4. San Agustín: la educación
por signos y cosas
He partido de un momento que creo privilegiado (otra crisis):
el nacimiento de la semiótica en la obra de San Agustín.
Tzvetan Todorov, Teorías del símbolo
El cristianismo se convirtió en una nueva fuerza cultural muy diferente de lo que había sido la cultura griega, la helenística o la romana. El entusiasmo por difundir y convencer a todo el mundo para seguir las nuevas creencias obligó a dar un gran impulso a la educación. La gramática, la retórica y la dialéctica, como fuentes principales de inspiración de la enseñanza, son sustituidas por la doctrina cristiana,1 como la llama San Agustín.2 El rechazo de los saberes antiguos fue mayor a comienzos del desarrollo de la cristiandad, pero poco a poco esta doctrina fue abriéndose a ellos. Y en este proceso, San Agustín, que se había formado en la retórica y la dialéctica antiguas, y por tanto llegó a conocer amplia y profundamente el laberinto del lenguaje, desempeñó un papel muy importante.
Dilthey3 resalta el tratado De Doctrina Christiana (en adelante DC) como un documento fundamental para el estudio del signo y del lenguaje en el obispo de Hipona. Todorov, por su parte, señala que “este texto es considerado como el primer texto semiótico”.4 En esta obra, así como en su libro De Magistro, donde desarrolla su filosofía del signo, San Agustín expone su teoría de la educación. Algunos de los temas importantes que pueden hallarse en estas dos obras agustinianas son: los signos y las cosas; las palabras como signos; el conocimiento de las cosas y el conocimiento de los signos, y la enseñanza por medio de cosas y por medio de signos. Asimismo, estas obras nos hablan de filosofía y teología del verbo, la interpretación alegórica y el lenguaje como poder social. San Agustín se interesa en el lenguaje en dos sentidos: en el contexto de una hermenéutica cuya finalidad es la recta interpretación de la escritura bíblica, y en el lenguaje como medio de enseñanza. De ahí que figura como pionero en la determinación de las reglas de interpretación y como programador de lo que debe ser la educación como doctrina cristiana y en función de ella.5
Signos y cosas
San Agustín plantea una dicotomía fundamental: hay cosas y hay signos. Este es el supuesto básico de su teoría del signo y del lenguaje. Se trata de un postulado ontológico expuesto con claridad:
Denominamos ahora cosas a las que no se emplean para significar algo, como son una vara, una piedra, una bestia y demás cosas por el estilo. Todo signo es al mismo tiempo una cosa... pero no toda cosa es un signo.6
Cosas y signos son, pues, el moblaje primario de cuanto hay en el mundo. Para Agustín, cosas o realidades son todo aquello que no es signo ni se limita a ser mero signo, y viceversa: los signos son cosas que no se limitan a ser meras cosas, sino que también significan. No hay, pues, que extrañarse de que Agustín, en este contexto, defina “cosas” y “signos” circularmente, pues define las cosas por relación a los signos, y los signos por relación a las cosas. Como se verá, Agustín da preferencia a las cosas por sobre los signos. Asimismo, la educación va primariamente a las cosas, pues los signos son solo una mediación necesaria.
Agustín pasa a definir lo que es un signo: “De aquí se deduce que llamamos signo a toda cosa que se emplea para conocer otra cosa”.7 El traductor de la obra consultada vierte “significandum” por “conocer”; pero la traducción literal, en este caso, sería “significar”. En el signo, la cosa no es mera cosa, sino que en ella sobreviene otra función, la de significar. El signo se define, pues, por su función propia, que es la de significar. Pero el signo mismo es “cosa”, algo sensible.
El signo es toda cosa que, además de la fisonomía que en sí tiene y presenta a los sentidos, hace que nos venga al pensamiento otra cosa distinta. Así, cuando vemos una huella, pensamos que pasó un animal que la imprimió.8
La función del signo es significar; pero el significar consiste en asociar en el pensamiento una cosa con otra, el signo con la cosa significada. El signo tiene existencia material, sensible, una fisonomía, y es a través de este medio sensible como podemos pensar en otras cosas e incluso informarnos acerca de ellas. El signo se refiere esencialmente a una cosa distinta de sí misma: “Cuando decimos ‘piedra’ esta palabra es un signo porque significa algo, sin que por esto sea un signo lo que ella significa”.9 El signo se refiere a las cosas, no es un mero juego circular de los signos entre sí. Es preciso ver en esta posición agustiniana un momento de realismo. También es importante notar que aquí Agustín muestra que la instrucción se hace por medio de signos: “Toda instrucción se reduce a enseñanza de cosas o de signos, mas las cosas se conocen por medio de signos”.10
El obispo de Hipona pasa luego a caracterizar las palabras como signos: “Nadie utiliza las palabras sino para significar algo”.11 Y en De magistro dice, acerca de la palabra, que “todo lo que, significando algo, brota mediante articulación, hiere el oído para despertar sensación y se trasmite a la memoria para dar conocimiento”.12 En esta caracterización se toma en cuenta la doble dimensión de la palabra: su ser sensible como voz articulada y la asociación mental que produce; el sonido y la significación. Como todo signo, la palabra significa, pero significa mediante una materia sensible que es el sonido producido por la voz y es recibido por el oído. La especificidad del signo verbal es la de ser un signo audible.
Los signos verbales significan primariamente según han sido instituidos, pero pueden también significar traslaticia o metafóricamente:
Los signos son propios o metafóricos. Se llaman propios cuando se emplean a fin de denotar las cosas para las cuales fueron instituidos, como cuando decimos ‘buey’ […]. Los signos son metafóricos o trasladados cuando las mismas cosas que denominamos con sus propios nombres se toman para significar alguna otra cosa, como cuando utilizamos ‘buey’ para referirnos al predicador del Evangelio.13
El término instituta es la expresión latina que se usa para traducir el término griego sinteké, el cual es usado por Aristóteles para definir la forma de significación de las palabras. Aristóteles nos dice que las cosas no significan por naturaleza, sino por institución social.14 De modo que Agustín sigue aquí a Aristóteles, en el sentido de la significación de la palabra por costumbre, uso o institución social. La doble posibilidad de significación del signo verbal (por institución o sentido propio y por metáfora o traslación) es importante para Agustín, pues le permite pasar de la significación literal del lenguaje bíblico a su significación metafórica —práctica que es constante en él.
San Agustín distingue entre palabra y nombre. Toda palabra es nombre. Palabra (verbum) es el sonido audible; nombre (nomen) es el significado: “¿Por qué una cosa de estas dos ha sido llamada palabra y la otra nombre? [...] Lo primero se dirige al oído y lo segundo al espíritu”.15 La palabra no se limita a ser signo audible, pues su función esencial es la designación. Lo que San Agustín está diciendo es que toda palabra es significativa.16 Luego el nombre es también palabra, pues vemos que se profiere mediante articulación de la voz con algún significado.17
Ahora bien, la significación parece ser la cosa a la cual se refiere el signo: “El nombre es signo audible de signos audibles, mientras las cosas son signos, pero no de signos, sino de cosas ya visibles, como Rómulo, Roma, río, ya inteligibles, como “virtud”.18 La significación del nombre se refiere, pues, a una cosa (res) que puede ser material o inmaterial. Pero Agustín pregunta a su hijo Adeodato, con quien dialoga, si esta tesis no es problemática, puesto que hay palabras que no “representan” cosas: ¿qué cosa representa la palabra nihil (nada)? ¿Nihil quid aliud significat, nisi id quod non est? (¿Nada que significa sino lo que no es?”). A lo cual responde el mismo Agustín: “decimos que con esta palabra, más bien que una realidad —que no existe— se significa una afección del ánimo (an affectionem animi).19 “Afección del alma” es la expresión aristotélica para la idea en cuanto la voz se asocia a ella en la significación verbal. Las palabras son signos de las ideas, y las ideas son signos de las cosas.
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