Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huracán Lleva Tu Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

El Huracán Lleva Tu Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huracán Lleva Tu Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sofía quiere que conozca a sus padres. Yo no tengo ningún apuro en conocerlos. Su madre se llama Bárbara y es hija de una norteamericana que vive en Costa Rica. Bárbara está fastidiando a Sofía porque no voy nunca a su casa y eso no le gusta, le parece que si tengo intenciones serias con su hija debo ir a visitarla. Cuando Sofía me lo cuenta, entre avergonzada y riéndose, yo le digo que no tengo intenciones serias con ella, conmigo ni con nadie. Sofía insiste en que, si no es mucha molestia, sería conveniente que pasara un día por casa de su madre y cumpliera ese odioso ritual, el de presentarme, poner cara de muchacho confiable, esconder mis devaneos homo eróticos y fingir que soy un buen partido para su hija, o sea, mentir con descaro, pues el único buen partido que estaba en juego es Sebastián, que por eso nos lo hemos repartido Sofía y yo. Mucho me temo que tendré que ir a conocer a Bárbara y a su esposo Peter, dueño de una cadena de hoteles, quien, según mis fuentes, es un caballero honorable. Los padres de Sofía se divorciaron hace veinte años, cuando ella era una niña. Lucho, su padre, se volvió hippy, quemó todos sus documentos, le regaló el auto a su mejor amigo y abandonó a su esposa Bárbara y a sus tres hijos pequeños, Francisco, Isabel y Sofía, para irse a las montañas y construir una casa rústica al pie del río, en Carhuaz. No volvió más a Lima, se dedicó a la vida bucólica y se desentendió por completo de las responsabilidades familiares y las responsabilidades en general. Sofía no le guarda rencor y cree que su padre me caerá muy bien porque es un poco loco, un poco loco como tú, me dice, sonriendo con dulzura. Su padre, después de tantos años viviendo lejos, en las montañas, al borde de un río, cultivando un huerto, ensimismado en su pequeño paraíso, lejos de la civilización que según él todo lo corrompe, se ha visto obligado a volver a Lima porque los terroristas han destruido sus plantaciones, lo han amenazado de muerte y han matado a varios campesinos de la zona que se negaron a colaborar con ellos. Sofía me cuenta que Lucho está perdido en la ciudad, impaciente por escapar a algún lugar menos hacinado, haciendo pronósticos apocalípticos sobre el futuro que aguarda a los habitantes de Lima, viviendo a regañadientes en casa de sus padres, dos ancianos que ocupan un departamento en la avenida Angamos, en Miraflores.

Me hace ilusión conocer a su padre, creo que me caerá bien.

Su madre, en cambio, me aterra: sospecho que es una señora caprichosa, de alta sociedad, que ve con espanto mis desenfrenos públicos y desaprueba esta relación ambigua que tengo con su hija. No hay más remedio, habrá que conocerlos. A sus hermanos, de momento, no tengo que verlos, porque Francisco, el mayor, está en Boston estudiando una maestría, e Isabel, dos años mayor que Sofía, en Washington, divorciándose de su esposo, un millonario italiano con aires de aristócrata. Sofía espera irse pronto de Lima, aún no sabe si a Ginebra o a Washington, a estudiar una maestría en ciencias políticas. Está contenta porque la han admitido en dos universidades estupendas: en la pública de Ginebra y en Georgetown, la más prestigiosa de Washington, y es seguro que en pocos meses se irá de Lima y, me confiesa con una sonrisa, lo más probable es que sólo vuelva a pasar la Navidad, porque no me veo viviendo toda mi vida en esta ciudad, la verdad es que me deprime un poco la idea de quedarme acá. Yo celebro su buen gusto, querer irse de este arenal mugriento y lleno de moscas, y la aliento a irse de Lima, le digo que una mujer tan elegante no puede dejarse envilecer por esta ciudad indigna de su fineza, y ella me anima a irnos juntos a pesar de que acabamos de conocernos y de que lo único seguro entre nosotros es que yo soy un niño tonto que sonríe extasiado cuando le regalan un calzón. Amorosa, entregada, dispuesta a vivir conmigo todas las aventuras que yo me escamoteo por pusilánime, Sofía me dice que debería volver a la universidad, pero no en esta ciudad que detestamos, sino en el extranjero, y estudiar algo que me guste, además de escribir, dejarme de excusas y sentarme a escribir la novela con la que tantas veces he amenazado a mis amigos. Ella comprende que yo desprecio mi trabajo en la televisión y piensa que debo dejarlo apenas termine mi contrato, en pocos meses, cuando se vaya a Washington o a Ginebra.

Es bueno hacer planes con Sofía, imaginarme en alguna ciudad linda con ella, estudiando ambos y yo escribiendo mi novela y amándola como no amé a nadie, pero ¿y Sebastián? ¿Podré dejarlo? ¿Podría vivir sin él, con el recuerdo de su cuerpo brioso, sus jadeos de amante insaciable, su boca recorriendo mi cuerpo, estremeciéndome? ¿No me engaño al creer que puedo ser feliz con esta mujer, con cualquier mujer? Ya lo veremos: por ahora, sé que Sofía me hace feliz y que Sebastián es lo bastante tonto para pelear conmigo sólo porque yo quiero acostarme con esta chica que fue suya pero ahora es mía, ¿y por qué tendría que enfadarse, si a mí no me molesta que tenga una novia, Luz María, a la que exhibe compulsivamente para que nadie dude de su virilidad?

Sofía me convence, después de mucho insistir, de que debo acompañarla a su casa, es decir, a la casa de Bárbara y Peter, su padrastro, que es como su padre, porque ambos tienen curiosidad por conocerme y si no voy será peor, pues desconfiarán más de mí. También me convence de salir a tomar un helado con Lucho, su padre, el lunático que se fue a las montañas hace veinte años, vivió como un ermitaño y está de vuelta, derrotado, en la ciudad que abandonó. A Lucho lo veremos otro día, primero hay que pasar la prueba más dura, conocer a su madre y a Peter, que, siendo dos figurones de alta sociedad, me juzgarán, será inevitable, con cierta severidad. Después de mis habituales rodeos, me resigno, ante su dulce insistencia, que, bueno, ya está, hay que ir a su casa y sonreír mansamente para que su madre no crea que soy tan impresentable como parezco en la televisión y para que deje de fastidiar a Sofía con preguntas, advertencias, reproches e intromisiones, porque, desde que sabe que su hija sale conmigo, no la deja en paz y le dice, según me cuenta Sofía riéndose, que soy un perdedor, un tipo escandaloso y poco confiable, indigno de una señorita como ella.

Comprendo, sin conocerla, que su madre puede ser muy impertinente. Porque Sofía tampoco es una niña, ya tiene veintidós años y, además de Sebastián, ha estado de novia con tres hombres, según me ha contado en la cama después de amarnos: un italiano con quien tuvo una corta relación en Filadelfia; un peruano, Esteban, el dueño del Nirvana, la discoteca donde nos conocimos, y Laurent, un francés del que se enamoró en París y que sigue arrebatado por ella, pues aún le ruega que le dé una oportunidad más para salvar un amor que ella ya cree perdido. Sofía no ve a Laurent hace meses y me dice que ya no está enamorada de él, pero cree que tendrá que ir a verlo para terminar esa relación y no hacerlo sufrir más.

Quiero terminar bonito con él, ha sido un hombre muy importante en mi vida y no me gusta dejar las cosas a medias, me dice un día, anunciándome que irá a Washington a verlo, porque él, que es dentista, tiene que ir a una convención en esa ciudad y la ha invitado con la esperanza de reconquistarla. Sofía no le ha hablado de mí, me promete que se lo dirá en Washington y aprovechará ese encuentro para terminar con él. Haz lo que quieras, lo que sea mejor para ti, le digo, abrumado por la idea de que ella deje a Laurent para estar conmigo, que estoy tan triste porque me ha dejado Sebastián. Cada uno mata sus pulgas como mejor puede, y ahora hay una que matar: Bárbara, su madre, a la que ya estoy odiando antes de conocer.

Una noche antes de irme a la televisión, Sofía, tras darme muchos besos, me anima a pasar por la casa de su madre, hazlo por mí, para que mi mamá deje de joderme, te prometo que será sólo un ratito y nadie te va a morder, y yo bueno, ya, pero sólo iré hoy y nunca más, no quiero que me vean como tu novio, porque nosotros no somos novios, yo no quiero tener una relación seria y formal con nadie, y si tu mamá no acepta eso, mala suerte, que se joda. Me hago el valiente con la pobre Sofía, pero, cuando llego a la mansión de su madre, que en realidad es del acaudalado señor que se casó con ella, se extingue rápidamente mi coraje porque veo una jauría de perros negros y marrones, de raza oriental, ladrando alrededor de mi carro, pobres que se atrevan a mearme una llanta, que los enveneno, ¿a quién se le ocurre tener tantos perros en su casa? No muerden, son mansitos, me dice Sofía bajando del carro, al ver que no pienso bajar. No le hago caso y sigo paralizado dentro del auto y no doy señales de querer descender, temeroso del ataque concertado de esa jauría de perros peludos y hambrientos que, seguramente azuzados por Bárbara, quieren despedazarme y comerme vivo. Sofía llama a gritos a sus empleadas domésticas, un ejército de señoras en zapatillas y mandiles celestes, y les ordena encerrar a los perros, los que desaparecen en un santiamén.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huracán Lleva Tu Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huracán Lleva Tu Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x