Alberto Méndez - Los girasoles ciegos

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Méndez - Los girasoles ciegos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los girasoles ciegos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los girasoles ciegos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra, que contaron en voz baja narradores que no querian contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabias. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre si, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narracion: la derrota. Todo lo que se narra aqui es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto, porque la certidumbre necesita aquiescencia y la aquiescencia necesita estadisticas.

Los girasoles ciegos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los girasoles ciegos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sólo cuando la evidencia hacía inevitable el camino del colegio, abandonaba sus lamentos en favor de una resistencia pasiva que multiplicaba el tiempo necesario para dar un paso, para recibir un beso o guardar el cuaderno de tareas en la mochila de cuero.

Elena, ya en la puerta del colegio, empujaba suavemente a su hijo hacia el interior del patio y le susurraba al oído una frase cómplice:

— Tenemos que ser fuertes para ayudar a papá. Él nos necesita.

Después, permanecía junto a la valla del recinto hasta que un coro de voces infantiles comenzaba a cantar Montañas nevadas o cualquier otro himno patriótico. La rutina de lo oscuro comenzaba con la ternura de esas voces que ensalzaban epopeyas desconocidas con palabras ininteligibles para ellos. Eran los tiempos de lo incomprensible y nadie trataba de entender lo que ocurría.

Abrigada por un sobretodo oscuro con cuello de terciopelo ancho y redondo, Elena regresó hasta el cruce de las calles Alcalá y Goya para tomar el metro que solía utilizar para llegar hasta Argüelles, donde, cuatro manzanas más allá, estaba la empresa Hélices, una compañía estatal hispanoalemana que, auxiliar de otras empresas estatales aeronáuticas, encargaba traducciones a Elena.

Este trabajo, además de algún dinero para la subsistencia, daba derecho a Elena a retirar del economato del Ejército de Aviación dos chuscos de pan blanco a la semana, que recibía al margen de la cartilla de racionamiento, donde sólo figuraban ella y el niño.

Las traducciones en realidad las hacía su marido, que, de esa forma, aliviaba su sensación de ser una carga para su mujer y su hijo. El uso de la máquina de escribir, una Underwood negra con la marca de fábrica en letras doradas, estaba también restringido a los momentos en que Elena estaba en casa. Cuando ella salía, Ricardo hacía su trabajo a mano y lo mecanografiaba, tres copias con papel carbón, mientras ella recogía silenciosamente la casa o cosía a mano, porque el ruido de la máquina de coser — una Singer negra y niquelada sobre una plataforma de madera apoyada en una estructura modernista de hierro colado- y el de la máquina de escribir tampoco eran compatibles. Ella, para hacer frente a los gastos de la casa, trabajaba para una lencería a medida de la calle Torrijos que reservaba para Elena los trabajos que requerían mayor esmero. Siempre calificaban de primorosas sus labores, pero la señora Clotilde no por ello aumentaba sus tarifas.

Aquel día, cuando regresó a casa con el tratado de estroboscopia que tenía que traducir urgentemente, María, la portera, le dijo que un religioso había venido a visitarla, y que, aunque ella le había dicho que no estaba en casa, insistió en subir y había estado un buen rato llamando al timbre de su casa.

Ese cosmos estaba netamente dividido en dos mitades: la lóbrega y la luminosa. A la primera pertenecía el colegio, las preguntas de mis profesores y el silencio, a la otra pertenecía una parte de mi barrio y la forma que tenían sus gentes de relacionarse conmigo. Con la distancia tengo la sensación de que, como un péndulo, yo era capaz de estar a un lado y a otro sin confundirme gracias a las enseñanzas del espejo.

En casa vivíamos una complicidad parlanchina, en la calle vivíamos un bullicio silencioso. Yo tenía que disimular lo que mi padre me enseñaba en casa cuando estaba fuera y remozar lo que ocurría en el exterior cuando estaba en casa. La relación con otros niños del barrio, por ejemplo, era un ejercicio de equilibrios bien guardados.

Aunque todos íbamos a distintos colegios, vivíamos en nuestra manzana sin traer nada del exterior, ni siquiera recuerdos, ni siquiera el miedo que nos inspiraban nuestros maestros. En la esquina de Alcalá con Ayala, el ángulo más agudo de nuestra manzana, había una clínica dental que era en realidad una tienda sin escaparates, con sendos poyetes de mármol en cada fachada, uno en la calle de Alcalá, que apenas usábamos porque era frecuente encontrar escupitajos con sangre de los pacientes, y otro en la calle Ayala que era, por ser la zona menos transitada, el punto de reunión de los niños de la manzana. Jugábamos a los juegos de los niños sin juguetes: a la taba, al rescate, a pídola, al zurriago y a otros juegos en los que nosotros éramos las víctimas y los verdugos, juegos donde el castigo era siempre doloroso y el premio causar daño. Era una forma más de vivir los tiempos que corrían.

Todos hablaban a menudo de sus padres. Uno de ellos, Tino, con aspecto de cachorro grande y que tenía cada ojo de un color, estaba orgulloso de su padre porque era picador de toros además de oficinista. Disfrutábamos cuando el enorme coche de cuadrillas que funcionaba con gasógeno iba a recogerle y él aparecía, espigado y grave, en el portal con su espectacular traje de luces. Otro de los integrantes del grupo de la esquina, Pepe Amigo, se ufanaba de que su padre cazaba pájaros los domingos en Paracuellos del Jarama: con redes en primavera y con liga durante el invierno. Tenía su casa, diminuta y pobre, llena de jaulas con jilgueros que cubrían por las noches para que descansaran de su agitación durante el día. Al padre de Pepe Amigo le admirábamos porque tenía una motocicleta Gilera con el cambio de marchas en el depósito de gasolina, de forma que, fuera a la velocidad que fuera, tenía que soltar una mano del manillar para cambiar de marcha y eso nos parecía una proeza. Y ello a pesar de que era cojo y llevaba un alza enorme en el zapato derecho.

También recuerdo a los dos hermanos Chaburre, que tenían doce vacas en el patio interior del edificio y abastecían de leche a la vecindad, que acudía a comprarles con las lecheras de aluminio. Su padre las ordeñaba y, en las raras ocasiones en que nos dejaban pasar a verlas, todos pensábamos en el valor que implicaba ordeñar aquellas bestias tan enormes y tan hoscas.

Podría enumerar las razones por las cuales todos admirábamos a los padres de los habitantes de la manzana. Ésta fue la única compensación que tuve el día en que se hizo público que el mío no sólo no había muerto sino que estaba en casa cuidándome desde el interior de un armario.

Ahora, Padre, sólo me quedan los escombros de la memoria, las justificaciones abatidas de mi comportamiento. Debo empezar diciendo que no sé por qué empecé a seguir a Elena cuando ella dejaba al niño en el colegio. Si alguien me hubiese preguntado entonces, la excusa hubiera sido que algo turbio envolvía a aquella mujer. Para justificar esta respuesta recurrí a un alférez provisional que desempeñaba el cargo de comisario en Gobernación. Por él supe que Ricardo Mazo, su marido, había sido profesor de Literatura en el Instituto Beatriz Galindo y constaba como huido. Fue uno de los organizadores, en 1937, del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, donde hizo valer su pensamiento masónico y alardeó de su amistad personal con el comunista André Malraux y el ruso Iliá Ehremburg. Formó parte también de la comisión enviada en septiembre de 1936 por el Gobierno rojo a Plymouth para alterar las resoluciones de No Intervención tomadas por las Trade-Unions inglesas. Pocos datos más existen sobre él, exceptuando que estaba efectivamente casado con Elena y que tenía dos hijos, Elena, nacida en el veintidós, y Lorenzo, que ahora tenía siete años. De ninguno de los dos constaba que hubieran sido bautizados. Acudí a la parroquia correspondiente, la de Covadonga, en la plaza de Manuel Becerra, y no pudieron darme la Fe de Bautismo de ninguno de los hijos. Ambos habían nacido antes del Alzamiento y, por tanto, no había justificación dado que esta parroquia milagrosamente no fue ni cerrada ni agredida durante los tres años de la guerra. También me sorprendió que nunca hicieran referencia a la hermana mayor, que, siendo todavía una muchacha, había desaparecido de sus vidas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los girasoles ciegos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los girasoles ciegos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los girasoles ciegos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los girasoles ciegos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x