarnos, dejar las tazas de té de mandarina y besarnos. Ahora me mira fugazmente allí abajo y quizá nota que la tengo dura porque ardo por besarla y acariciarla. Yo no sé si lo nota, pero de pronto se queda en silencio y hay algo espeso en el ambiente y nos miramos de una manera cómplice, como dudando si besarnos o no, como reconociendo la atracción que se ha instalado entre nosotros. Yo comprendo que es ahora o nunca, que es el momento de besarla y arriesgarme a que después ella se arrepienta, se lo cuente a Sofía y todo se vaya al carajo. Entonces el miedo me detiene y, a pesar de que estoy erizado por ella, que es tan linda y encantadora, no me atrevo, me quedo en silencio, mirándola, y ella parece comprenderlo, porque se pone de pie y dice bueno, tengo que irme, no quiero interrumpirte con tu escritura, me ha encantado conocerte, dile a Sofía que pasé por acá, vénganse por la casa cuando quieran. Me levanto, tratando de disimular la erección, y le digo ven cuando quieras, yo estoy solo todas las mañanas escribiendo; yo, feliz si me visitas cuando quieres y nos tomamos un tecito. Entonces ella me abraza, y yo también la abrazo y no sé si siente que la tengo dura. Luego se va feliz, con su pantalón ajustado, mientras yo le hago adiós desde la puerta y admiro su belleza.

No puedo seguir escribiendo en este estado de turbación. No me queda sino tumbarme en la cama y agitarme unos minutos soñando con Isabel, la hermana de mi novia, que ha llegado inesperadamente esta mañana para despertar al hombre que pensé que ya no existía en mí y que ahora se alborota pensando en ella. Al terminar, vuelvo a la computadora y trato de escribir, pero hay algo que me provoca un desasosiego: un dolor en la entrepierna, el ardor y la comezón que suelo sentir allí abajo después de amar a Sofía ciertas noches y que ahora me asalta con fuerza. Se lo cuento cuando vuelve de clases y ella se preocupa, me mira los órganos genitales y comprueba que están hinchados, aunque no le cuento que en las madrugadas me toco en el baño luego de hacerle el amor y que quizá por eso tengo todo tan irritado. Siempre dispuesta a ayudarme, ella lo toma como un desafío y consigue toda clase de remedios, cremas, ungüentos, pócimas, jarabes tonificantes y hierbas que le trae una amiga de Lima, enviadas por el doctor Pun, un chino que se dedica a curar las enfermedades con sus hierbas presumiblemente mágicas. Creyentes en el poder curativo del doctor Pun, hervimos las hierbas y un olor repugnante invade de inmediato el departamento y se impregna en nuestras ropas. Bebo asqueado ese líquido verduzco que Sofía vierte de la olla en un vaso y aguanto el sabor amargo, espeluznante, de las hierbas de este chino que debe de ser un charlatán.

Por unos días, las hierbas me producen una sensación de alivio y bienestar, y Sofía parece orgullosa de haberme curado. Sin embargo, en dos semanas regresan los dolores en el sexo y el bajo vientre, una quemazón que no me deja respirar, me priva del sueño y me envenena contra Sofía, a quien culpo en secreto de obligarme a ser más hombre de lo que puedo ser. Entonces ella pierde la paciencia y me dice vamos al urólogo, esto no puede seguir así. Obedezco sumiso. Recurriendo al seguro médico de la universidad, hace una cita con el doctor Rumsfeld, que es, según me cuenta, un distinguido especialista que atiende en el hospital de Georgetown University, al lado mismo del campus, a pocas cuadras de nuestra casa. No nos costará un centavo, el seguro se hará cargo de los gastos y con suerte pondrá fin a mis padecimientos genitales, que amenazan nuestra vida amorosa. Yo sigo pensando que quizá me arde la entrepierna de tanto masturbarme en el baño de madrugada, tras hacer el amor con Sofía. Días después, hartos de las hierbas y los ungüentos que de poco o nada han servido, nos presentamos como una pareja amorosa y compungida en el consultorio del doctor Rumsfeld, que nos hace pasar a su despacho y nos pregunta la naturaleza del problema, asunto que Sofía describe con su perfecto inglés: que después de hacer el amor, me sobrevienen un dolor y una irritación en el área genital. Entonces el doctor, que es bastante amanerado, un cincuentón canoso y de rostro ajado, hace otras preguntas de rutina, y Sofía las responde con solvencia y aplomo, muy en su papel de novia, consciente de que el doctor Rumsfeld me ha echado el ojo.

Ocurre luego lo que yo presagiaba: el doctor le dice a Sofía que, por favor, se retire un momento porque tiene que hacerme unos chequeos privados. Ella se marcha muy digna del despacho pero alcanza a mirarme, y creo que me dice con esos ojos asustados: Ten cuidado con este viejo pervertido, que no te vaya a manosear, a la primera que te toquetee este sátiro, me gritas y yo entro y le aviento una patada en los huevos. Sofía sale del consultorio y el doctor Rumsfeld respira aliviado y me pregunta por qué creo que me está pasando todo esto. Yo le confieso que quiero a mi novia pero que también me gustan los hombres, que me encierro en el baño de madrugada y me toco pensando en un hombre, y que tal vez por eso estoy irritado allí abajo, por la excesiva virulencia en los frotamientos y los sacudones de madrugada.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x