Jorge Semprún - El Largo Viaje
Здесь есть возможность читать онлайн «Jorge Semprún - El Largo Viaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Largo Viaje
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Largo Viaje: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Largo Viaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Largo Viaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Largo Viaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Recuerdo vagamente el puerto de Bayona, la llegada del barco pesquero al puerto de Bayona. La embarcación había atracado en el muelle, justo al lado de la plaza mayor, y había veraneantes y macizos de flores. Nosotros mirábamos estas imágenes de la vida anterior. Allí, en Bayona, fue donde oí decir por vez primera que éramos rojos españoles.
Miro al hombrecito, no digo nada, estoy pensando vagamente en aquel día en Bayona, ya hace años. De todas formas, nunca hay nada que decir a un poli.
– ¡Mira por dónde!-grita-, ¡un rojo español!
Me mira y le miro. Sé que todo el mundo ha fijado los ojos en nosotros. Entonces, me enderezo un poco. Por lo general, suelo andar un poco encorvado. Por mucho que me digan: «Enderézate», no hay nada que hacer, siempre voy algo encorvado. No lo puedo remediar, sólo de esta manera estoy a mis anchas en mi propio cuerpo. Pero ahora me enderezo todo lo que puedo. No vayan a tomar mi postura natural por una postura de sumisión. Ese pensamiento me horroriza.
Miro al hombrecito, y él me mira a su vez. Y, de repente, explota.
– Ya te voy a enseñar yo, cerdo, sí, yo. De mí no se ríe nadie. Y, por lo pronto, te colocas otra vez al final de la cola y vuelves a esperar.
No digo nada, recojo el resguardo de la mesa y me doy medía vuelta. Se le ha vuelto a apagar la colilla, y esta vez la aplasta con rabia en un cenicero.
Camino por la sala, a lo largo de la cola de espera, y pienso en esta manía de los polis de tutearle a uno siempre. Se imaginan, tal vez, que eso nos impresiona. Pero este sinvergüenza hijo de puta no sabe lo que ha hecho. Me ha tratado de rojo español, y he aquí que, de repente, he dejado de estar solo en esta gran sala gris y sórdida. A lo largo de la fila de espera he visto abrirse las miradas, he visto cómo nacían, en esta sordidez, las más bellas sonrisas del mundo. Mantengo en la mano mi resguardo, por poco lo agito en el aire. Vuelvo a ocupar un lugar, al final de la cola de espera. La gente se agrupa a mi alrededor, y muchos sonríen. Estaban solos, y yo también estaba solo, y he aquí que ahora estamos juntos. Ha ganado el hombrecito.
Estoy tumbado en el camión y miro los árboles. Fue en Bayona, justo en el muelle, al lado de la plaza mayor de Bayona, donde supe que yo era un rojo español. Al día siguiente, me llevé una segunda sorpresa, cuando leímos en un diario que había, por un lado, rojos y, por otro, nacionales. No era fácil de entender por qué eran nacionales, cuando hacían la guerra con las tropas marroquíes, la legión extranjera, los aviones alemanes y las divisiones Littono. Fue uno de los primeros misterios de la lengua francesa que tuve que descifrar. Pero en Bayona, en el muelle de Bayona, me convertí en un rojo español. Había macizos de flores, montones de veraneantes, detrás de los gendarmes, que habían venido a ver desembarcar a los rojos españoles. Nos vacunaron y nos dejaron desembarcar. Los veraneantes miraban a los rojos españoles y nosotros mirábamos los escaparates de las panaderías. Mirábamos el pan blanco, los croissants dorados, todas esas cosas de antaño. Nos sentíamos desplazados en ese mundo de antaño.
Después, ya no he dejado de ser un rojo español. Es una manera de ser válida en todas partes. Así, en el campo de concentración yo era un Rotspanier. Miraba los árboles y me alegraba de ser un rojo español. Conforme pasaban los años, más me alegraba de serlo.
De repente, ya no hay árboles y el camión se para. Estamos en Longuyon, en el campo de repatriación. Saltamos del camión y tengo las piernas entumecidas. Se nos acercan unas enfermeras, y el Comandante las besa a todas. Es la alegría del regreso, desde luego. Luego empieza la juerga. Hay que beber una taza de caldo y responder a un montón de preguntas estúpidas.
Al escuchar todas aquellas preguntas, tomé de repente una decisión. Debo añadir que ya hacía tiempo que maduraba esta decisión. Había pensado en ella, de manera vaga, mirando los árboles, entre Eisenach y aquí. Pienso que maduraba en mí desde que vi a los compañero; convertirse en ex combatientes, en el salón del hotel de Eisenach, bajo las grandes arañas del hotel de Eisenach,
Incluso había empezado a madurar todavía antes. Tal vez yo ya estaba completamente dispuesto para tomar esta decisión desde antes del regreso de ese viaje. De todas formas, al contestar maquinalmente a todas aquellas preguntas estúpidas: «¿Pasaban mucha hambre?, ¿tenían frío?, ¿se sentían desgraciados?», tomé la decisión de no hablar más de aquel viaje, de no ponerme jamás en situación de tener que responder a preguntas sobre aquel viaje. Por una parte, ya sabía que eso no iba a ser posible para siempre. Pero, al menos, la única manera de salvarse era guardar un largo periodo de silencio, Dios mío, años de silencio sobre aquel viaje. Quizá más adelante, cuando ya nadie hable de estos viajes, quizás entonces tendré algo que decir. Esta posibilidad flotaba de manera confusa en el horizonte de mi decisión.
Nos habían traído y llevado de un lado a otro, y al final nos encontramos en una sala de donde nos llevaron, uno a uno, a la visita médica.
Cuando llegó mi turno, me miraron por rayos, me reconoció el cardiólogo y el dentista. Me pesaron, me midieron, me hicieron montones de preguntas sobre las enfermedades que había tenido de niño. Al acabar todo esto, me encontré sentado ante un médico que tenía mi expediente completo, con las observaciones hechas por los diversos especialistas.
– Es inaudito -dice el médico después de consultar mi ficha.
Le miro y me ofrece un cigarrillo.
– Es increíble -dice el médico-, al parecer no tiene usted nada grave.
Con un gesto le doy a entender que estoy poco interesado, pues no sé de qué habla exactamente.
– Nada en los pulmones, nada en el corazón, tensión normal. Es increíble -repite el médico.
Fumo el cigarrillo que me ha ofrecido, e intento pensar que es increíble, intento meterme en el pellejo de un caso íncreíble. Tengo ganas de decirle a este médico que lo increíble es estar vivo, que lo increíble es encontrarme todavía en la piel de un ser vivo. Incluso con una tensión anormal, sería increíble seguir todavía en el pellejo de un ser vivo.
– Claro -dice el médico-, tiene usted dos o tres dientes cariados. Pero es lógico, en fin.
– Es lo mínimo -le digo, por no dejarle hablar solo.
– Llevo semanas viendo pasar deportados -me dice-, pero usted es el primer caso en el que todo parece estar en orden. -Me mira un instante y añade-: Aparentemente.
– ¿Ah, sí? -digo cortésmente.
Me mira con atención, como si temiera ver aparecer de repente las señales de algún mal desconocido que hubiese escapado a las observaciones de los especialistas.
– ¿Quiere que le diga algo? -me dice.
En realidad no quiero, no me interesa en absoluto. Pero no me ha hecho esta pregunta para que yo le diga si quiero que me lo diga, de todas maneras está decidido a decírmelo.
– Puedo decírselo, ya que usted se encuentra en un estado perfecto -me dice. Luego hace una pausa breve y añade-: Aparentemente.
Siempre la duda científica. Ha aprendido a ser prudente, el hombre este, y se comprende.
– A usted puedo decírselo -continúa-, la mayoría de los que han pasado por nuestras manos no sobrevivirán.
Se embala, el tema parece apasionarle. Inicia una larga explicación médica sobre las secuelas previsibles de la deportación. Y comienzo a sentirme un poco avergonzado de hallarme en tan buena forma, aparentemente. Un poco más, y me creería sospechoso a mí mismo. Un poco más y le diría que no tengo yo la culpa. Un poco más y le pediría perdón por haber sobrevivido, por tener aún posibilidades de sobrevivir.
– Se lo digo, la mayoría de ustedes no lo van a contar. En qué proporción, sólo el porvenir lo dirá. Pero no creo equivocarme si afirmo que un sesenta por ciento de los supervivientes van a morir en los meses y los años que vienen, como consecuencia de la deportación.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Largo Viaje»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Largo Viaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Largo Viaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.